jueves, 13 de marzo de 2008
Cuba: cambios actuales y cambios pendientes
Por Narciso Isa Conde/República Dominicana CCB
Fidel, en un gesto de franqueza que confirma su grandeza de espíritu, renunció a sus funciones de Estado; y Raúl, como se esperaba, fue designado para ejercerlas en este nuevo periodo constitucional.
En ese orden no hay, ni podía haber, sorpresas; no solo por los méritos acumulados, sino tambien porque en su mandato interino Raúl exhibió la flexibilidad necesaria, abrió y estimuló el debate, y acrecentó su prestigio y autoridad político-moral.
Con Raúl sigue al mando la generación histórica, los liderazgos originales de la revolución, mientras Fidel pasa a ser la figura emblemática y orientadora.
Perspectivas inmediatas.
En su discurso después de la elección, el comandante Raúl Castro habló de darse un plazo de un año para conformar y presentar una nueva composición del gobierno; justo cuando habrán de cumplirse 50 años del ascenso al poder de los(as) revolucionarios(as) de su generación.
Anunció, además, que habrá cambios para perfeccionar el socialismo actual (el denominado “socialismo de estado”) y para “compactar” y hacer “más eficientes” las actuales estructuras estatales-burocráticas, vía la integración de ministerios y dependencias gubernamentales ahora superpuestas o sobre-abundantes.
Todo parece que se avanza gradualmente hacia la unificación cambiaria, hacia el reparto de tierra en usufructo, hacia mayores estímulos a los pequeños agricultores y hacia el levantamiento de las restricciones más criticadas y más absurdas.
Existen muchas expectativas de incremento de la producción petrolera cubana y habrá de ponerse un énfasis superior en ese campo de la inversión.
Igual crece la confianza en la posibilidad de un buen volumen de préstamos chinos y un relativo mejoramiento del flujo de créditos desde la Unión Europea
Al parecer hay decisión de relajar las tensiones internas en el tema de derechos humanos y en ese sentido se firmaron pactos de derechos civiles y sociales y se invitó al Comisionado de Derechos Humanos de la ONU para contrarrestar campañas sucias.
Hay además tendencia a fortalecer las iniciativas económicas y sociales en municipios, sin que esto implique descentralización en grande.
Y concretamente se ha mejorado el sistema de transporte en la ciudad de La Habana, sin todavía cambiar sustancialmente sus estructuras y su gestión.
Todo esto indica que en el actual gobierno cubano prima la idea de fortalecer y reformar las instituciones del denominado “socialismo de Estado”, para hacerlas más funcionales y eficientes; proponiéndose un plazo de un año para entonces abordar otros cambios, hasta ahora indefinidos en su contenido y direccionalidad.
Cuenta en el cálculo actual de las autoridades cubanas la posibilidad de un cambio de Administración en EEUU que reduzca presiones y debilite el bloqueo…y esto concuerda con lo del plazo de un año para tomar decisiones mayores.
Así leo la lógica del actual traspaso de mando y del gobierno presidido por Raúl.
Ninguno de las tendencias y determinaciones apuntadas son malas. Más aun: todas, o casi todas, procuran mejorías inmediatas.
Problemas mayores.
Los problemas mayores, sin embargo, son otros y se relacionan, por un lado, con la necesidad de acelerar los procesos que posibiliten superar convenientemente la crisis estructural del modelo estatista-burocrático, esto es, del denominado “socialismo de Estado” preeminente en Cuba; y, por el otro, la necesidad de avanzar paulatinamente hacia el relevo generacional.
Dos grandes cuestiones:
1.-Cambio de modelo dentro una revolución de orientación socialista; esto es, transformaciones estructurales que posibiliten superar el estancamiento y el inmovilismo burocrático, avanzando hacia una mayor socialización de lo público- estatal y hacia una mayor democratización del poder y de la sociedad.
