lunes, 26 de mayo de 2008

Disney

Por Nuria Barbosa León, periodista de Radio Progreso y Radio Habana Cuba

La historia es real. La Chica se llama Disney Limonta Fonseca, es una linda criolla de 23 años con todos los atributos de una buena cubana, vive en el reparto Río Guaso de la ciudad de Guantánamo.
Cuando cumplió 15 años y luego de participar en las labores agrícolas por 45 días en su ciudad natal, eso que llamamos la escuela al campo, su familia notó cierta cojera de la parte izquierda que la muchacha no daba importancia porque no dolía. Allí comenzaron las sospechas y se hicieron los estudios iniciales para el diagnóstico de una enfermedad.
Su familia, al percibir poco cambio con los primeros tratamientos, decidió trasladarla a La Habana, y visitar un especialista en el hospital Hermanos Ameijeiras, una institución construida por la Revolución, -su arquitectura-, edificio de más de 20 plantas, parece ser un hotel de lujo y no un centro hospitalario.
Allí, fue hospitalizada de inmediato, comenzaron las pruebas y los exámenes. Muchos fueron los análisis de sangre y de orina, los ultrasonidos y rayos X. Se le hizo la tomografía axial computarizada –más conocida como el somatón—, y en dos ocasiones le practicaron la biopsia, lo cual representó ir a cirugía para tomar la muestra directamente del tejido afectado.
Los médicos cuando estuvieron seguros de sus sospechas reunieron a la familia para comunicar que Disney padecía de un tumor óseo en la pelvis izquierda, el llanto y el sufrimiento fueron testigos de un pronóstico limitado para una muchacha de sólo 17 años. Ella aún estudiaba el segundo año de un técnico en economía y sus sueños eran bailar, divertirse y disfrutar la vida.
Entre el cuidado de médicos, las conversaciones con los pacientes, el olor a alcohol y la comida insalubre de los hospitales, transcurrió prácticamente dos años y aunque la enfermedad fue detectada, no se tenía certeza de seguir un tratamiento quirúrgico o quimioterapeútico, por lo que se traslada hacia el hospital ortopédico Frank País buscando mayor apoyo profesional.
Aunque lleva un resumen de historia clínica, los doctores quieren asegurarse del padecimiento y le vuelven a practicar todos los exámenes buscando un criterio adecuado para el tratamiento. Una vez más es sometida a una biopsia con una estadía interna de más de 8 meses.
Por el tipo de enfermedad le proponen ser atendida en el hospital Oncológico de La Habana. Su familia, con un poco de temor, no le gusta la idea. El cáncer es una enfermedad muy mala con gran sufrimiento para el ser humano y en ese centro son atendidos pacientes que llevan mucho dolor en su vida.
Una vez más es traslada y en tres meses la atiende el equipo de tumores periféricos dirigidos por el especialista Abel Monzón, quien realizó su tesis de maestría acerca del cáncer óseo. Corría el mes de diciembre del 2004 y le piden a la familia de Disney que la llevaran a Guantánamo y que disfrutara el fin de año. Lleva varios años internada en la capital.
En enero del 2005 regresan, y el 25 de enero es llevada a cirugía. La operación duró más de 10 horas, se le extrajo parte de la pelvis, la cadera y un pedazo del pubis. Se le introdujo una maya de acero inoxidable para sostener los huesos restantes y armar el carapazón pelviano restante. Algo así como una hiperveltomía interna.
Hubo mucha pérdida de sangre, antes de entrar al salón contaba con 14 de hemoglobina y luego sólo tenía tres. Fue llevada entonces a la sala de cuidados intensivos donde se le administraron 12 transfusiones de sangre y 7 plasmas. Además de los medicamentos reglamentados para estos casos previendo una infección.
Al mejorar su estado de salud después de tres días en cuidados intensivos vuelve a la sala y se mantiene hospitalizada por tres meses con la pierna inmovilizada y en posición horizontal la mayor parte del tiempo.
Cuando fue dada de alta del hospital parte hacia Guantánamo después de hacer muchos amigos entre médicos, enfermeras, estudiantes y pacientes. Ella misma contribuyó a elevar el ánimo de muchas personas que se veían al borde de la muerte.
Es seguida en consulta externa y al cabo del año se detecta que el tumor volvió a crecer y se le recomiendan 30 radiaciones terapéuticas, con mucho optimismo Disney enfrenta el tratamiento.
A su regreso a Guantánamo, fue visitada por una trabajadora social quien le oferta a su mamá Maribelys Fonseca, acogerse a los beneficios de una ley, que ampara a la madre como cuidadora de su hija, con el pago del salario íntegro del último centro laboral donde trabajó y acumulación de años de servicios para la jubilación a posteriori. Además la seguridad social de la provincia le entrega 762 pesos cada vez que tiene que acudir a una consulta en La Habana, lo cual equivale al monto del pasaje de ida y vuelta y una dieta alimenticia.
Disney siente mucho agradecimiento a todo el personal de la salud que batalló con su vida, piensa que no hay palabras para describir y manifestar los cuidados que se tuvieron con ella, ya camina y aunque se apoya de una muleta realiza muchas labores cotidianas de una joven de 23 años. En su rostro no hay lágrimas, no hay tristeza, y sí mucha alegría. Su gran sueño es laborar en alguna institución estatal porque ya obtuvo el título de técnico medio en contabilidad.
Con gran naturalidad, Disney expresó que en el hospital conoció a 16 casos operados con una sintomatología similar a la suya. No hubo distinciones para nadie, no se preguntó nunca si la familia tenía dinero ó no. Tampoco se discriminó por sexo, raza o creencia religiosa. Allí todos eran pacientes y necesitaban de tratamiento, esa era razón suficiente para recibir el desvelo de los médicos y los mimos de las enfermeras.
Quizás esta historia fuera feliz en toda su dimensión, pero algo siempre falla. En este caso muchos medicamentos no estuvieron en tiempo y la tecnología no era de punta porque Disney vive en Cuba, país tercermundista y, bloqueado además, por Estados Unidos, imperio que impide la entrada de medicinas a la Isla.
Ovacionemos el éxito de una joven, linda y agradable, que hoy vive gracias al sistema humanista cubano. Luchemos porque muchas personas como Disney sean devueltas a la vida. Hagamos un gran convite para vituperar a los logros de la salud en Cuba y cantemos junto a Violeta Parra: “Gracias a la vida, que me ha dado tanto”.

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