jueves, 20 de noviembre de 2014

La muerte de Chabán



La muerte de Omar Chabán puso en primer plano la masacre de Cromañón a un mes de que se cumplan diez años de este crimen contra la juventud.

El gerenciador del boliche de Once había sido condenado a 10 años y nueve meses de prisión por "incendio culposo seguido de muerte en concurso real con cohecho activo (pago de coimas a la Policía)". Murió a los 62 años en el Hospital Santojanni por un cáncer terminal.
Su fallecimiento ocurre a tres meses de que la Justicia liberara a la ex subsecretaria de Control Comunal, Fabiana Fiszbin; al ex director adjunto de ese organismo Gustavo Torres, y a la ex titular de la Unidad Polivalente de Inspecciones, Ana María Fernández. Estas excarcelaciones son una muestra del manto de impunidad que reina en la causa Cromañón, donde murieron 193 personas.
Más aún, Aníbal Ibarra -el máximo responsable político en ese momento- sigue ocupando cargos en la Legislatura en un bloque aliado del kirchnerismo. Fue protegido por todos los gobiernos. Su juicio político y destitución fue sólo consecuencia de la lucha popular.
Horas después de la muerte de Chabán, Nilda Gómez, madre de una de las víctimas, dijo que de los responsables de la masacre "Ibarra es el que más suave la sacó porque solamente perdió un cargo político, pero penalmente ni siquiera fue llamado a indagatoria".
La responsabilidad de Chabán, en connivencia con el Estado, fue probada en la causa: las coimas a la Comisaría 7° (junto con su mano derecha Raúl Villarreal y Diego Argarañaz, manager de la banda); la puerta de emergencia cerrada, la sobreventa de entradas. La condena a Callejeros quedó en suspenso. Cromañón fue el símbolo del lucro capitalista por encima de la vida.
La precarización en que nació el under en los ochenta y se desarrolló en los noventa -en cuyas condiciones debían subsistir los artistas- estalló, trágicamente, en la noche de Cromañón. El vértice de las responsabilidades está en el Estado y en su sistema fraudulento de habilitaciones.
Detrás de Chabán quedó otra historia: la del artista plástico y artífice del under en Buenos Aires que en los ochenta abrió espacios emblemáticos como el Café Einstein, el Di Schule y Cemento, por donde pasaron bandas como Sumo, Los Redondos, Soda Stereo, además de teatristas, actores, poetas, performers. Aportó a la experimentación, al arte conceptual y a la vanguardia.
A diez años de la masacre, Ibarra ya no está en la mira de la Justicia y la máquina de la impunidad sigue andando. El postCromañón profundizó la privatización de la cultura y dio lugar al nacimiento, en antagonismo, de movimientos de lucha como Músicos Unidos por el Rock y Músicos Organizados. La "Ciudad Cromañón" está vigente bajo los mismos intereses sociales que condujeron a la masacre de diciembre de 2004. La lucha sigue.

Daniel Mecca y Ricardo Goldin

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