miércoles, 21 de febrero de 2018

El país de Gilligan



El gobierno le soltó finalmente la mano al subsecretario de la Presidencia Valentín Díaz Gilligan, quien renunció a su cargo tras las revelaciones de que ocultó un millón de dólares en la Banca Privada de Andorra, un paraíso fiscal ubicado en los Pirineos, entre España y Francia.
Díaz Gilligan fue funcionario del gobierno porteño y es vocal de River Plate. Se "defendió" argumentando que él era simplemente un testaferro del empresario uruguayo dedicado a la compra-venta de jugadores, Francisco Casal, en problemas con la justicia por evasión de impuestos. La compañía offshore que presidió Gilligan, Line Action, recibía dinero de clubes de fútbol uruguayos.
La salida de Díaz Gilligan se produce en el marco de un deterioro del gobierno, tras la reforma previsional, del escándalo protagonizado por Jorge Triaca y, fundamentalmente, de la creciente combatividad del movimiento obrero.
Díaz Gilligan es un peón, cuyo sacrificio apunta a preservar a otras figuras del gabinete, involucradas en escándalos mayores. Es el caso del ministro de Finanzas, Luis Caputo, quien fue accionista del fondo Noctua –radicado en Islas Caimán– que se benefició con la suscripción del bono a 100 años emitido por su propia cartera. Después de los Panamá Papers y los Paradise Papers, resulta evidente que no se trata de casos "particulares" sino de un verdadero ´gobierno off-shore´.
La prohibición de ocupar cargos políticos a los familiares de los ministros hasta el segundo grado de consanguinidad (hijos, hermanas) tuvo desde siempre un carácter puramente cosmético y distraccionista. Apenas salieron de cargos oficiales 12 personas, una cifra insignificante, ya que las camarillas enquistadas en el gobierno se entrelazan con grupos capitalistas como los Calcaterra –socios de Odebrecht– o los Caputo, mediante las contrataciones de la obra pública, subsidios, tarifazos, información preferencial sobre los movimientos cambiarios o de tasas, etc. El Estado está al servicio de estas camarillas capitalistas, oficiando como comité administrativo de sus negocios.
La corrupción y el trato de camarilla, en definitiva, es inherente al régimen capitalista.

Gustavo Montenegro

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