sábado, 14 de junio de 2008

EL FERROCARRIL Y EL CAMPO.VÍNCULOS Y APEGOS.

Juan Carlos Cena

El ferrocarril una cuestión nacional en el marco del 60º aniversario de su nacionalización

TREN DE PUEBLO
Ya no atraviesa los campos,
tampoco se oye el fragor,
de esa mole impresionante,
movida por el vapor.

sólo queda en la memoria
el silbato de los trenes,
vacío de pasajeros,
silenciosos los andenes.
……………………………
Marta Ofelia Manna (*)

CAMPESINO DE SIQUEIROS

Por Juan Carlos Cena* especial para Villa Crespo Digital

17 de mayo del 2008

Antes de abordar el tema sobre el ferrocarril y el campo, me ha parecido valioso transcribir parte de este poema Tren de Pueblo y un trozo de la carta de un amigo de Estación Basavilbaso porque juntos ilustran, sin proponérselos, toda una pintura tolstoiana sobre la relación entre el ferrocarril y el campo:
"Estimado Juan Carlos: espero se encuentre bien, yo ya no se que pensar de este mi bendito país, primero el tren bala, no hay sentido común, ahora el campo no la sociedad rural. Basavilbaso es un pueblo de colonias, con esto, a los chacareros los acaban, no se olvide que la primera cooperativa agrícola del país y de América que sigue funcionando acá es: "La Cooperativa Agrícola Lucienville". Cuando cerraron el ferrocarril no nos transformamos en un pueblo fantasma, gracias a que estábamos rodeados de pequeños y medianos productores que le siguieron dando vida al pueblo, a pesar de todas las crisis que pasaron. Un abrazo, Mario Prelat.
El ferrocarril fue diseñado y construido en el marco de un Estado agro-exportador. Desde ese mismo momento y en el devenir de su desarrollo y expansión, los ferrocarriles establecieron con el campo una fuerte relación. Los pueblos nacieron a la vera de las estaciones. Se fueron construyendo caseríos alrededor de apeaderos, paradores, desvíos, luego avenidos en estaciones, con el tiempo y las cosechas el caserío creció, se llenó de pobladores ascendiendo de tal manera que algunos se transformaron en ciudades, y en paralelo, el ferrocarril creció, construyendo galpones, corrales, plantó árboles, empotró un pluviómetro, y en la punta del andén, erecto un tanque o situó una cisterna de agua. Mensualmente llegaban los ferroviarios que trabajaban en el Departamento Servicio de Agua. Limpiaban tanques o cisternas, los clorinaban, tomaban muestras, verificaban su potabilidad y para así confeccionar el mapa nacional de las napas subterráneas que surtían esos pozos. Otros, reparaban las bombas de bombeo, caños y mangas. El ferrocarril proveía de agua potable al poblado, también regaba sus calles polvorientas.
Casi todos los pueblos estaban partidos al medio. El ferrocarril y sus playas eran las causales de esa partidura. A veces, los talleres o depósitos de locomotoras prolongaban los patios enrielados de maniobra y la división se alargaba. Una pasarela cruzaba esa playa de maniobra uniendo al pueblo.
En ese mismo radio, en hileras todas iguales, se edificaron casas bajas con un patio que se vinculaba con el cuadro de la estación (espacio de paso a nivel a paso a nivel), habitaban las cuadrillas de vías y obras y señalamiento. Más allá los dispensarios médicos y la oficinas de la Sociedad de Socorros Mutuos. Todos ellos, junto al personal de la estación, eran habitantes de ese pueblo o ciudad enclavada en el campo. Todos los hijos de todos iban a la misma escuela. Todos eran tributarios en la construcción de esa comarca. Todos construyeron ese lugar en el mundo. Ese era el lugar de cada uno y de los otros, aunque migrara a otros lugares por razones particulares. Todos se ínter influenciaban, y en ese cruce se amalgamaba el nacimiento de una identidad particular, la del lugar. Todos regresaban de vez en cuando a ese lugar. Todos se entrecruzaban en los retornos, aunque fueran breves.
Mixtura de ferroviarios, campesinos, comerciantes, maestros y maestras, templos varios y religiones varias, clubes y sociedades de fomento, señoras y señores, y no podían faltar el médico, el veterinario y la partera. Y la pincha culos. La que ponía inyecciones. Conocía todas las nalgas del poblado. Toda una agente de información, de máxima excelencia. Temible reproductora de chismes.
