El paramilitarismo proviene de la decisión, tomada por la clase dominante colombiana desde hace años, de enfrentar por medio de la violencia cotidiana, la protesta y la lucha popular. El objetivo, que ha caracterizado las confrontaciones sociales y políticas del país, no es otro que el de preservar los privilegios de las clases propietarias y acrecentar las ganancias de los monopolios capitalistas nacionales y extranjeros.
A partir de tal decisión, los instrumentos para llevarla adelante han sido las direcciones de los partidos históricos y los altos mandos militares. Por iniciativa de éstos, la organización de tales grupos ha evolucionado al vertebrarse con el tráfico de estupefacientes y al vaivén de los planes contra insurgentes.
De aquí se deduce que el sistema paramilitar, como forma concreta hacía donde derivó la violencia contra el pueblo, es un producto directo de nuestra élite dirigente. Este sistema de terror, por tanto, es el eslabón final de la cadena originada en los medios dominantes de la economía y la política y que va hasta los sicarios como autores de las masacres que cometen estas bandas mafiosas.
Es necesario rescatar el hilo histórico de este sórdido proceso, que comienza desde los famosos “pájaros” de la “primera violencia” hasta los ejércitos paralelos que se hicieron presente en la “desmovilización” de la Ley de Justicia y Paz. Sirve este recuento, además, para desmontar algunos de los argumentos justificatorios de la barbarie paramilitar. Así como para desmentir el cuento de que estas bandas surgieron como respuesta armada a la insurgencia. La verdad es al revés: el remoto origen de la guerrilla es la respuesta a la violencia estatal y paraestatal.
Pero lo más relevante de este enfoque es el hecho indiscutible de que el paramilitarismo es el hijo bastardo de la política de la oligarquía, de su Estado y de sus partidos. Y mientras esa política no sea sustituida, no desaparecerán sus frutos de violencia y de terror de Estado.
Lo diferente del proyecto de la ultraderecha actual, en comparación con etapas anteriores, es que no se limita a aprovechar a los “paras”, sino que pretende, mediante la audaz maniobra de poner en escena el sainete de Ralito y de la desmovilización, esconder a los verdaderos responsables y creadores del paramilitarismo, dejando intacta la membresía de éste, limitándose al castigo de algunos de sus más notorios jefes, incluso extraditándolos, como se ha visto ahora. La fuerza organizada del paramilitarismo podrá convertirse, en esa forma, en la reserva del mantenimiento del sistema, para sustituir, con ventajas, al partido de que carece el combo uribista y que es su mayor debilidad política, cuando trata de convertirse en un proyecto a largo plazo de la derecha. El parecido con las SS de Hitler, el falangismo de Franco y el fascio de Mussolini, ¿será pura coincidencia?
Bogotá. Mayo 21 de 2008
www.geocities.com/vozxcol/voz.pdf
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