“Recesión es cuando tu vecino pierde su empleo. Depresión es cuando tú pierdes el tuyo. Recuperación es cuando Jimmy Carter pierde el suyo”.
Ronald Reagan
La historia política de nuestro país está atravesada por la férrea lucha por el poder, la negociación, la venganza y la cacería. La Argentina es un Coliseo romano donde los actores políticos y económicos se despedazan. Se llevan puestas instituciones, leyes y conquistas. Al tiempo erigen otras buscando la pax social. Desde el inicio de la democracia todos los gobiernos fueron puntos de partida. No hay lugar para continuidades grises. El peronismo y sus renovaciones son el mejor ejemplo de esto. Un refundacionalismo permanente y carnívoro, tan posmoderno que no soporta en su memoria RAM a viejos líderes, gestas y símbolos. Hoy Perón no es nada. Todos inauguraron el poder -de alguna manera- para deshacerse de los gobernantes anteriores. Nuestro país es un país de novedades. Solo por épocas este territorio, sus actores institucionales y sus fuerzas políticas parecen gobernables y compenetradas con el Estado. Por momentos, dudamos que esto pueda mantenerse. Tres tipos en fuga y policías cómplices te pueden desequilibrar algunas ideas sobre la estatalidad y convertirse -casi en una operación hollywoodense- en personajes similares al Chapo Guzmán o Totó Riina. Pero no hay novedad sin fragilidades y ni crisis anteriores. Nadie erosiona tan rápido y con cierta legitimidad algunas instituciones si estas no estuvieran atravesadas por un conjunto de ficciones políticas frágiles o en constante disputa. El castillo de naipes -tan discutido, tan parapetado- se cayó rápidamente. El lazo político contemporáneo está demasiado resquebrajado y sinuoso para pensar en garantías continuadas de adhesión. El llamado “cepo” no suscitó catástrofes y la única gran estatua del kirchnerismo -el AFSCA- fue sitiada sin grandes masas en la calle exigiendo su restitución. Un par de jueces y DNU’s la voltearon. Allí donde avanzó el macrismo fueron zonas donde el kirchnerismo encontraba mayores insuficiencias o debilidades. Las palabras que recogieron en la intimidad del timbre y un afán que busca desmalezar ideológicamente la vida política orientaron la venganza social. Hiperrealista, sin grandes alocuciones. Una venganza que -en estas primeras semanas- encierra cierta legitimidad. Eso es lo inquietante. Tipos que se alegran que despidan a otros, creyendo que en realidad pierden una cuota de poder y no su salario. Avalan DNU’s como atajos para borrar memorias anteriores. Usan FB y Twitter para publicitar su goce particular. No se esconden. El closet político is open. El kirchnerismo dejó a su paso microvenganzas en suspenso. Sus tensiones con el sindicalismo, con ciertos grupos mediáticos, con viejos empleados estatales, con intendentes y gobernadores propios, etc. Un día perdés y todo eso se desata y no hay humanismo que rescate a las biografías. Muchos se vuelven espectadores del descalabro de otros. El Estado entra en suspenso como garantías y derechos y se introduce los intereses de la facción. La política es ofrecer venganza a los que se sintieron destratados (actores políticos y económicos). Es otorgar una dosis de cierto placer a ciertos caprichos sociales. Macri es el vengador de hombres y mujeres solas (individualistas) a quienes les fastidia la política y que desean propinarle una patada al kirchnerismo y, a su vez, de un conglomerado de grupos económicos decididos a ampliar sus rentabilidades. La revancha también construye identidad política, delinea un estilo de liderazgo. Macri es sociológicamente el “jefe” de una subjetividad de época. Una volátil, individualista y resquebrajada, pero que muere por rentabilidad.
Luego de la revancha, de la cacería, de la devaluación y del ajuste político Cambiemos espera que se abra la alameda de la “felicidad”. ¿Cuál es el límite de la revancha y la cacería? Si éstas ocupan toda la gobernabilidad esta puede resquebrarse y el macrismo puede enfrentarse a graves problemas antes de tiempo. Como indicaba Macbeth de sus adversarios, si el Gobierno Nacional se equivoca puede escuchar rápido los ruidos de esa “selva que viene marchando”, el precio de la agresión a veces puede ser mayor al imaginado. El que gobierna lo hace con el miedo a la venganza del otro (en este caso, del peronismo, de lo que quede de él o de una fantasmagoría). En este contexto, nadie parece tomarse en serio que la “revolución de la alegría” integra un término de “punto cero”. Encierra una palabra donde el trastrocamiento y la violencia integran su universo de sentidos. El vocablo revolución no pertenece solo al tesoro de hombres de izquierda, sino de neoconservadores decididos a poner las cosas en su lugar y dar rienda suelta a un mundo desigual y jerárquico. Muchos votantes decidieron avalar este orden, pero no en un nombre de un universo de concepciones sustanciales al modo del cowboy Reagan, sino de discursos que rechazan el modus lexical de la política. Ahora bien, el desmalezamiento ideológico puede ser un rechazo a la hiperpolitización del kirchnerismo o una lejanía comprensiva de la densidad de lo político. Cuestión que puede condenar al macrismo a cierto amateurismo. Nadie puede sostenerse por mucho tiempo en la revancha y en la cacería. Eso es solo para las series.
Esteban De Gori - CELAG
No hay comentarios:
Publicar un comentario