Pero la relación fundamental, carnal diría, cotidiana, era entre los campesinos, chacareros, peones de campo, lecheros, trabajadores rurales, cosechadores golondrinas, arrieros, maestros rurales, entre otros y los ferroviarios que transitaban la geografía acarreando los productos del campo y de las industrias regionales. Relación que fue independiente de los dueños de las primeras líneas férreas y los terratenientes y del Estado.
Todas estas relaciones fueron destruidas por la paralización, destrucción y saqueo de los Ferrocarriles Argentinos y la posterior expulsión de 85.000 ferroviarios. Comenzaba la diáspora ferroviaria. Toda la estructura ferroviaria se vaciaba. No había donde estar. Este éxodo ferruca fueron las primeras manifestaciones de vaciamiento poblacional, cuya consecuencia directa política y social fue la aparición de casi 870 pueblos fantasmas. La paralización de los ferrocarriles trajo la desconexión territorial y la ruptura de la vertebración de las economías regionales que se habían constituido cuando los ferrocarriles se nacionalizaron.
Fue ese pueblo y su zona de influencia la que se desabitó, luego de décadas de construcción y cimentación dejó de producir por la ausencia del transporte ferroviario y la comunicación que el ferrocarril otorgaba. Ya no llegan más los trenes aguateros ni los trenes con su vagón postal, se cerraron las estaciones con sus estafetas transportando noticias buenas y de las otras, se calló el telégrafo y los teléfonos. Los bretes (corrales donde se cargaba el ganado en los vagones jaulas) están con sus maderas podridas o astillosas de secas. Los trenes sanitarios que hicieron retroceder a las enfermedades como el chagas, la tuberculosis, la lepra, vacunando masivamente a nuestros paisanos, están parados.
No circulan más los trenes que fletaban la empresa ferroviaria para que junto con la Secretaría de Agricultura pasaran a la ofensiva en la lucha contra la langosta y otras plagas, más los trenes de auxilio que partían en ayuda de las zonas inundadas o que padecían sequías llevando pasturas.
Los trenes aguateros que hicieron retroceder la sed, regando el país, están oxidados. El campo y los pueblos se quedaron sin agua potable. Se secaron los tanques y las estaciones de bombeo se detuvieron. Se cerraron 40 policlínicos ferroviarios, desaparecieron de la faz de la geografía enrielada, hospitales y dispensarios que atendían solidariamente a hombres y mujeres del campo y ciudadanos del pueblo, se clausuraron, no eran rentables. La vida no era rentable.
Las ambulancias ferroviarias que atendían a ferroviarios en estaciones alejadas y a pobladores rurales no circulan más. La que utilizaba el doctor Arturo Illia, cuando trabajaba como médico ferroviario, está en el Museo de Cruz del Eje.
Las playas de las estaciones ferroviarias, lugar de carga y descarga de los productos del campo, hoy son pastizales y en otros, la soja las invadió sin permiso. Galpones construidos por Ferrocarriles Argentinos para resguardar la cosecha y productos del lugar, para conservarlas de la intemperie y las inclemencias del tiempo, hoy son, en algunos casos, hogar colectivo de los desamparados del campo, peones rurales, cosechadores desocupados, porque la soja prepotente invadió el territorio y les quitó el trabajo de sembradores y cosechadores, poceros, podadores, regadores, entre otros oficios. Esa mano de obra desocupada, hoy, es el sobrante del mundo campesino, la soja no los necesita. Galpones, silos, corrales, bretes, bebederos para el ganado, todo ha sido abandonado y saqueado. Todo es desolación y tristeza.
En antiguos ayeres, esos galpones eran regados, barridos y decorados para los fines de año, se festejaba la terminación de ese año que estuvo lleno de jornadas laborales: el jefe de estación presidiendo como dueño de casa, cambistas, auxiliares, catangos (peones de vías), telegrafistas, ferroviarios, campesinos, peones rurales, arreadores, domadores, maestras, maestros, curas y ateos, comisario y milicos, el gerente del banco y el de correos, médico y partera, las fuerzas vivas; gringos, turcos, gallegos, polacos, y así, señoras y señores del campos y del tren.
Todos galponeando en el tinglado ferroviario, todos juntos cada fin de año, y fiestas patrias, festejando el haber velado todos juntos la siembra y la cosecha bajo ese mismo cielo.
Vínculos y apegos de una sociedad campesina-ferroviaria que los ciudadanos urbanos desconocen.
