lunes, 24 de marzo de 2008

¿López desapareció de cada uno de nosotros?


Jorge Julio López ya lleva un año desaparecido de su casa. Pero resulta que también está desaparecido de los medios, de los discursos oficiales y de la sociedad. Pocos ya se acuerdan de él. ¿Qué se puede hacer desde nuestro lugar? Seguramente mucho más que la nada misma que recorre a cientos de personas. Que nadie venga a decir que no hay nada por hacer. Que no se puede hacer nada. Se puede hacer mucho, el tema es que la mayoría de esta sociedad no tiene ganas y, encima, no se hace cargo.

Luis Zarranz

Jaque al Rey

Una de las primeras consignas al momento de producirse la desaparición de Jorge Julio López fue “Todos somos Julio López”. El sentido del mensaje era claro. La desaparición de Julio era una intimidación para toda sociedad y sentirnos como él era decir que no iban a lograr desaparecerlo por completo.
A un año y medio de ese tiempo, Julio sigue desaparecido y también muchos lo desaparecieron de sí mismos.
Lo de la Justicia no sorprende: es la regla. En la causa no hay ni un solo imputado ni líneas firmes de investigación. Este dato, por si sólo, explica la complicidad estatal en la desaparición de Julio.
Lo del Gobierno y su doble discurso estaba cantado: “El compañero Tito”, lo llamó el ex presidente mientras no ordenaba ninguna de las acciones que le reclamaban los organismos de Derechos Humanos. ¿Tan poco valor le da a la palabra compañero una persona que se nos presenta como militante de toda la vida? Dos opciones: o jamás militó o es un turro. Si me dejan, me inclino más por esta opción.
Julio está desaparecido de su casa, pero también de los medios, de los discursos oficiales, del Congreso y, esto es lo que más duele, de la sociedad, Su desaparición es la prueba irrefutable –por si le hacía falta a un estúpido- de la continuidad de la política genocida implementada en la última dictadura militar.
Son cómplices jueces, fiscales, funcionarios. Todos callan. Todos miran para otro lado. ¿Qué ven? ¿Qué pretenden mirar?
La ausencia de Julio se hace insoportable pero vaya a saber porqué mecanismos, o quizá por ese silencio que pretende hacernos creer que no existe lo que no se nombra, sigue siendo sostenible. Sigue siendo, existiendo, y con eso alcanza para ser espeluznante.
La vida misma, la cotidianidad de todos los días, lo rutinario, todo eso que tiene la normalidad más normal de cualquier día, sigue como si nada.
Nadie lo recuerda cuando hace sus compras, cuando entra al cine, cuando grita un gol como desaforado, cuando va a la plaza con el nieto, al laburo, a la escuela...nadie.
Todo sigue. Todo pasa. Todo bien.
Una pregunta se me instala en el cuerpo y me persigue como buscando una respuesta urgente: ¿Qué se puede hacer desde nuestro (cómodo) lugar?
Poco, quizá, pero seguramente mucho más que la nada misma que recorre a cientos de personas con los que uno dialoga cotidianamente. “¿Ya pasó un año y medio?”, dice la voz que perturba los oídos.
López sigue desaparecido, en parte, porque nosotros estamos más preocupados por si se pasa el feriado, si vuelve Tinelli o si mañana hacemos fútbol con los pibes. Su desaparición es cosa nuestra, y como cosa nuestra debe interpelarnos a la acción, a exigir respuestas.
Hay ciertos hechos que nos definen como sociedad. La desaparición de López es uno de ellos. Las pruebas están a la vista. Nadie, más allá de los sectores movilizados, se inquieta por una desaparición que se prolonga un año y medio sin mayores novedades.
Que nadie venga a decir que no hay nada por hacer. Que no se puede hacer nada.
Mentira.
Se puede hacer mucho, el tema es que la mayoría de esta sociedad no tiene ganas, no le interesa, no le preocupa y no lo inquieta que alguien haya desaparecido luego de testimoniar contra un genocida. Disculpen si les caigo mal, pero también son cómplices. No caben las metáforas, los recursos estilísticos, las expresiones refinadas: se están cagando en un tipo que fue chupado, como se cagan en Fuentealba, en los cartoneros y en los pibes que son molidos a palos en las comisarías.
“La única lucha que se pierde es la que se abandona” dice el póster pegado en la pared justo arriba del monitor de esta computadora...

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