jueves, 22 de febrero de 2018

#Marcha21F: un fuerte revés político para el Gobierno



La mal llamada “marcha de Moyano” fue masiva y contundente. Otra noticia pésima para el Gobierno y una potencialidad que sólo encuentra límites en la estrategia de la conducción moyanista.

La multitudinaria movilización que tuvo lugar este miércoles en la ancha Avenida 9 de Julio de la Ciudad de Buenos Aires, terminó convertida en un revés político para el Gobierno. Fue una derrota de la furiosa campaña previa que buscó bajarle el precio y, en el mismo acto, agigantó su magnitud social y política.
Las miradas superficiales (e interesadas) ubican los motivos del enfrentamiento en una pelea personal entre Hugo Moyano y Mauricio Macri que fueron aliados tácitos y tácticos hasta ayer nomás.
Como sucedió en su momento, con la ruptura del líder de los camioneros con la expresidenta Cristina Fernández, el acento se puso en una pelea de “egos” mientras se ocultaban prolijamente razones profundas y estructurales (en aquel momento, el inicio de un ajuste sobre el movimiento obrero).
El creciente deterioro de las condiciones de vida de las amplias mayorías es uno de los motivos de fondo que habilitó el éxito de la movilización, pese a los límites impuestos por los convocantes. Pero también, el origen residió en un acontecimiento producido en dos tiempos a fines del año pasado (14 y 18 de diciembre) y del que, paradójicamente (o no tanto), estuvo soberanamente ausente el principal convocante a la marcha de este #21F: la pelea contra la reforma previsional.
Aquel triunfo pírrico cambiemita mutó en una derrota política para la coalición gobernante que inició un proceso declinante en los distintos índices que miden sus imágenes paganas (tanto del personal político, como de la gestión, la economía y hasta de las “esperanzas”).
Por vía directa (la golpeada pero aún viva pituitaria moyanista para captar el malestar social en ascenso y el debilitamiento del Gobierno) o indirecta (la mala situación en la que quedó el macrismo que lo llevó a la construcción de un nuevo “eje del mal” ante el desgaste de la guerra contra el kirchnerismo) o por una combinación de ambas; Moyano terminó empujado a las calles con una movilización que concentró la oposición social a Macri.
La política del histórico referente que representa a la tendencia más “vandorista” de la burocracia sindical fue, para variar, golpear para negociar. Por eso evitó milimétricamente hablar de un paro o algún tipo de escalada y ahora espera que "muevan las blancas". El orden de los factores en el álgebra del “conservandorismo” moyanista, en el último tiempo, alteró bastante el producto: hay mucha más predominancia del factor negociación hacia el que presiona el impresionante aparato camionero.
El Gobierno suma una mala noticia a la falta de respuesta de la economía -que quiso tapar con la narrativa manodurista- y al creciente descontento social, ahora se agrega la pérdida (potencial o real) de la calle que nunca tuvo. En el mismo movimiento desprestigió a los burócratas aliados a los que pintó vergonzosamente de un amarillo fosforescente.
Moyano se convirtió, una vez más, en canal de expresión y límite del potencial que existe para derrotar a Macri. Una concentración convocada sin paro, luego de un zigzagueo que arrastró al líder de los camioneros desde amparo bajo el cielo amarillo a la oposición furibunda, tuvo una respuesta contundente. Un hecho que sólo constata (como lo demostraron con mayor determinación las jornadas de diciembre contra el saqueo a los jubilados) que un paro y hasta una huelga general con movilización pondrían en jaque el ajuste macrista. Justamente lo que exigió unas de las tendencias que participó de manera independiente en la marcha: el sindicalismo combativo y la izquierda.
Con una cita del escritor mexicano Octavio Paz y con objetivos electorales, Moyano recordó que "toda derrota es transitoria y toda victoria es relativa”. Una sentencia que puede aplicar también para esta “derrota” del Gobierno si la estrategia se limita a imponer una nueva pax y trabajar para alguna unidad peronista moderada para 2019, mientras se permite que Macri siga haciendo el trabajo sucio que hoy encontró un nuevo límite. La respuesta sobre la orientación que adoptará Moyano, como diría el por estas horas seguramente alterado Marcos Peña, por ahora, te la debo.
En todo caso, no se limita a una cuestión de análisis, sino de lucha política por imponer que la fuerza contenida que se expresó este miércoles pueda desarrollarse hasta derrotar al salvaje plan de Macri y su banda, que hoy volvió a temblar con la reaparición de un fantasma que siempre recorre la Argentina: el fantasma maldito de la calle.

Fernando Rosso
@RossoFer

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