Una reciente encuesta a la que PERFIL tuvo acceso exclusivo revela que al menos 2,5 millones de argentinos no creen en Dios y que muchos de ellos hacen de esa cuestión el eje de sus vidas. Los ateos defienden su visión del mundo como la auténtica moral y, como en otros países, luchan por separar definitivamente la Iglesia Católica del Estado.
Por Pedro Ylarri
Existen varias formas de no creer en Dios (¿dios?). Una de ellas es ser ateo y justificar la existencia a través del conocimiento empírico y científico. Otra manera es ser agnóstico, para lo cual sólo hace falta negar la posibilidad de conocer cualquier ente supranatural. También es posible ser indiferente, y no interesarse en responder la pregunta fundamental. Más allá de las etiquetas, la cantidad de personas que dice adherir a alguna de las tres formas de no creer en Dios creció en los últimos años en nuestro país y, en conjunto, ya suman unos 2,5 millones de habitantes.
Según una encuesta reciente del Conicet dada a conocer a PERFIL, el grupo de personas que dice descreer de Dios constituye un 11,3 por ciento de la población adulta del país, lo que los convierte en la segunda minoría religiosa –o más bien no religiosa– del país, después de quienes profesan el catolicismo. El porcentaje se duplica en Capital y en otros grandes centros urbanos del interior, y da cuenta de un profundo cambio en las creencias de los argentinos.
Además de los aumentos porcentuales, ateos, agnósticos e indiferentes se expresan en la vida cotidiana en congresos y asociaciones, la mayoría de ellas nacidas en el último lustro. Cada vez más organizados y visibles, manifiestan respetar la tradición cristiana del país, aunque están comenzando a alzar su voz para reclamar un Estado “verdaderamente laico”, para terminar con lo que consideran una “intromisión” de lo religioso en los asuntos públicos.
“El ateo, que rechaza el conocimiento surgido de la ‘verdad revelada’, reclama que el Estado represente a todos, incluso a las minorías. Ya no somos un país en donde el 90 por ciento es católico, hoy apenas el 30 por ciento de la población es practicante, así que rechazamos que el país asuma posturas ideológicas”, resumió a PERFIL Fernando Lozada, coordinador del primer Congreso Argentino de Ateísmo.
El encuentro, uno de los primeros realizados en el mundo, se concretó hace una semana en Mar del Plata, y dio cuenta del activismo que comenzó a rodear a los ateos y agnósticos en los últimos años. La laicidad del Estado no es el único reclamo, también debaten sobre derecho al no culto, discriminación, educación, justicia, legislación y apostasía, la renuncia expresa a la fe cristiana recibida en el bautismo. ¿Pero qué dicen los ateos que son? ¿En qué creen los que no creen?
Identidad atea. Lozada resalta que el verdadero ateísmo está en aquel que está expectante, analiza y siempre pone en duda sus propios conocimientos a través de la ciencia. “Pero no hay que confundir, el ateísmo no es dogma, no es otra religión. El conocimiento científico y las teorías son modelos para acercarnos a la verdad, pero siempre se puede avanzar más. El que toma, por ejemplo, la teoría de la evolución hasta el extremo no es un ateo, porque ya se está construyendo sus propios dogmas”, explicó mientras ultimaba detalles del congreso.
Cristina Ferreyra, presidenta de la Asociación Civil de Ateos Argentinos (Argtea), una entidad fundada en 2005 que ya cuenta con 270 miembros, asegura que con ese espíritu –y no con un sentido anticlerical– muchos ateos reclaman “esclarecer la legislación”, de manera que para legislar se consulte a todos los sectores de la sociedad, pero especialmente a la ciencia, “porque es una mirada neutra, no estamos de acuerdo en establecer leyes en base a creencias”.
PERFIL consultó a cinco personas que niegan la existencia de Dios y en todos observó un sentido pacifista, como si estuvieran de acuerdo con el premio Nobel José Saramago, según el cual “el mundo sería más pacífico si fuéramos todos ateos”. En los conceptos de Argtea y entes internacionales de ateos, a menudo se enfatiza que “la historia demuestra que la religión, en manos de la ‘verdad revelada’, causó miles de masacres y matanzas”.
