domingo, 1 de febrero de 2009

Juan Manuel Fangio


El quíntuple campeón que derrapó durante la dictadura

Uno de los ídolos preferidos del régimen, fue presidente de la automotriz que mandó a secuestrar a sus obreros.

Por Christian Rémoli
Periodista

En 1977 el Chueco le dio la espalda a las desapariciones de Mercedes Benz, la firma que presidía. A 55 años de su primer triunfo con un F1 en Buenos Aires, ésta es la crónica de un error histórico.
Quienes lo conocieron dicen que fue un hombre parco, de convicciones firmes. Y ante todo, humilde. Recuerdan que nunca sacó chapa por ser el mejor piloto de la historia argentina. Su muñeca y su coraje fueron las marcas registradas arriba del auto. Debajo de él, siempre se interesó por dejar claro que era apolítico, aunque su vida, como la de cualquier deportista profesional, está marcada por un contexto difícil de soslayar.
Por ejemplo, Fangio fue jefe de mesa del Partido Conservador en su Balcarce natal durante la década del ’30. El peronismo lo favoreció –junto a Benedicto Campos y Froilán González– con la compra de dos Ferrari y una Maserati.
Fue perseguido por la Libertadora a partir de 1955 y secuestrado por revolucionarios cubanos en 1959. Y debido a los excelentes contactos que supo tejer corriendo para Mercedes Benz, la marca de autos con sede en Stuttgart lo convirtió en presidente ejecutivo en la Argentina desde 1974.
De película. La fábrica de San justo de Mercedes Benz era desde 1969 un foco de conflicto candente para los gobiernos y para Smata (Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor). En 1974, la lucha gremial hizo que la empresa decidiera despedir a los 14 miembros de la comisión interna para que Smata, de la mano del histórico dirigente José Rodríguez, pudiera intervenir la fábrica. El 8 de octubre de 1975, los trabajadores hicieron una huelga que acabó con la intervención del sindicato. El poder dentro de la fábrica pasó a manos de una comisión interna conocida como el Grupo de los 9, una continuación de aquella lucha de fines de los ’60. Y el ministro de Trabajo de Isabel Perón, Carlos Ruckauf, no tardó en declarar la ilegalidad de la huelga. Y Smata pidió con nombre y apellido que despidieran a 115 obreros, dentro de los cuales estaban los 14 obreros que permanecen desaparecidos hasta hoy.
El 24 de diciembre de 1975, los Montoneros secuestraron a Enrique Metz, jefe de producción de la empresa, y pidieron la reincorporación de los despedidos. Allí, Juan Manuel Fangio tomó cartas en el asunto con un rol que demuestra que no era una figura decorativa dentro de Mercedes Benz, tal como se lo suele presentar. Y junto al embajador alemán, Jörg Kastl, movió todos los hilos que pudo para recuperar a Metz. La empresa finalmente cedió ante Montoneros, pero algo se rompió: Metz se exilió y dejó en su lugar a Juan Tasselkraut, un gerente con aires de matón.
Así, a partir del 24 de marzo de 1976, y con todas las actividades gremiales suspendidas por el golpe, empezaron a suceder dentro de la fábrica una serie de acontecimientos que cualquier director de películas de terror envidiaría.
El 29 de abril fue secuestrado de su lugar de trabajo Juan José Martín. Estuvo desaparecido durante 18 días. Horas antes de su liberación llegó a su domicilio un telegrama en el que la empresa le concedía una licencia “por lo que había pasado”. ¿Cómo sabía eso la Mercedes Benz y de su liberación horas antes de suceder?

Preguntas sin respuesta.

