El leal mártir traidor y los escondidos por la historia.
Con motivo de cumplirse un nuevo aniversario, el trigésimo sexto, de la muerte de quien fuera el conductor de la CGT desde 1970 a 1973, presentamos una columna de opinión en la que se intenta dar un marco histórico a una línea que marcó profundamente el sindicalismo argentino, la cual hoy todavía deja ver sus consecuencias.
Motivan estas líneas una sucesión de hechos que evocan a otros similares, que como siempre, suelen repetirse, o parecerse.
Sucede que la historia resulta contradictoria, chocante, y que, como ya se sabe, está escrita por los que ganan.
Y nos guste o no, los que ganaron en la Argentina, han sido los radicales, los peronistas, y los militares, representando siempre, centímetros mas, centímetros menos, a la oligarquía terrateniente, y a los grandes intereses económicos, algunas veces orientados mas a lo local, y otras hacia lo transnacional.
Lo cierto es que, aunque muchos pongan el grito en el cielo por no estar de acuerdo, se han beneficiado en esta historia, solamente los poderosos; y ha sido la clase trabajadora la que siempre aporto la sangre y el trabajo, a cambio de derrotas, entregas, y nada más que eso.
Volvamos a los motivos impulsores de estas líneas:
En estos días, como acontece para esta fecha del año, la capital federal amaneció empapelada con carteles que recuerdan la memoria del asesinado sindicalista José Ignacio Rucci.
En ellos se lo recuerda como "Argentino y Peronista" (lo cual no dice nada, ni que clase de Argentino, ni que clase de Peronista), y otras leyendas igualmente efectistas, entre las que sin duda se destacan "mártir asesinado por abrazar la causa del pueblo trabajador"
José Ignacio Rucci, dirigente metalúrgico, y luego de la CGT, sobrevivió (y colaboró) con varios gobiernos nefastos, entreguistas y represores, junto con Augusto Timoteo Vandor, el "Lobo", dirigente de la misma especie, tan memorable por su idéntica "conducta" como por su similar final.
Rucci, quien fuera dirigente en la tristemente célebre SOMISA, ascendió rápidamente, llegando en los años 60 a ser secretario de prensa de la UOM, para luego convertirse en interventor por la seccional San Nicolás, donde más tarde fuera secretario general.
De la mano de personajes como Vandor, Paulino Niembro, Avelino Fernández y Lorenzo Miguel, forjaron el sindicalismo peronista sin Perón, manejándose con habilidad y gran libertad tanto en años de dudosa democracia (con el peronismo proscrito) como durante las distintas etapas dictatoriales.
Aquellos tiempos fueron, sin dudas, de los peores para la clase obrera, donde muchas de las conquistas logradas años atrás, empezaban a ser pisoteadas y entregadas por la CGT, que mantenía, de todos modos, su discurso populista.
Llegando a los 70', dos maneras de sindicalismo chocarían: la de Rucci, el hábil burócrata peronista (la postura claramente ganadora en el tiempo) y la de dirigentes obreros de base, como Agustín Tosco.
Mientras uno, encerrado en su oficina, cómodamente acomodado en su sillón de la CGT planeaba como pasear en su lujoso y último modelo "Torino" (el cual, desde ya, en esa época no podía ser comprado por un "simple obrero") el otro, siendo delegado, y luego secretario general de Luz y Fuerza de Córdoba, jamás abandonó su puesto de trabajo.
Mientras Rucci, encerrado en su oficina negociaba con cuanto gobierno dudosamente democrático (cuando no militar), Tosco dormía 5 horas diarias, cumpliendo su jornada laboral (a pesar de poder no hacerlo, amparándose en los derechos gremiales) y luego militando, cumpliendo su rol de secretario general.
Diría Tosco que el acceder a un cargo sindical es una responsabilidad que requiere de un esfuerzo extra, en el cual se deberá mantener el puesto de trabajo, porque allí se forja la realidad de los trabajadores, y que de ningún modo será un beneficio, que permitirá ausentarse del puesto de trabajo diario en donde ha sido elegido, para pasar los días en la opulencia y la comodidad, sin pisar siquiera ese lugar que enseña en lo cotidiano cuales son las realidades y las penas de los trabajadores.
