miércoles, 21 de septiembre de 2016
¿Qué vino a imponer el golpe de 1955?
El 16 de septiembre de 1955, un golpe de Estado derroca a Perón. Era necesario disciplinar a la clase obrera y aumentar la productividad. Los intentos previos habían fracasado.
Junto a la inflación y el aumento de tarifas, la discusión sobre la productividad del trabajo es hoy un tema de mucha actualidad para los trabajadores. Para mantener un nivel de ganancias en tiempos de crisis, las patronales, mediante sus organismos como la UIA, buscan atacar el salario, los convenios, los ritmos, hay despidos, etc. y las conducciones de los sindicatos lo están dejando pasar o a lo sumo toman medidas tibias. Como hemos anunciado en notas anteriores, desde Ediciones IPS-CEIP estamos preparando un libro de próxima aparición que recorre la historia del movimiento obrero argentino desde sus orígenes hasta las puertas del Cordobazo. En esta oportunidad nos convoca un nuevo aniversario del golpe gorila de 1955 que implicó un enorme ataque a las conquistas de los trabajadores y que a la vez abrió una etapa de resistencia en el corazón de la clase obrera.
Disciplinar a la clase obrera y aumentar la productividad del trabajo
Para 1955 la prosperidad económica característica de los primeros años del gobierno peronista era un recuerdo. Ya desde el comienzo de la década del 50, las condiciones excepcionales de la posguerra cambian. Las contradicciones estructurales de la economía, que no habían sido resueltas sino ocultadas temporalmente –permitiéndole a Perón la prédica de la armonía de clases y la estatización de los sindicatos– emergen poco a poco.
En los años de prosperidad los márgenes de ganancia en el sector industrial habían sido muy altos, beneficiando a un nuevo sector de industriales aparecido en ese momento (como por ejemplo, la familia Madanes, dueña de FATE y Aluar) y también a las empresas ya instaladas. Pero ahora con esta nueva situación de crisis económica y fin de la prosperidad, el sector industrial comienza a tener una exigencia clara para el Estado: que no desciendan sus ganancias. Y para eso exigirá, de ahí en más, aumentar la productividad del trabajo y barrer con todos los obstáculos (conquistas obreras) que así lo impidan. Sin embargo, se va a encontrar con los límites que, pese a los intentos de Perón y el rol de las conducciones de los sindicatos, le pone la clase obrera en los lugares de trabajo, principalmente mediante las comisiones internas y los cuerpos de delegados.
El imperialismo yanqui y el golpe
A su vez, el telón de fondo es una redefinición de la relación del país con el imperialismo. El golpe de 1955 se da en un contexto mundial y latinoamericano en el que el peso de la influencia estadounidense ya es decisivo y debe abrirse paso en la Argentina. Para esto necesitan de nuevas condiciones locales. Por eso, la caída del gobierno peronista no puede comprenderse si no se consideran los intereses del imperialismo norteamericano que hay tras éste.
Perón había hecho lo suyo. Durante su segundo mandato, modifica las relaciones con el imperialismo yanqui, y ya para los años 50 los Estados Unidos pasan a ser el principal inversor extranjero y el primer comprador mundial de productos argentinos, se sanciona la Ley de inversiones extranjeras y las gestiones con varias corporaciones norteamericanas petroleras. Cuando en 1955, la crisis política y el deterioro del gobierno son un hecho consumado, la diplomacia norteamericana no se muestra ni lerda ni perezosa para aprovecharlas para incrementar su peso en las negociaciones.
Los intentos previos bajo el peronismo
Las nuevas condiciones económicas que se viven en los 50 hacen crujir la relación entre las fuerzas sociales que componían al peronismo. Las relaciones entre los industriales y los trabajadores ya no son tan armónicas; tampoco entre las cúpulas sindicales y las bases obreras; y al interior de las FFAA hay cada vez más roces entre facciones. Dos momentos son cruciales para que las clases dominantes y el imperialismo saquen conclusiones de que no es éste ya el mejor instrumento: no logra asestar los costos de la crisis ni preparar a la clase obrera para la nueva relación con el imperialismo. Se trata de la crisis del 52 y el resurgir de una oleada de huelgas en el 54, que se coronará en el intento fallido de retornar a la “unidad” entre los trabajadores y los empresarios, en el Congreso de la Productividad en 1955.
En 1952 se vive una crisis económica. Están aumentando el número de conflictos laborales, la intervención de sindicatos (Luz y Fuerza) y la detención de dirigentes. A su vez, los márgenes de ganancia en el sector industrial están afectados. Ese mismo año muere Eva Perón, pilar importante del peronismo en su accionar de contención de los sectores más pobres de la clase obrera, y en un marco de crisis esto se sintió.