Hacia fines de 1976, los obreros le hicieron el segundo paro a los militares (el primero fue de la Peugeot). Alfredo Martin llevaba más de 30 años en la empresa y era un empleado ejemplar. No importó. Estuvo en la Brigada de San Justo pero fue liberado. Dos años más tarde, hubo un cambio en la jefatura de la vigilancia de la fábrica. El 2 de julio de 1978, Héctor Volpi fue reemplazado por Rubén Lavallén, subcomisario de la Brigada. La primera vez que escuchó su voz, a Martín se le congeló la sangre: él había sido su torturador. Bonus Track: Lavallén fue el apropiador de Paula Logares, primera nieta recuperada por Abuelas en 1984.
José Vizzini fue chupado el mismo día que Martín, pero aún está desaparecido. La empresa le siguió pagando el sueldo durante 10 años a su familia. Su hijo, Fabio, tenía un año. Actualmente trabaja en Mercedes Benz. No es todo: la empresa le solventó los estudios y lo capacitó en Stuttgart.
Como el conflicto seguía, el Ejército entró a la fábrica a fines del ’76. Los trabajadores nombraron un delegado por sección para discutir los aumentos salariales. Sorpresivamente, el 5 de enero de 1977 las autoridades los convocaron a una reunión en las oficinas de Libertador y San Martín de Tours para llegar a un acuerdo. Los delegados llamaron con entusiasmo a una asamblea general para comunicar la buena nueva. Sin embargo, hubo una sorpresa macabra: esa misma noche desaparecieron dos trabajadores más, Esteban Reimer y Víctor Ventura. Ellos habían negociado las mejoras.
Los directivos pusieron a disposición de los trabajadores una trafic y una serie de contactos para averiguar la suerte de ambos. Esos contactos eran Balbín, la curia y Suárez Mason. Los dos obreros siguen desaparecidos.
Las detenciones no cesaban. En agosto del ’77 el trabajador Juan José Ratto sufrió una golpiza tremenda por parte de dos civiles en la puerta de la fábrica. Pero cometieron un pequeño error: en realidad buscaban a Héctor Ratto. “Fui llamado por el gerente Tasselkraut, el gerente de producción –recuerda Ratto–. Me dijo que había dos personas que me venían a buscar con una orden de arresto. Mientras esperábamos que la orden se hiciera efectiva, porque no la traían con ellos, fui testigo de cómo Tasselkraut pasaba información por teléfono de Diego Núñez, otro trabajador secuestrado esa misma noche que nunca más apareció.”
Por entonces, la empresa donó un aparato de neonatología al Hospital de Campo de Mayo. Allí –según cuentan algunos ex trabajadores– los ejecutivos “hacían cola” para llevarse a los bebés que nacían de los vientres de las madres que estaban en cautiverio.
Mercedes Benz era la principal proveedora automotriz del Ejército. Sin ir más lejos, durante el Mundial 78 los micros de las delegaciones fueron todos de la marca alemana, que además tuvo un gesto reparador: le regaló a cada uno de los integrantes del Ente Autárquico Mundial 78 un 0 km. El EAM 78, además de ser quien dio la concesión a Mercedes Benz, dejó una cuenta impaga al Estado Argentino por U$$ 550 millones.
El Chueco. Cuando los familiares y los trabajadores de la fábrica habían recorrido todas las comisarías y removido cielo y tierra para ubicar el paradero de los desaparecidos, tuvieron la idea de ir a verlo a Fangio. Era abril del ’77. El ex automovilista era una figura pública a la que los militares no podían rechazar y que –debido a su popularidad– no corría ningún riesgo. “Pensamos que de la misma manera que había intervenido por el secuestro de Metz en el 75, podía mover sus contactos en el Ejército para que aparecieran los compañeros”, afirma Fachal. Hicieron el pedido formal pero nunca los atendió. “Siempre estaba ocupado, de viaje, o reunido”.
Fiel a su estilo, Fangio habló con los hechos. El 25 de mayo de 1977 viajó con Videla a Venezuela. En la misma comitiva iban –entre otros– Pascual Mastellone, Edmundo Rivero, Roberto De Vicenzo y Luis Leloir. Esto quedó documentado en la tapa de la revista Gente del 29 de mayo del mismo año.
La historia de los secuestros en Mercedes Benz estuvo casi silenciada hasta 1999. Ese año la periodista alemana Gaby Weber hizo un trabajo de investigación acerca de tales desapariciones. Y fue plasmado en su libro La conexión alemana y en el documental Milagros no hay... (Las desapariciones de Mercedes Benz). Además llevó las pruebas a la Justicia por lo que fueron citados a declarar, en el marco de los Juicios por la Verdad, Carlos Ruckauf, José Rodríguez, el comisario Lavallén y varios de los gerentes de la empresa, entre ellos Tasselkraut.
En el documental de Weber se aprecia cuando el juez le consulta a Tasselkraut si el alza de producción de la fábrica después del ’78 se debió a que cesaron los conflictos internos. “Y…milagros no hay, doctor”, contesta con una sonrisa de costado quien después de 1983 fue enviado por la empresa a Sudáfrica, España y luego retirado con una jubilación de privilegio.
Los juicios. Como consecuencia del trabajo de Weber, Mercedes Benz de Alemania decidió abrir las puertas a la investigación, a partir de un pedido de los accionistas críticos de la empresa. Aunque los familiares y ex trabajadores habían pedido al frente de este trabajo a Adolfo Pérez Esquivel, la empresa colocó al catedrático alemán Christian Tomuschat que la deslindó de responsabilidades ante las desapariciones, pero que –paradójicamente– realizó un informe con algunos documentos, que demostraban el contacto estrecho que existía entre la empresa y el Ejercito. En una reproducción de un acta de directorio correspondiente a este informe Pedro D’Elías, gerente general, señala el 24 de agosto de 1977 que “sobre una importante conversación fijada por el comandante de la Zona 1, general Sassiaiñ (...) El gobierno está decidido a eliminar la subversión.”
En la Argentina hay dos juicios abiertos. Uno está en el marco de la causa del Batallón 601 de Campo de Mayo, que tiene a su cargo la Cámara Federal de San Martín. La causa es por asociación ilicita, contra las autoridades de MBA (actualmente Daimler Chrysler), Carlos Ruckauf, ministro de Trabajo del gobierno de Isabel Perón, José Rodríguez y las autoridades militares.
El otro juicio, en el mismo marco que el anterior, es por la supuesta apropiación indebida por parte de Juan Tasselkraut y de su hermano, Alejandro, de tres bebés, Christian (hijo de Juan), Andrés y Pablo Tasselkraut (hijos de Andrés).
Y hay una causa presentada en Estados Unidos, a través de la ley Alien Torts Claims Act (Reclamo por Agravios Ajenos), que realizan todos los familiares y las víctimas del terrorismo de Estado de la fábrica de Mercedes Benz, para así obtener una indemnización, parte de la cual destinarían a la construcción de un hospital para la comunidad de González Catán.
El quíntuple campeón murió en 1995, sin haberse pronunciado nunca al respecto.

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