2.- Relevo progresivo, armónico y combinado de la generación histórica (cuyos/as integrantes superan con creces los 70 años de edad) por la generación revolucionaria intermedia (50 y 40 años) y por la juventud comprometida con la independencia conquistada y con el tránsito al socialismo emprendido hace ya varias décadas
Ambos procesos requerirían incluir más socialismo y más participación en todas las vertientes sociales, económicas, culturales; sin relegar en lo más mínimo la total superación de la cultura patriarcal-machista, la relación armónica entre desarrollo y la naturaleza, y el rescate a plenitud del proyecto antillanista, latino-caribeño de Patria Grande, como componente inseparable del nuevo internacionalismo revolucionario.
En estas tres vertientes (género, ambiente e internacionalismo) existen trascendentes logros a consolidar y desarrollar, así como tareas imperiosas todavía pendientes de realizar para dar lugar a una continuidad ascendente de esa respetada y admirada revolución, pionera del nuevo proyecto emancipador continental.
El producto promisorio del reciente debate.
En el intenso y productivo debate que precedió a la sincera renuncia de Fidel y a la elección de Raúl, se presentaron más de un millón trescientas mil propuestas e incontables críticas; todas ellas –o casi todas- desde posicionamientos claramente revolucionarios, antiimperialistas y socialistas.
En ese debate quedó muy maltrecho el modelo estatista vigente y se presentaron muchos planteamientos destinados a convertir la propiedad estatal en social, a cambiar las formas de gestión y administración burocráticas por formas participativas (autogestión, cogestión, administración por concurso y socialmente controlada…), a diversificar las formas de propiedad social (cooperativa, municipal, descentralizada, colectiva…), a regular formas de propiedad individual y privada, sin desmedro del predominio de lo social.
Se hicieron, además, planteamientos para delimitar lo roles del Estado, el partido y las organizaciones de masas, para superar la economía dual (área peso-área dólar), para desarrollar la cultural del debate en la sociedad y en los medios de comunicación, para superar las malas herencias del denominado “socialismo real”, para des-dogmatizar vertientes del pensamiento revolucionario, superar el inmovilismo y la inercia burocrática y remozar el proyecto socialista a partir del acumulado histórico de las luchas heroicas y el pensamiento revolucionario del Siglo XX y de lo que va del Siglo XXI.
Estas ideas predominantes son ya del conocimiento pleno de la dirección histórica de la revolución cubana; y ellas, lógicamente, además de formar parte del ideario actual del pueblo cubano, de sus intelectuales orgánicos y de los cuadros políticos de avanzada, encuentra una silenciosa y soterrada -pero fuerte- resistencia en las estructuras y métodos burocráticos establecidos, en la burocracia y las deformaciones ideológicas generadas durante el largo predominio del estatismo y reforzadas por el impacto significativo del campo soviético y euro-oriental en su economía, su cultura y su vida política.
Alienta sí, que las ideas llamadas a superar el inmovilismo burocrático, tengan tanta fuerza en la sociedad cubana y en su vanguardia. Eso indica que la influencia extraordinaria de los líderes y militantes revolucionarios que hicieron resistencia (desde una concepción no dogmática, desde su propia cubanía y desde un marxismo creador) a la impronta conservadora del súper-estado y a la rígida ideología que él emana, dejó huellas imborrables y creó una conciencia revolucionaria imbatible.
Fidel como estadista jamás dejó de ser un revolucionario, aunque la razón del Estado en circunstancias tan difíciles le impusieron realidades y estructuras condicionadoras.
El pensamiento emblemático del Che, destacado precursor de la lucha contra el burocratismo y contra la degeneración del proyecto revolucionario en Europa Oriental, inspiró amplias franjas de todas las generaciones revolucionarias: la histórica, la intermedia y la más joven.
Y por eso la sabia de la “revolución en la revolución” está muy presente y en franca expansión en la Cuba de hoy.
El gran viraje sigue pendiente.
Pero evidentemente todavía no se ha iniciado el gran viraje en términos de poder y cambios transformadores.
Las señales positivas comentadas no incluyen, ni el cambio del modelo de tránsito al socialismo, ni el relevo generacional.
