domingo, 13 de septiembre de 2009

Una historia de militancia y fútbol recuperada


Jugaba de volante en Tercera División, estudiaba Ingeniería y militaba en el PCML. Estaba desaparecido desde 1976, y casi 33 años después sus restos fueron devueltos a su familia. Estuvo detenido en el Pozo de Banfield y fue fusilado de tres tiros.

La pose de futbolista con las manos en la cintura, la camiseta de Gimnasia cuello en V sin publicidad, los árboles del bosque platense como fondo, la tribuna cabecera de madera, los mismos sueños de Primera División que cualquier pibe. Todo en la fotografía en blanco y negro (una entre tantas que conserva su hermano menor, Gabriel) parece estar en el mismo lugar cuarenta años más tarde. Todo menos él: Luis Alberto Ciancio. El tiempo que prolongó su desaparición, su pérdida de identidad ahora recuperada, supera con holgura sus años de vida. Por eso resulta imposible llenar semejante espacio vacío. Aun después de que finalizara su búsqueda.
Pese a la tarea formidable del Equipo Argentino de Antropología Forense, que identificó sus restos, faltan completar algunas partes de su historia. ¿Dónde está su compañera Patricia Dillon, la madre de su hijo Federico? ¿Quiénes dieron la orden de secuestrar a la pareja? ¿Por qué el estudiante de Ingeniería que militaba en política no pudo terminar su carrera? ¿Por qué se ensañaron con la mayoría de los jóvenes que integraban su organización, el Partido Comunista Marxista Leninista (PCML)?
“Hoy lloro a todos esos chicos, con los que tuve amigos compartidos con mi hermano. Casi todos están desaparecidos. El viernes, cuando regresaba con mi mujer del cementerio de Berisso, nos decíamos: ‘Si volviera a pasar lo mismo que aquella vez en el país, seríamos muchos más los que saldríamos a dar pelea’. Lo que hizo la dictadura fue un genocidio que quedará en la historia como la Guerra del Paraguay o la Conquista”, dice Ricardo (57), el segundo de los hermanos Ciancio, un empleado especializado en recursos humanos. Luis era el mayor, Alejandro (46) es el tercero y Gabriel (45) el cuarto.
Sus padres, Luis Alberto y Dora Hilda Alegre, provenían de Chacabuco, la ciudad de Haroldo Conti y Daniel Passarella. El jefe de familia participaba de carreras en ruta con su bicicleta y un día, en uno de los tantos viajes que realizaba, pasó de la pensión en donde vivía a trabajar en el frigorífico Swift de Berisso. La familia comenzó a crecer en la calle 8, frente al legendario club Estrella fundado en 1921. Luis, el primogénito, cursó la primaria en la Escuela N 2, Manuel Alberti, donde fue elegido abanderado (otra fotografía en poder de Gabriel lo corrobora). Cuando eran chiquilines, los hermanos mayores se probaron en Gimnasia, el club del que son hinchas los Ciancio. Luis quedó y Ricardo no: “A mí me echaron”, recuerda. La poca diferencia de edad entre los dos más grandes hace que Alejandro y Gabriel (12 y 13 años menores que el joven desaparecido) sugieran que, para este tipo de evocaciones, Ricardo sea la persona más indicada.
“Luis jugó desde la división más chica hasta la Tercera. Sólo un año interrumpió sus entrenamientos en Gimnasia para participar en torneos barriales, pero después volvió para 5 o 4. Era un volante derecho que llegaba al gol, aunque cuento esto y yo, en realidad, no soy futbolero. Mi deporte era el rugby”, confiesa.
Alejandro es –según Gabriel– el más parecido al hermano que secuestró un grupo de tareas de la marina. Médico, hoy vive en Ingeniero Maschwitz y dirige la Corporación Médica de San Martín. También pasó por el área de Salud en el gobierno porteño hace varios años. Aunque era un pibe con edad de escuela primaria cuando Luis había fichado en Gimnasia, se acuerda de que “jugaba bien, tenía muy buena pegada y su puesto era el de volante por la derecha. Petiso, gambeteador, un día me contó que había compartido el vestuario con Gatti. Yo también jugué en Gimnasia y llegué hasta la tercera donde tenía como compañeros al arquero Castagnetto, que ahora es viceministro de Desarrollo Social, al Flaco Rifourcat, Marchi y otros jugadores que habían bajado de Primera como Espósito y Abel Alves”.
Luis Alberto, el antiguo empleado de Swift –frigorífico que cerró en 1970–, era un seguidor incondicional de su hijo, que en parte lo decepcionó cuando abandonó la carrera de futbolista para dedicarse por completo a sus estudios universitarios en la Facultad de Ingeniería platense. Ricardo confirma ese dato de la simbiosis que había entre su padre y su hermano mayor: “Lo seguía a todos lados, era infaltable en sus partidos. Por eso después lo buscó como lo buscó. Nosotros, el resto de la familia, lo hacíamos con algunos miedos, pero mi viejo no. Iba al frente contra lo que fuera”.