Perón realiza intentos para dar respuesta. El plan económico apunta a los trabajadores, lo que hace crecer el descontento social. Promueve (como piden los industriales) el aumento de la productividad (con el “Plan de Emergencia” que ataca al salario propone congelarlo 2 años y suspende las negociaciones colectivas) y el recurso a la inversión extranjera (con el segundo “Plan Quinquenal” con el que intenta hacer frente a la crisis para el crecimiento de ciertas ramas industriales), y los sindicatos son llamados para actuar como garantes de la aceptación de los planes económicos. Estos dos hechos le generaron enormes contradicciones que lo acompañan hasta 1955, y marcaron los límites intrínsecos del nacionalismo burgués. La primera contradicción cuestionó el “populismo” peronista porque atacó a los trabajadores, y la segunda su “nacionalismo” porque le abrió las puertas a los Estados Unidos.
¿Huelgas a Perón?
En 1954 hay un resurgir de la lucha de clases de los trabajadores. Ante la ofensiva patronal, se desarrollan huelgas en el gremio textil, metalúrgico, de la madera, del tabaco, del transporte (que sin nada de casualidad son borradas por la historia mítica peronista), que son atacadas y sus protagonistas perseguidos por el Gobierno, la CGT y las cúpulas de los sindicatos. El desprestigio de las direcciones de los sindicatos va en aumento como la conflictividad social. Las comisiones internas y los cuerpos de delegados juegan un rol fundamental en las fábricas y otros lugares de trabajo. Todo este cuadro empuja a Perón a pasar a habilitar directamente una ofensiva patronal y llama para el próximo año a un Congreso de la Productividad, entre los sindicatos de la CGT y los empresarios de la CGE, donde el objetivo es aumentar la explotación sobre los trabajadores.
El símbolo de cómo los trabajadores se ubican frente la avanzada burguesa se ve en la gran huelga metalúrgica de abril-junio de 1954 que da impulso al movimiento de huelgas. Las dificultades son crecientes y los industriales extienden sus críticas al conjunto de la política social del peronismo. Los empresarios, a través de la CGE (institución de industriales impulsada por el propio Gobierno) aumentan sus exigencias; buscan reducir el poder de los sindicatos en las fábricas y su principal ensañamiento es con los cuerpos de delegados y las comisiones internas, y por esto piden una intervención estatal más firme en los mecanismos de conciliación y arbitraje en los lugares de trabajo.
El golpe
Llegamos así al año 55, con una crisis que no cierra por ninguna parte. La política que puso en juego el peronismo para resolver, aunque sea, alguna de estas tensiones, se mostró inviable. Bajo las nuevas condiciones de arremetida imperialista y crisis económica, conciliar los intereses del capital y el trabajo “armónicamente” no iba más y algún interés debía someter al otro. Solo faltan 6 meses para el golpe y las exigencias de las patronales son enormes para que Perón pueda hacer que la clase obrera las acepte: introducir incentivos al trabajo, aumentar los ritmos, el manejo del personal por parte de la patronal en las plantas, limitar el poder de las comisiones internas, limitar el ausentismo.
El proyecto de nacionalismo burgués de Perón no pasó el balance histórico de enfrentar el golpe, incluso preparó muchas condiciones para el mismo. Perón justificó su retirada diciendo que buscó evitar un derramamiento de sangre, de esa manera dejó a la clase trabajadora desarmada mientras que los dirigentes sindicales confiaban que su defensa estaría resguardada por una supuesta mayoría leal de las FF.AA. Esto no fue así. El frente golpista incluía, además de los Estados Unidos, a la burguesía local y partidos como la UCR, el Partido Socialista, el Partido Comunista, y a la Iglesia Católica.
La resistencia a perder conquistas: conocer para retomar las mejores tradiciones de la clase obrera argentina y mundial
En aquellos años, el fin de un ciclo de prosperidad impulsó a los sectores empresariales a buscar una mayor productividad del trabajo, el aumento de los ritmos laborales y la desvalorización del salario para mantener sus ganancias, junto con la búsqueda de mayores inversiones de capital extranjero. Los trabajadores no aceptaron mansamente esta situación y protagonizaron la Resistencia con huelgas, luchas y distintas acciones.
Cuando miramos la realidad nacional actual y pensamos en la búsqueda de una mayor apertura al capital extranjero y el ataque al trabajo del programa económico puesto en marcha por el gobierno de Mauricio Macri, vemos detrás los mismos intereses de clase. Pero también vemos el rol del peronismo de representar políticamente intereses policlasistas y a través de las conducciones de los sindicatos llevar a los trabajadores detrás de sus patrones.
Retomar el balance histórico que nos deja el golpe gorila de 1955 propone fortalecer una alternativa política independiente de los trabajadores, que se proponga desarrollar una resistencia activa a los ataques patronales y del Gobierno, e impulsar como tareas actuales la organización en los lugares de trabajo, reactualizando la importancia de comisiones internas y cuerpos de delegados, y apoyar las luchas en curso.
Lorena Rebella
Soledad Domenichetti
Delegada FOETRA Agrupación Violeta | @soledome1
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