Vínculos y apegos producidos por el campo y el ferrocarril. Se abandonaron los cementerios donde los vínculos y apegos antiguos descansaban. El yuyal los fue cubriendo sin discriminación.
Vínculos y apegos que se paseaban los domingos por el andén esperando al tren de pasajeros, Lugar donde se tejían y destejían amores y desamores en la plataforma de la vida dominguera, y así. Ese día y a esa hora el pueblo se emperifollaba. La estación se engalanaba, se mixturaban los aromas y los alientos.
Vínculos y apegos en las fiestas patrias: misa, banda de música y desfile, carrera de sortija, doma, asado con cuero, discursos y más discursos.
Vínculos y apegos de los trabajadores, a través de La Fraternidad (sindicato de los maquinistas), y Unión Ferroviaria (empleados y trabajadores ferroviarios), en los 1º de mayo, en el día del ferroviario y el de la nacionalización de los ferrocarriles, junto a docentes, empleados, trabajadores rurales, doctores, señoras y señoras.
Al tiempo vino lo que vino. De no creer. Al ferrocarril lo fueron parando, se fueron espaciando los trenes aguateros, se ausentaban los trenes sanitarios, de la solidaridad, los trenes regionales mixtos (cargas, encomiendas y pasajeros) se cortaban las comunicaciones y las ayudas. Se seccionaban las vinculaciones. El ferrocarril se fue ausentando, los policlínicos y dispensarios ferroviarios de las Sociedades de Socorros Mutuos, con más de cien años de prestaciones, dejaban de prestar servicio. Los galpones se vaciaban y los silos se oxidaban, el tanque de agua de la estación Abandono se secaba, arribaba y se estacionaba en el andén el Tren de las Congojas, todo comenzó a ser dejadez y decidía. ¡Poco importaban los vínculos y apegos del lugar! No eran rentables.
Así, de esa manera a través de esas fuertes ausencias se fueron cortando los lazos y afectos entre los habitantes del campo, las zonas rurales y el ferrocarril.
Los trenes que acarreaban los productos del campo se detuvieron, como los convoyes cerealeros que coordinaban su traslado con la Junta Nacional de Granos. Se suspendieron los trenes block que fletaba el F.G. Belgrano con verdura, frutas, legumbres, productos perecederos que partía desde Salta, recogiendo en Tucumán y Jujuy sus productos, con horario de trenes pasajeros hasta Retiro. Tardaba 24 horas, y era equivalente a 60 camiones. Los detuvieron, la competencia con el auto transporte automotor era muy fuerte, a eso hay que sumarle la diferencia del flete que orilla en un 35 a un 40 por ciento. Todo es doblemente gravoso, hay que parar los trenes aunque se perjudique el campo. Los trenes que partían desde Mendoza con vino para exportar en forma masiva, también, fueron anulados. Lo mismo que los trenes fruteros del Valle de Río Negro con vagones ventilados. Y así con otros servicios de cargas y pasajeros.
Hoy, todo es un páramo nacional. Sólo se han salvado los pueblos como dice Prelat, "donde hubo colonias o cooperativas de los pequeños chacareros". Pero ya nada es igual. Falta algo, y ese algo es ese vínculo entre el campo y el ferrocarril. Los pueblos se deshabitaron y los campos se volvieron tierra yerma sojera. Ya no hay ni pájaros ni lagartijas, el glifosato y el agente naranja los exterminó.
No entender la sensación y la relación de pertenencia que siente el hombre del campo por la tierra, es no entender a la madre que lo parió.
No entender la diáspora ferroviaria que se produce por el cerramiento de los ferrocarriles, es no entender al país.
No entender los vínculos y apegos del ferrocarril con el campo es no entender parte de este país federal.
No haber comprendido la importancia que tenía el Sistema Integrado de Transporte Ferroviario, de Industria y Comunicaciones, callar y aplaudir su cierre es toda una miopía social masiva, cómplice, casi, una traición a la patria..
Ante todo esto debemos preguntarnos ¿Cómo recuperamos esos vínculos y afectos de los pueblos perdidos? ¿Cómo se recuperan estos poblados cuando esta sociedad está tan fragmentada y solamente piensa desde el Puerto? ¿Cómo se construye una sólida organización que permita generar políticas de Estado y poder así recuperar los ferrocarriles para la nación? Donde participen ferroviarios, usuarios, habitantes de los pueblos desamparados, campesinos, estudiantes, intelectuales, sindicatos, organizaciones populares, clubes, cooperativas. ¿Cómo hacemos?, cuando se privilegian los intereses electorales por sobre los principios que tienen que ver con el Patrimonio y la Soberanía Nacional.
