El FMI escuchó la voz de los de abajo: la deuda es “insostenible”; un ajuste “mayor” no es viable ni económica ni políticamente; los bonistas deben hacer una “gran contribución”; el gobierno tratarlos “constructivamente”. El lector no leerá estos conceptos en el horóscopo de Clarín o Crónica, sino en el comunicado de una “misión técnica” del Fondo. Cayetanos y Vaticanos celebran este palabrerío como una victoria de la movilización de hace dos miércoles. A la pregunta de la alemana Ángela Merkel, “¿qué es el peronismo?”, la respuesta que le llega del otro lado del Atlántico es “el amor vence al odio”.
Aunque el dúo que envió el FMI estuvo revisando los números con lupa durante siete días, no dio a conocer lo que ha encontrado. Sin embargo, dice haber visto en ellos “un plan”, que no se hizo público. El certificado de satisfacción que ha dejado no hace referencias a varias estafas: $35 mil millones transferidos por el Banco Central al Tesoro, por ganancias contables que en verdad no existen (emisión), para financiar el déficit fiscal, o bonos vendidos a Anses por 100 pesos la lámina, que en el mercado cotizan a 45 –para pagar la deuda con bonistas. Son muestras de ajustes, que se dice que son inviables, y pagos de deuda que serían insostenibles. Más allá de estas minucias, el propósito de hacer ‘sostenible’ una deuda que no lo es equivale a un default –no te pago hasta que junte la plata. Los fondos internacionales, sin embargo, no han aceptado el ‘reperfilamiento’ del bono bonaerense que propuso Kicillof, ni el canje con quita del bono dual que ofertó Martín Guzmán. El comunicado en cuestión es el primer paso en la dirección del default. Esto ya ocurrió en 2001 cuando lo declaró Rodríguez Saá a instancias del FMI.
El día previo al comunicado, los Fernández anunciaron que pondrían fin al congelamiento de las tarifas de servicios en junio (La Nación, 18.2). Antes habían prometido un régimen especial para Vaca Muerta, lo que incluye tarifas internacionales y la posibilidad de remitir ganancias al exterior. El gobierno abolió la movilidad jubilatoria, que hace a la sostenibilidad de las jubilaciones para el sector pasivo, y la cláusula gatillo para las paritarias. La eliminación de la movilidad constituye la mayor ‘reforma previsional’ impuesta en el mundo –en Argentina, por decreto. Ni Bolsonaro se atrevió a tanto. ¿Cuál es el ajuste “inviable” que estaría faltando? La secretaría de la Mujer dejó trascender la intención de crear un sistema de cuidados para el hogar y la vejez, con personal de los planes sociales, que recibe la cuarta parte de la canasta de la pobreza. Como peronistas tardíos lo bautizaron “economía popular”. Es así como nació este sistema en Gran Bretaña, bajo Margaret Thatcher, y concluyó controlado por los fondos de inversiones y coberturas, que hoy se encuentra en quiebra (Financial Times, 9.2). El artículo lleva por título: “El capital privado y la crisis del cuidado de los hogares en Gran Bretaña”.
En ningún lugar está dicho que los acreedores se mostrarán “constructivos”. La quita de capital e intereses es, por supuesto, la piedra para un gran litigio, con fondos buitres incluidos. Pero no es necesariamente el obstáculo principal. Para que un arreglo de deuda, incluso con una quita pactada, sirva para que suban las cotizaciones de la deuda que hoy tiene precio de default, es necesario que el mercado de títulos se active, algo que no ocurrirá con ocho tipos de cambio. No es lo mismo girar dinero al exterior a $85/90, como ocurre ahora, que al tipo de cambio oficial de $60. El FMI no tiene prohibido solamente otorgar quitas sobre sus préstamos –su función internacional es liberar las transacciones internacionales. Un debate reciente en el Fondo, acerca de por qué fracasó el plan acordado con el macrismo, derivó en la necesidad eventual de establecer controles de cambio cuando la fuga de capitales se desmadra. Pero esto no lo permiten hoy los estatutos del Fondo, ni es la posición de su directorio. Conclusión: ‘un acuerdo constructivo con bonistas’, digamos alguna quita, lleva la hoja de ruta de una devaluación. Una devaluación convertiría en nuevamente insostenible a la deuda que se pacte con los fondos de inversión.
La cuestión de la deuda es descripta como una partida de a tres –un gobierno, los acreedores y el FMI. Bien mirado, las labores de este trío están condicionadas por la economía mundial, en especial sus crisis. El trío propone, la crisis capitalista dispone. Los u$s45 mil millones que el FMI le dio a Macri se esfumaron por una corrida que tenía su centro en Nueva York, no Buenos Aires. Por eso ‘temblaron’ también Estambul, Johannesburg, incluso San Pablo y El Cairo. Cuando la Reserva Federal comenzó a subsidiar la especulación en la Bolsa con una ronda de baja de tasas de interés, los capitales fueron a Wall Street a embolsar ganancias fenomenales. Trump, además, bajó la tasa impositiva del 35% al 15%. Las altas tasas que impuso Sturzenegger no sirvieron para contener nada, y si aumentaban aún más, Argentina quebraba. El horizonte internacional que acompaña las negociaciones de los Fernández y Guzmanes no es más prometedor que aquel otro. El abordaje de la crisis por parte del peronismo tardío dividido es definitivamente provincial. Es verdad que comparte esa ideología de comarca con muchas otras corrientes.
La crisis fiscal, con el agregado de una crisis de financiamiento internacional, es la madre de las crisis políticas y fértil en situaciones revolucionarias. El destino último de estas crisis y situaciones depende de un conjunto de factores, que son más de naturaleza internacional que nacional. Pero antes de ese destino histórico, lo que importa es la posición de las fuerzas políticas en presencia. Lejos de una disputa presupuestaria sobre salud o educación, la crisis fiscal y de deuda es una disputa que pone en juego al estado. Es una crisis que supera la capacidad de salida y la voluntad y los recursos políticos del dividido peronismo tardío.
Ni el ajuste en marcha, ni las trenzas con los fondos internacionales atenuarán las penurias del pueblo ni la superexplotación de las fuerzas del trabajo. "La deuda (del capital) es con el pueblo" es una farsa; el FMI no ha retrocedido, ha cambiado el ángulo de sus ataques. Las luchas reivindicativas (salario y jubilación mínimos igual al costo de la canasta familiar, movilidad, cláusula gatillo, reparto de las horas de trabajo, derecho al aborto), apenas adopten un carácter generalizado, plantearán la cuestión del poder.
Jorge Altamira
20/02/2020
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