Ariel Bellino y Mirko Pacoricona, dos miembros de Argtea consultados por este diario, explicaron que desde los atentados de las Torres Gemelas en 2001, “cuando nadie pudo obviar las consecuencias últimas a las que conduce la religión”, muchos escritores, pensadores y científicos decidieron “participar activamente” para evitar que las sociedades sean dominadas por ideas basadas en conceptos religiosos. “Muchos han comprendido que no basta con vivir una vida sin dioses, sino que llegó el momento de mostrar que se puede vivir sin una religión predominante, (y que eso) las haría más justas y tolerantes.”
Resulta extraño oír a los ateos hablar sobre ética y moral, conceptos ligados a la religión, al provenir sus preceptos de la revelación divina, en el caso del cristianismo, o de los profetas, en el Islam. “Muchos se preguntan si los ateos podemos hacer lo que queramos, ya que al no creer en Dios, no tenemos de dónde sacar la moral. Y nosotros les respondemos que creemos en una moral perfectible, que se puede corregir cuando vemos que no funciona o nos equivocamos”, reflexiona Lozada.
Existe consenso en el mundo ateo según el cual el sentido de su moral es el humanismo, porque considera que la vida es más importante que morir por un abstracto. “Un ateo es libre de elegir su sistema de valores, muchos optamos por seguir la vía de la racionalidad y el humanismo, comprometiéndonos con la sociedad”, se leyó en la inauguración del congreso.
Ateo y militante. En el país ya existen al menos tres entidades que agrupan a los ateos y una decena de páginas de Internet de no creyentes independientes, con información científica y hasta folletos para imprimir y alcanzarles a los vecinos. Todas surgieron en los últimos años, y, según consideraron Bellido y Pacoricona, lo hicieron para “contrarrestar la influencia negativa” de los credos en la sociedad. Primero aparecieron a instancias de la Federación Internacional de Ateos (FIDA), y pronto, con el aumento de sus miembros, decidieron constituir legalmente un ente civil. Entre sus objetivos sugieren “defender los derechos de ateos, promover una interpretación racional de la realidad y la implantación del laicismo”.
Agrupados y dispuestos a darse a conocer, su primera intervención en lo público ocurrió el 5 de enero de 2004, cuando la Corte Suprema ordenó sacar la imagen de una Virgen ubicada desde hacía años en el Palacio de Tribunales. Sucedió luego de un recurso de amparo presentado por la Asociación por los Derechos Civiles (ADC), quien objetó “discriminación”. Según añadieron a este diario en Tribunales, se consideró que la Virgen “vulneraba el principio de imparcialidad judicial” y podía ser una “intimidación” para ateos y creyentes no católicos.
“No queríamos que tiren nada ni ofender a nadie, sólo que la saquen del espacio público y la ubiquen en un lugar privado donde puedan ir los creyentes”, aclaró a PERFIL Ferreyra, una de las ateas fundadoras de FIDA. Por estos días, fueron muchos los no creyentes que adhirieron al reclamo, y citaron como ejemplo el caso de Christian Von Wernich, el sacerdote católico condenado a la pena máxima por delitos de lesa humanidad cometidos en la dictadura. Durante la televisada sentencia, se lo observó en la sala de audiencias debajo de una enorme cruz.
El “derecho a no tener culto” es el reclamo principal de los ateos militantes. Sobre ese tema expuso en el congreso el jurista Emilio Radresa, quien en diálogo con PERFIL consideró que ya la Constitución y los tratados internacionales discriminan al que no cree: “Establecen la libertad para profesar y difundir cualquier religión, pero jamás se menciona la posibilidad de no tenerla”. También critica el artículo 19 de la Carta Magna, donde se refiere a que las acciones privadas quedan reservadas a Dios. “Mis acciones privadas quedan reservadas a un dios en cuya existencia no creo”, afirmó.
Los recelos a la Iglesia Católica aparecen cuando se habla de su sostén económico por parte del Estado. Según Radresa, “no se entiende con qué derecho, además del trabajo de sus miembros, deba gozar del apoyo del Estado para difundir su verdad”. Tampoco comprenden por qué deben pagar con sus impuestos el sostenimiento de un culto que no comparten.
La educación es otro de los puntos calientes que reclaman los no creyentes: “Queremos fomentar el pensamiento crítico, el escepticismo en el buen sentido, queremos que la educación se dedique a dar herramientas para que la gente tenga a la hora de elegir una religión”, añade Lozada, quien critica la escasa importancia de la filosofía en las currículas escolares y la baja calidad de la enseñanza de matemáticas. Según la encuesta del Conicet (ver recuadro) a mayor nivel educativo, el grado de creencia en Dios disminuye. Casi 96 por ciento de las personas sin estudios dijeron tener un credo, contra 84,5 por ciento entre los universitarios.