De aquella etapa en la que el mediocampista de Gimnasia combinó brevemente estudios y deporte, sus hermanos también atesoran una foto en la que se lo observa junto a Juan Miguel Tutino, un volante creativo que hasta hace un tiempo trabajaba como taxista. Alejandro asegura que hay otra en la que se lo ve con el delantero sanjuanino Oscar Fornari, integrante de la llamada selección fantasma que jugó las Eliminatorias del Mundial ’74 en la altura de La Paz.
Pero si Luis hoy pudiera responder con cuál de las imágenes del álbum futbolero se quedaría, seguramente elegiría la que comparte con su íntimo amigo Horacio Cegatti, con quien jugó en las divisiones menores de Gimnasia. A los dos se los observa en cuclillas, ataviados con el equipo del Lobo platense, antes de empezar un partido. Cegatti y el otro amigo íntimo de Luis, Miguel Segismundo, se mataron en un accidente automovilístico en Chacabuco, hace como veinte años.
En ese lugar situado a 215 kilómetros de Buenos Aires todavía vive un hermano de Hilda Alegre, la mamá del militante y futbolista que estuvo desaparecido durante casi 33 años. El tío de Luis se llama Ricardo Osmar Alegre, alias Caíto, y viajó, pese a que tiene algunos problemas de salud, a la inhumación de los restos de su sobrino (ver aparte). Militante del Partido Auténtico en los ’70 (un intento político de los Montoneros por ir a elecciones en 1975), estuvo detenido durante nueve meses en 1976, incluso desde antes del golpe del 24 de marzo.
A Luis lo recuerda en la infancia como “un chico bárbaro. Me acuerdo que lo subía a un trencito, acá en Chacabuco, en el que le gustaba jugar. El venía generalmente a pasarla en lo de mis padres, o sea, sus abuelos”. Con los años, tío y sobrino se enfrascaban en charlas políticas aunque no pertenecían al mismo partido. El joven desaparecido se había comprometido con el PCML (Partido Comunista Marxista Leninista Argentina),y, según Caíto, “tenía, como yo, la colección del periódico Militancia, que dirigían Ortega Peña y Duhalde. Cuando venía a Chacabuco había una confitería que se llamaba Lacentra donde discutíamos de política”. El mayor de los Alegre, Antonio, ocupó la presidencia de Boca Juniors entre 1985 y 1995. Hoy tiene 86 años y también es tío de Ciancio.
Caíto evoca que cuando estuvo detenido a lo largo de 1976 “pensaba mucho en él”. Pero cuando Alegre –quien ahora tiene 73 años–, recuperó su libertad, a la semana secuestraron a Luis. Ocurrió el 7 de diciembre de 1976, en el acceso a las oficinas de Vialidad Provincial, donde trabajaba el joven Ciancio. Ese mismo día la detuvieron a Dillon, presuntamente en la sucursal del Banco Provincia de Berisso, donde se desempeñaba. Otra versión indica que su desaparición ocurrió en la ex Casa Beige, una tienda de 48 y diagonal 74.
Para entonces, ya había nacido Federico, el hijo de Luis y Patricia o Pato, una rubia de rostro aniñado, pelo largo y estudiante de Letras, dos años menor que Luis. A los dos se los ve sonrientes en un par de fotografías; él demasiado delgado y ella “menuda, dulce, divina, la conocí cuando tenía cinco años”, recuerda Gabriel, su cuñado.
Federico nació un día después del golpe, el 25 de marzo de 1976. Hoy está casado con Silvina y tienen una hija, Galatea, la nieta de Luis. El es un músico prestigioso que acaba de recibir el premio Konex. Toca el órgano y el clavecín en composiciones clásicas, como lo ha hecho bajo la dirección de Carlos López Puccio, también integrante de Les Luthiers. A Federico lo criaron sus abuelos Hilda y Luis Alberto, que fallecieron en 2001 y 2003, respectivamente. Junto a los dos, en el cementerio Parque de Berisso, ahora descansan los restos de Luis.
El 21 de abril pasado, la familia Ciancio se enteró de que el Equipo de Antropología Forense había identificado a su ser querido. Hubo que esperar un tiempo más para tener la confirmación oficial de un juzgado. Y habrá que seguir varios años para seguir sumando certezas. Sobre 337 cuerpos encontrados en el cementerio de Avellaneda, 47 ya se sabe de quiénes son. El ex futbolista de Gimnasia, estudiante de Ingeniería y cuadro político del PCML que pasó por el centro clandestino de detención denominado Pozo de Banfield fue fusilado de tres tiros. Ahora su familia quiere saber quién disparó. “Sin espíritu de venganza, sin odio. Pero sí con un profundo sentido de justicia”, afirma Ricardo, con quien Luis también solía discutir de política. Una postal de época que hoy escasea y que cruzó a la generación de los dos.

Gustavo Veiga

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