sábado, 2 de enero de 2016

Valió la pena



Valió la pena. Por mi obra La Patagonia Rebelde sufrí cárcel, persecuciones y exilio. En la obra compuesta por cuatro tomos dejé en claro la matanza de peones rurales patagónicos en 1921 por orden del presidente Yrigoyen y mano brutal del teniente coronel Varela.
Ante tamaño crimen, el partido radical nunca se hizo la autocrítica y como única respuesta se retiró de la sala de diputados cuando se iba a aprobar el envío de una comisión investigadora. Mis libros fueron quemados durante el gobierno de Isabel Perón y recién pudieron ser publicados cuando se restableció la democracia y pude volver del exilio.
Allá en la lejana Patagonia, en la estancia La Anita de los Menéndez Behety, se realizaron los fusilamientos más numerosos y fueron encontrándose en su terreno las enormes tumbas masivas.
No fueron fusilamientos durante una dictadura sino durante el gobierno democrático que había anulado la pena de muerte dos años antes, éste resolvió dictar la pena de muerte para los huelguistas del campo patagónico.
Allí están las tumbas masivas. Mis libros dejaron bien en claro el enorme crimen realizado no por una dictadura sino por un gobierno elegido por el pueblo. En mis libros exigí la intervención del Congreso para que se enviara una comisión investigadora y se debatiera el tema. Nunca se tomó esa iniciativa que hubiera sido muy sana para nuestra democracia. Cuando este tema se discutió en el Congreso en 1922, la fracción mayoritaria radical abandonó la sala de sesiones dejando sin número la cámara y así se impidió la comisión investigadora. Desde aquel entonces los radicales guardaron silencio, no fueron capaces de convocar ellos mismos a senadores y diputados nacionales a discutir ese hecho histórico tan escondido y pedir disculpas al pueblo por un crimen tan cruel cometido por orden del gobierno nacional, todavía están a tiempo de hacerlo y restablecer así la fe en la democracia. Sí repito porque el crimen anti obrero mas grande de nuestra historia fue cometido por un gobierno elegido por el pueblo y no por una dictadura militar.
La verdadera justicia a veces tarda mucho tiempo pero finalmente llega. Ya el pueblo santacruceño había reaccionado levantando una estatua al gaucho José Font, llamado “Facón Grande”, que había comandado la columnas huelguista del norte de Santa Cruz. El monumento se encuentra en la ruta a Puerto Deseado. Y una calle de Río Gallegos lleva ya el nombre de Antonio Soto que fue líder de los huelguistas en el sur del territorio santacruceño. En otros lugares de la provincia se recuerdan otros nombres de luchadores increíbles que dieron su vida por conseguir un poco más de dignidad en el trabajo. La verdad triunfa, finalmente. Lo repetimos con orgullo.
Pero vayamos al hecho que nos debe poner orgullosos. El propietario de La Anita, descendiente de aquellos Menéndez Behety que permitieron los fusilamientos ha dado permiso ahora para que en la propia estancia se erija un lugar donde cada año va a realizarse un acto recordando la vergonzosa actitud del gobierno y ejército argentino: el fusilamiento de peones huelguistas explotados al máximo por los estancieros. Esta actitud del estanciero de La Anita reconoce por fin el crimen nefasto ocurrido en su estancia. Todos los años ahora, en diciembre se realizará el acto recordativo de la muerte de aquellos héroes del campo que sacrificaron sus vidas por más dignidad.
En mi investigación recogí la declaración de Juan Faure que fue un soldado de los fusiladores del 21. Me declaró: Estuve en el encuentro de la estancia La Anita donde realicé el primer fusilamiento de dirigentes que tuve que efectuar con otros cinco soldados. Los detenidos estaban concentrados después de la rendición, sentados en el suelo, eran clasificados por los estancieros de la zona permitiéndoseles retirarse en libertad a los que reconocían como peones de buena conducta y fusilándose a los que poseían antecedentes o eran inculpados de cabecillas o de hechos delictivos. El fusilamiento que me tocó actuar se ejecutó en La Anita en un grupo de siete prisioneros. Dos de ellos de origen alemán pidieron permiso al subteniente para abrazarse antes de morir pues dijeron ser viejos compañeros de aventuras, con la muerte no pagarían todo lo que habían hecho juntos. El disparo que le efectué a éste alemán lo hirió en el costado del pecho, por lo que abriéndose la camisa y señalándose el corazón dijo: “Pégueme otro tiro pronto así me matan enseguida” pero el subteniente contestó: “Hacelo sufrir un rato para que pague lo que hizo”. Al dispararle por segunda vez cayó muerto. Detrás de los soldados que efectuaron la ejecución había otros apuntándoles con carabina con orden de hacer fuego sobre el que se negara a tirar sobre los condenados. Se dio orden de sepultar los cadáveres en una fosa pero, para no cavarla, los soldados los quemaron empapándolos con kerosene. Motivo por el cual fueron arrestados por sus superiores. Con respecto a los cadáveres de los fusilados antes de quemarlos los soldados les registraban los bolsillos apropiándose así de cierta cantidad de dinero en moneda chilena.
Esto elegimos los argentinos, ojalá nunca mas ocurra en nuestra historia. Antes muy poco se habló de este tema. Pero ahora el mayor estanciero de la Patagonia da permiso para recordar el inexplicable crimen estatal en su estancia.
Propongo al partido radical, por el gran crimen cometido con los peones patagónicos, que cada año se le ponga un ramo de flores en un monumento al gaucho “Facón Grande”.
Será un acto de honestidad y de respeto democrático por la vida.

Osvaldo Bayer

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