El César. El Estado laico es la aspiración máxima y más polémica entre las organizaciones como Argtea y otros foros virtuales como CyberAteo y Ateo-militante. En este caso, el respeto a la identidad y la discriminación se vincula con el desplazamiento de la Iglesia Católica como “culto preferencial”.
Es allí cuando la religión adoptada por el país desde sus inicios interviene para opinar: “La Argentina no tiene religión oficial, el nuestro no es un Estado confesional”, se lo ve en la Constitución, donde se “utiliza al verbo ‘sostener’ y no ‘adoptar’” y en la reforma de 1994, que al apoyo oficial “lo limita a un sostenimiento económico”, expresó a PERFIL el secretario del Instituto de Derecho Eclesiástico de la Universidad Católica Argentina, Octavio Lo Prete (ver recuadro).
Bellino, en cambio, enumera una larga lista de normas que “van reñidas” con un Estado laico. Entre ellos menciona el Preámbulo de la Constitución (“invocando la protección de Dios”), su artículo 2 (“el Gobierno sostiene al culto católico”) y el artículo 33 del Código Civil, que otorga un “carácter público” a la Iglesia Católica, el que sólo tienen las administraciones y entidades autárquicas.
“El peor ejemplo es Catamarca, que es directamente confesional, ya que dispone la educación pública confesional, la protección al culto católico y la obligatoriedad a que el gobernador profese esa fe”, finalizó Bellino.
Entre los ateos consultados por este diario, las restricciones para solicitar la apostasía aparecen como otro reclamo de la primera minoría. Todos aseguran que “no es antiteísmo” y que el trámite para que ser borrados de los registros de la Iglesia es “parte del derecho como sujetos sociales”. Según la presidenta de Argtea, “el trámite es muy engorroso, se ríen en la cara de uno. Los datos son privados, nadie puede inscribir a una persona en un registro sin que esta persona sea consciente”. Según las normas vigentes, los documentos eclesiales son un documento público y no pueden ser borrados.
Ateos y agnósticos evitan tener líderes y elevar en jerarquía a sus semejantes. Pero suelen citar al médico René Favaloro, al escritor Jorge Luis Borges, al periodista Jorge Sigal y al filósofo Mario Bunge como “referentes” del pensamiento “racional” y “civilizado”. En Estados Unidos, en cambio, son citados con frecuencia Ernest Hemingway y Charlie Chaplin, y en Europa a Umberto Eco, Fernando Savater y Jean-Paul Sartre.
Solían citar a Antonio Gramsci, el intelectual marxista fundador del poderoso Partido Comunista Italiano, y al filósofo español José Ortega y Gasset, aunque en las últimas semanas se reveló que murieron abrazando el catolicismo en su lecho de muerte. El dato fue aportado por el arzobispo sardo Luigi de Magistris y el agustino español Félix García. Los religiosos fueron los únicos que los vieron convertirse, así que habrá que creerles. Algo que los ateos no están acostumbrados a hacer.
Jóvenes, urbanos, universitarios
En la Argentina, país de histórica mayoría católica, pareciera que no fue necesario mencionar la religión en los censos. El último que incluyó el tema creencias fue el de 1960, y recién en agosto último se conoció una encuesta en relación con el asunto. Elaborada por investigadores del Conicet, reveló un cambio profundo en las creencias en el país. Si bien el catolicismo es la religión con mayor adeptos, los ateos, agnósticos e indiferentes reúnen en conjunto a un 11,3 por ciento de los habitantes.
Según la investigación, quienes no creen en Dios son mayormente jóvenes de hasta 29 años con estudios terciarios o universitarios. También dio a conocer que el porcentaje de ateos en la Capital y el Gran Buenos Aires asciende al 18% y es levemente superior (17,7%) en la región sur. Cuyo y los sectores noroeste y noreste argentinos tienen en cambio las tasas más bajas de no creyentes, con 5,3%, 1,8% y 3,2%, respectivamente.
El Conicet también destacó la gran libertad que dan los padres a sus hijos a la hora de elegir creer o no creer en Dios, o en qué religión adoptar. Un 70,8% consideró que sus hijos deben elegir su propia religión o creencia, mientras que el 26% afirmó que promoverá que tengan su misma creencia.
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