Cuando en 2005 el tsunami Katrina barrió con Nueva Orleáns, uno de los pueblos más pobres de los Estados Unidos, se desató un interesante debate que por estas horas resulta oportunamente trasladable a la provincia de Misiones a raíz del trágico tornado de San Pedro: ¿Pueden atribuirse los cada vez más frecuentes y violentos desastres ambientales a reacciones “naturales” de la madre tierra?
La zona sobre la cual se abatió el ciclón que hasta el momento dejó un saldo de 11 muertos, decenas de heridos y cientos de familias damnificadas, forma parte de la llamada selva paranaense, la eco-región con mayor deforestación de Suramérica.
En nombre del mentado desarrollo foresto industrial, en las últimas décadas Misiones redujo alarmantemente la extensión de su territorio boscoso. Para alimentar las industrias madereras y celulósicas, exóticas y milenarias especies vegetales nativas fueron reemplazadas impunemente por interminables plantaciones de pinos, principalmente de origen estadounidense (elliottii y taeda).
Según estimaciones de distintas organizaciones ecologistas, Misiones ya perdió cerca del 60 por ciento de su selva original y sólo en los últimos veinte años se devastaron más de 250 mil hectáreas de bosques naturales por la tala ilegal y la reconversión de monte nativo a bosques implantados de pinos.
Entre las localidades con mayor depredación figuran San Pedro, San Vicente y Puerto Libertad, que sufrieron cambios radicales en sus ecosistemas naturales.
Este nivel irracional de deforestación contribuye al calentamiento global, que entre otros desastres como inundaciones, sequías, tornados, incendios forestales y terremotos, viene generando en los últimos tiempos ciclones y lluvias torrenciales atípicas en distintas regiones del globo terráqueo.
Un informe de la organización Oxfam Internacional presentado en abril de este año da cuenta de que el número de personas afectadas en el mundo a causa de desastres relacionados con el clima podría aumentar en un 50 por ciento para 2015, hasta alcanzar unos 375 millones de damnificados.
El estudio alerta que el cambio climático junto con la mala gestión del medio ambiente provocan una proliferación de estos desastres y advierte que las personas en situación de pobreza son las que presentan mayor grado de vulnerabilidad.
Resulta absurdo y superficial reducir estas reacciones de la naturaleza a fenómenos ambientales “normales”, mientras se continúa con la tala descontrolada de nuestros montes. La pachamama nos está pasando factura, y la están pagando, como casi siempre, los pobres e inocentes.
Mientras tanto, nuestros gobernantes siguen pronunciando “sentidos” discursos que omiten completamente las verdaderas causas de las tragedias ambientales y sociales que nos aquejan.
Sebastián Korol (REVISTA SUPERFICIE, especial para ARGENPRESS.info)
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