sábado, 28 de febrero de 2009

A veinte años del caracazo


Los momentos dolorosos que vivimos los venezolanos a finales de febrero y comienzos marzo de 1989 aun persisten en la memoria. Resulta difícil borrar los trágicos acontecimientos que convirtieron a Venezuela en un país donde la violencia de estado asaltó al pueblo. Lo que comenzó como una protesta contra el alza de los pasajes degeneró en la masacre que enlutó a miles de hogares venezolanos. En Guarenas, epicentro de la protesta, se gestó el 27 de febrero el levantamiento que marcaría un hito en la historia contemporánea del país. Las medidas económicas adoptadas por el entonces presidente de la República Carlos Andrés Pérez para palear la crisis que se vivía, solo afectaban al colectivo y por lo tanto, quienes resultaban perjudicados eran las clases con menores ingresos económicos. Dictadas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, las recetas aplicadas estrangulaban el bolsillo de los venezolanos; desfalcaban la canasta básica; desvirtuaban todo derecho a una alimentación mínima para el segmento de la población más desposeído. La democracia aplicada en Venezuela estaba cimentada en el sectarismo impuesto por los partidos que tradicionalmente se habían repartido el poder cada cinco años.
Desde Guarenas hasta Caracas, las protestas fueron viajando. Lo que comenzó como un hecho aislado terminó convirtiéndose en la explosión popular que se manifestaba en contra del paquete de medidas instaurado por los adecos. Para el gobierno resultaba más viable sacrificar al pueblo, endosar a los ciudadanos una deuda adquirida para beneficiar a los ricos, que afrontar las directrices impuestas desde el norte. El pueblo dejó de lado la mansedumbre para enfrentarse al gobierno. El asedio económico terminó por despertar en los venezolanos su capacidad de protesta; su vergüenza de explotado dio un vuelco y se expresó en las calles. Sin embargo, quienes ejercían el poder no entendieron el mensaje y consideraron que para aplacar a los insurrectos hacía falta la represión. Así se escribió una página tenebrosa en el devenir de Venezuela. Miles de muertos tapizaron las calles de Caracas, cantidades enormes de heridos abarrotaron los hospitales. Se asesinó a mansalva. El Estado secuestro y desapareció a muchos ciudadanos. Se aprovechó la coyuntura para eliminar a cuanto enemigo político tuviese el gobierno. El terrorismo de estado se manifestó en su máxima expresión: el fascismo.
Después de veinte años la impunidad aún campea por los barrios de Caracas y de otras ciudades de Venezuela; los asesinos siguen en la calle, muchos de ellos viviendo un “exilio dorado”, otros están en las filas opositoras al proceso revolucionario escondidos o camuflados como inocentes corderos. Son los mismos que intentaron el golpe de estado en abril del 2002, los que hicieron el paro petrolero, los que tienen la disposición de asumir el poder para acabar con la economía del país. Y los que por supuesto, jamás volverán.

José Gregorio González Márquez

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