¿Cómo hacemos cuando los oportunistas se quieren subir al tren de la recuperación, cuando en las décadas de los 80 y 90 guardaron un saludable silencio? ¿Cómo hacemos o que hacemos, con la mediocridad reinante y servil que reina en el campo político que abarca un radio de 360º, cómo? ¿Cómo hacemos cuando alegremente algunos sesudos intelectuales opinan del campo, cuando confunden un girasol con una margarita gigante?
Solo recuperaremos los afectos y vínculos nacionales perdidos cuando recuperemos los ferrocarriles, la energía, las comunicaciones, entre otros, en el marco de un proyecto de país que sea soberano e independiente.
Para eso debemos erectarnos como sociedad, e ir en busca de la solidaridad perdida, volver a ser respetuosos con el otro, con los otros, aunque piensen diferente, pero no como consigna o frase hecha, sino en la realidad cotidiana y la práctica viva. Porque la destrucción de los apegos y vínculos nacionales no ocurren por casualidad. Es parte de una política nefasta que se fue implementando en forma sistemática y permanente.
Después de romper esos vínculos y apegos vino el vaciamiento político e ideológico y luego la derrota y la diáspora de los pueblos y la destrucción del movimiento obrero. En vez de seguir siendo una nación-continente nos transformaron en una nación-archipiélago, y desde ese momento se enseñoreó la fragmentación. Se estructuró todo un proyecto político para que seamos un país dependiente con la complicidad de cipayos y vendepatrias.
Por todo esto, porque el conflicto del campo es un problema que incube a la nación, porque las realidades nacionales, esas que son del interior profundo nos incumben, porque la ciudad puerto y hegemónica ha eclipsado la vida de lo que se denomina el interior del país.
Hoy el campo aparece con todo un contexto social, político, económico y cultural desconocido para el hombre y la mujer de la ciudad.
Como en aquellos tiempos de la conformación de la Nación, hoy la realidad de la dependencia arrecia y se choca con la vocación de ser libres y soberanos. Está en los espacios más recónditos del entramado social, de todos los que fuimos derrotados en la lucha por un verdadero proyecto de país. Por eso, el ferrocarril hoy es una necesidad que se aúna a la realidad del campo. Porque en este inmenso territorio nacional, la mercancía puede ser transportada para todos, como en otras épocas, con fletes más económicos y seguros.
Los proyectos nacionales, las políticas de Estado necesarias para un país soberano e independiente sólo se logran con la participación de los actores sociales involucrados.
Lo hemos dicho en cientos de ocasiones, no valen proyectos nacionales pseudo revolucionarios como el denominado Tren Bala, esa obra faraónica sólo beneficia a unos muy pocos, los de siempre. Y no unirá la geografía económica de Buenos Aires-Rosario-Córdoba, sino viajarán los nuevos ricos subsidiados que gozarán de privilegios mientras los pueblos del interior seguirán sin ferrocarril.
Así como se necesitan reales políticas agropecuarias, se requieren políticas de transporte en general y del ferrocarril en particular, se necesitan políticas industriales, de desarrollo nacional y de participación popular y desarrollo de las economías regionales.
Las cajas, los dineros centrales sólo sirven para amaniatar, como coerción y falta de decisión de la voluntad popular.
Como final solamente argumentar, o no dejar de mencionar que la monstruosa deuda externa ha trepado a cifras siderales, en forma proporcional la deuda interna, las encuestadoras más cercanas al actual gobierno nos hablan de una pobreza de más del 30 por ciento, con una canasta básica de 1.300 pesos, importe que no acceden millones de asalariados.
En los sesenta años de la nacionalización de los ferrocarriles argentinos, no podemos estar al margen de esta problemática actual.

*Autor del *El Ferrocidio (2da edición)
*El Guardapalabras, memoria de un ferroviario.
*El Cordobazo, una rebelión popular.
*Crónicas del Terraplén (cuentos)
Miembro Fundador del Mo.Na.Re.FA

No hay comentarios:

Publicar un comentario