Desde hace algo más de una década, los tratados de libre comercio o TLC se han expandido como plaga por todo el mundo, condicionando gran parte de nuestra vida cotidiana.
Más allá de solamente regular el comercio de mercancías entre países, se han convertido en verdaderos factores de transformación de paradigmas (y realidades) dentro de cada país, haciendo posible la privatización de aspectos y recursos vitales para las sociedades, que si se hubieran planteado separadamente, probablemente nunca se hubieran podido concretar.
Planteados en paquete y formulaciones aparentemente técnicas que la mayoría no entiende, han logrado ahondar significativamente los abismos de desigualdad dentro y entre las sociedades. Si la Organización Mundial de Comercio es un arma poderosa para imponer regulaciones y privilegios a favor de pocas trasnacionales y menos países (una “constitución del mundo” como la llamara Renato Ruggiero, entonces director de la OMC), la mayoría de los TLCs bilaterales o regionales han ido mucho más lejos en temas puntuales, además de incluir otros que ni siquiera estaban en consideración en este organismo global. Gracias a la cláusula de “nación más favorecida” que la OMC impone a sus miembros, las condiciones que un país acepta en cualquier tratado, incluso bilateral entre países del Sur, se extienden automáticamente a cualquier otro país con el que tiene firmado un TLC.
A través de los TLC, las empresas transnacionales han podido aumentar exponencialmente sus ganancias, no sólo por la ampliación territorial de sus mercados, sino al lograr convertir en mercancía recursos naturales y aspectos vitales para la sobrevivencia, como la biodiversidad y los conocimientos sobre ella, el agua y los servicios necesarios para poder disfrutarla, los medicamentos, la educación y la atención a la salud, entre otros. Pero también en todo el mundo existen luchas de resistencia a estos tratados, desde sectores, temas y formas de organización diversas, tal como en realidad es el mundo y opuesto a la uniformidad que quisieran lograr las transnacionales para que todos seamos simples compradores de sus productos y servicios.
El documento “Combatiendo los TLC”, publicado por Grain, Biothai y el colectivo Bilaterals.org en febrero del 2008, intenta dar cuenta de este panorama, incluyendo contexto, temas, situación y resistencias que a lo largo y ancho del mundo han suscitado estos acuerdos (www.combatiendolostlc.org).
Por ejemplo, informa que según datos del Banco Mundial, al 2004 había un total de 229 TLC vigentes en el mundo, y 174 países habían firmado al menos uno. Un cifra conservadora, que no incluye los TLC firmados que no han entrado en vigor, ni los que están en negociación. El TLCAN (Estados Unidos, Canadá y México) es el principal precursor de las nuevas generaciones de estos tratados, así como ahora la Alianza para la Seguridad y Prosperidad en América del Norte (ASPAN) es una cabecera de puente al agregar nuevos temas.
En la mayoría de estos acuerdos se repiten ciertos aspectos claves, que incluyen entre otros: acceso a los mercados agrícolas (en la práctica, para las trasnacionales) desmantelando la producción nacional, fundamentalmente la campesina y de pequeña escala; protección y privilegios a las inversiones de las empresas trasnacionales, permitiendo que éstas puedan demandar directamente a los estados (México ya ha sufrido desde 1996 más de 15 demandas de este tipo, por más de 1,700 millones de dólares del erario público), obligación de adoptar leyes de propiedad intelectual con gran impacto negativo en el acceso a medicinas para los países y sectores más pobres; obligación de imponer propiedad intelectual a seres vivos, primero microorganismos y ahora también plantas y animales, incluyendo genes humanos; liberalización de los servicios financieros que facilitan los movimientos de capital especulativo; conversión de los “servicios” en mercancías, obligando a los estados a permitir la privatización de la educación, atención de la salud, sistemas de agua y energía, comunicaciones y transportes; redefinición de las funciones y bienes ambientales de la biodiversidad y los ecosistemas en “servicios ambientales” que de esta forma pasan también a ser mercancías.
Además de importantes datos para el análisis, el documento aporta un panorama de las luchas contra estas imposiciones en el mundo, relatadas por sus protagonistas. Finalmente ofrece algunos de los muchos aprendizajes de estas batallas. Por ejemplo, los impactos de la cooptación a través de la “participación” de sectores sociedad civil dentro de las negociaciones, la trampa de “tener que presentar alternativas”, cuando lo único sensato es decir “no” antes propuestas que nadie pidió y sólo interesan a las grandes empresas. Mucho más que un informe coyuntural, una lectura necesaria para entender y pensar la resistencia.
Silvia Ribeiro
La autora es investigadora de Grupo ETC
http://www.jornada.unam.mx/2008/04/12/index.php?section=opinion&article=025a1eco
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