Ambas cosas se han postergado.
Es difícil para mí decidir la pertinencia inmediata, el momento oportuno… precisar desde aquí los niveles de urgencia y el sentido de oportunidad de esos cambios necesarios: unos impuestos por una crisis estructural de un modelo en proceso de agotamiento y otros por la ley de la vida y la evolución biológica de los seres humanos.
Hay si claras señales de que no existe ya mucho espacio ni demasiado tiempo para emprenderlos oportunamente y con buen éxito.
Por lo que he leído deduzco que no pocas personas, con las mejores intenciones y anhelos, esperaban ahora, en el periodo que inicia Raúl, una presencia mayor de las nuevas generaciones revolucionarias cubanas en la conducción y sucesión gubernamental, tal y como se expresó en las elecciones a la Asamblea del Poder Popular.
Igual pasa con las propuestas de desmonte progresivo del modelo estatista-burocrático y el paso a mayores grados de socialismo.
Pero en lo inmediato evidentemente se optó por dejar esos cambios en Stand By y esto crea desaliento y afecta impulsos.
Cierto que no están cerradas a futuro próximo esas posibilidades. Sencillamente no se asumieron ahora, ni tampoco se definieron como necesarias dentro de los cambios que se anuncian para adentro de un año o más allá. Pero no han sido ni negadas, ni clausuradas.
Se optó por hacer más funcional y eficiente el modelo vigente, el denominado socialismo de Estado. Por “mejorarlo”, por “perfeccionarlo”.
La cuestión es que el llamado “socialismo de Estado” tiene mucho de Estado y poco de socialismo. Y que si bien es posible mejorarlo temporalmente, la experiencia histórica enseña que esas mejorías, las más de las veces resultan temporales, porque su realidad estructural y los métodos que le son propios, terminan tragándose los intentos de reformarlo parcial y limitadamente para bien.
El estatismo burocrático, con más o menos regulaciones, fiscalizaciones, regulaciones e injertos, separa a los(as) trabajadores y trabajadoras de los medios de producción y distribución, genera nuevas formas de explotación del trabajo asalariado y de distribución antidemocrática del excedente, margina a gran parte de la sociedad de las grandes decisiones y reproduce el desinterés social.
Cuando ese tipo de modelo entra en crisis, se estanca y/o involuciona, su permanencia sin cambios sustanciales, o sin el inicio de los mismos, tiene riesgos mayores.
Siempre, claro está, hay que ser prudente. Medir bien la correlación de fuerzas internas en el Estado y escoger la mejor oportunidad. Pero tambien siempre hay que tener presente lo que es el gran consenso alcanzado en la base de la sociedad y en las fuerzas transformadoras, siempre hay que apreciar hacia donde apuntan los anhelos del pueblo y asumirlos con determinación para no minar su confianza y no golpear la esperanza generada.
Por algo habló Raúl de cambios estructurales.
Cambios positivos ha habido y otros están anunciados, pero no de ese talante.
Ese viraje esperanzador, con lo dos componentes señalados (cambio de modelo y relevo generacional), sigue aun pendiente.
Ojala la pausa no vaya más allá de un excesivo sentido de prudencia. Ojala no permita que se recupere la inercia burocrática, pase a la ofensiva después de estar acorralada y se convierta en freno difícil de vencer.
Ojala que los reajustes funcionales al modelo existente y las reformas que no modifican su esencia, estén concebidos(as) para ganar el tiempo imprescindible que posibilite avanzar con determinación hacia el nuevo socialismo, en estos tiempos de auge revolucionario continental. Y sobre todo que la conciencia crítica expresada en el debate se convierta en factor activo de los cambios necesarios.
En ese orden la generación histórica está ante el desafío de ser sensible y receptiva a esa realidad, pues ella puede facilitar en grande los cambios mayores, contribuir abrir las compuertas de lo nuevo y garantizar que el socialismo, además de su limitado presente, pueda tener futuro promisorio.
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