Rucci, ese "trabajador peronista", vivió todos sus años de sindicalista sin siquiera pisar una fábrica; sin siquiera compartir un solo día la cotidianidad con los trabajadores de base.
Entonces, ¿Cuál fue la causa que abrazó Rucci, esa que se dice "del pueblo trabajador"?
Mientras Rucci se manejo entre militares y gobiernos pseudos-democráticos, con total libertad, Tosco fue perseguido y encarcelado, tanto por gobiernos democráticos como dictatoriales.
La tranquilidad con la que vivió Rucci (hasta el momento de su asesinato en manos, supuestamente, de Montoneros), no la tuvo Tosco, quien fue morir en la clandestinidad, a causa de la imposibilidad de ir a un hospital, por la inevitable captura que esto traería.
Sin embargo la historia la escriben los que ganan, y Rucci ganó, como ganaron durante esos años, y en los años posteriores, los dueños del dinero y del producto del trabajo ajeno.
Rucci ganó, y la entrega se fue consumando gobierno tras gobierno, tras gobierno, sea radical, peronista o dictatorial.
Y la clase obrera, a la que Tosco representaba no solo en un sillón, sino todos los días en el puesto de trabajo del cual jamás se movió, perdió.
Pasados los años, los resultados hablan solos.
Ha ganado la clase sindicalista burocrática a la que Rucci perteneció.
Basta ver quienes reivindican hoy a Rucci: las 62 organizaciones (que no le hicieron ni un solo paro a Menem, cuando vendió los derechos fundamentales de los trabajadores en los 90'), la UOM (gremio históricamente conducido por entreguistas), y la CGT, conducida hoy por un hombre tan nefasto como mafioso, como lo es Hugo Moyano, que al igual que Rucci, y a diferencia de Tosco, sigue sin hacer uso de ese mote que le ponen ("camionero"): ¿o acaso alguien vio a Moyano trabajar junto a sus compañeros, en los últimos 20 años? ¿Cuándo fue la última vez que Moyano se subió a un camión para trabajar como cualquier laburante, o como hacía Tosco diariamente?
Allí esta el modelo de sindicalista ganador al que perteneció Rucci: el burócrata entreguista.
En estos días, el "representante máximo" de los trabajadores, Hugo Moyano, desestimó la lucha de los 2.300 trabajadores y trabajadoras de Terrabusi (Argentinos) contra la empresa Yanqui Kraft, y justificó su inacción (su entrega) diciendo que el conflicto "esta politizado por la izquierda", como si esto le restara valor al reclamo, y como si esto sería condición dentro del estatuto para no defender a trabajadores sometidos a la opresión patronal.
Moyano, que al igual que Rucci, prefirió la comodidad del sillón al esfuerzo del trabajo cotidiano, se solidariza y es funcional a los intereses de multinacionales como Kraft.
Rucci no esta solo, porque Moyano acompaña su "lealtad peronista" y sigue su camino.
Pero Tosco tampoco esta solo.
Mientras Moyano entrega a los trabajadores de Terrabusi a su suerte, en el sur, el Sindicato de Ceramistas de Neuquén, renueva sus directivos; y aunque pudieron seguir en sus cargos, Raúl Godoy y Alejandro López (trabajadores de FASINPAT -ex Zanon-) volvieron a su fábrica, a la línea de producción, junto con sus compañeros, como lo hacía el Gringo Tosco; cómo no lo hacía Rucci; demostrando que otra dirigencia sindical no solo es posible, sino que es necesaria, y existe.
Por suerte, por cada Rucci hay un Tosco, y por cada Moyano hay un Raúl Godoy, un Alejandro López, y 2 mil trabajadores y trabajadoras de Terrabusi que muestran un nuevo-viejo camino.
Tal vez alguien, en 30 años, reescriba estas líneas.
Tal vez, en 30 años, haya en el poder Ruccis y Moyanos.
Pero habrá, siempre, Toscos, Godoys y López para que no duerman tranquilos.
Porque podemos perder, pero "tuvimos, tenemos y tendremos razón en intentarlo".
Lucas Vadura
AGENCIA DE COMUNICACIÓN RODOLFO WALSH
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