domingo, 7 de octubre de 2007

Los combates se ganan o se pierden pero se dan.



MENSAJE DE LA 36

La emboscada de La Higuera marcó una nueva etapa, angustiosa y difícil para nosotros. Habíamos perdido tres hombres y prácticamente, no teníamos vanguardia. El médico seguía mal y la columna estaba reducida a solo 17 guerrilleros desnutridos por la prolongada carencia de proteínas, lo que naturalmente influía en la capacidad combativa. Definido ya el problema de Joaquín, los próximos pasos del Che se orientaban a buscar otra zona de operaciones donde el terreno nos fuera más favorable. Teníamos necesidad inmediata de contactarnos con la ciudad, para solucionar problemas logísticos y recibir refuerzos humanos, puesto que nuestras fuerzas se habían desgastados, sin que hubiésemos podido reemplazar a los hombres que habían caído. Sin embargo era previo romper dos cercos uno que estaba rondando casi en nuestras narices y el otro que había dispuesto el ejército y que habíamos conocido a través de filtraciones periodísticas dadas a conocer por emisoras argentinas y chilenas.

Para nadie era un misterio que nuestras presencia estaba claramente detectada y así lo anunciaban también las informaciones de carácter internacional, aunque las emisoras locales, silenciadas por el régimen daban solamente una información muy general.
Entre el 27 de setiembre y el 1º de octubre permanecimos ocultos, aunque algunos compañeros realizaban exploraciones para buscar una salida adecuada por los “firmes”, que nos permitiera eludir las fuerzas enemigas. Nuestra ración se redujo considerablemente y sólo consistía en tres cuartos de una pequeña lata de sardinas y una cantimplora de agua para todo el día.
Para peor el agua era amarga. Pero no había más y la mandábamos a buscar en la noche cuando aún, estaba oscuro en la madrugada. Dos compañeros cargaban todas las cantimploras, bajaban tomando toda clase de precauciones y borraban los rastros.
Hasta el día 30 los soldados en gran cantidad y perfectamente equipados pasaban frente a nosotros sin detectarnos.
El 1º de octubre empezamos a movernos con un poco más de rapidez y después de varios días de privaciones comimos unas frituras que cocinó Chapaco y Che ordenó que se repartiera un poco de charqui frito. Para que el fuego no fuera detectado por los soldados lo protegimos con frazadas.

Las emisoras por otra parte empezaron a dar mayores informaciones entre las cuales resaltaban las declaraciones de Camba y León que habían desertado el 26 y los cambios de los puestos de avanzada del estado Mayor del Ejército. Nuestras caminatas se realizaban extremando las precauciones, aunque a veces pasábamos por lugares algo poblados a plena luz del día.
Así llegamos al 8 de octubre.

La tarde anterior habíamos cumplido 11 meses desde que el Che ingresó al monte en Bolivia y hasta ese momento el balance no era precisamente desfavorable a nosotros. El ejército sólo había dado un golpe grave el de La Higuera, que por otra parte fue casual.
Todo lo demás era un saldo positivo puesto que, a pesar de lo reducido de nuestras fuerzas habíamos capturado cerca de un centenar de solados, incluyendo oficiales de alta graduación, habíamos puesto fuera de combate a otra gran cantidad de enemigos u nos habíamos incautado de diversas armas y mucho parque.

Era imprescindible, como nueva fase táctica, romper cerco para llegar a la nueva zona de operaciones, donde podríamos dar combate imponiendo nuestras condiciones al enemigo, y al mismo tiempo contactarnos con la ciudad, cuestión importante en este periodo para reforzar nuestra columna.

Cualquiera que lea el Diario del Che, aunque éstos sólo son apuntes de tipo personal donde se reflejan más los problemas negativos, aspectos negativos con el objeto de analizarlos para corregirlos más tarde, se podrá dar cuenta de que en ningún momento se denotaba desesperación o pérdida de fe, a pesar de los muchos momentos angustiosos por los que pasamos.
Por eso, al resumir los 11 meses de operaciones Che sintetiza su pensamiento diciendo que han pasado “sin complicaciones bucólicamente”.

La madrugada del 8 de octubre fue fría. Los que teníamos chamarra nos la colocamos. Nuestra marcha era lenta porque el Chino caminaba muy mal de noche y por que la enfermedad de Moro se acentuaba.
A las dos de la mañana paramos a descansar y reanudamos nuestra caminata a las cuatro. Eramos 17 figuras silenciosas que avanzábamos mimetizándonos en la oscuridad por un cañón angosto llamado Yuro.
La mañana se descargó con un sol hermoso que nos permitió observar cuidadosamente el terreno. Buscábamos una cresta para dirigirnos luego al río San Lorenzo.

Las medidas de seguridad se extremaron, especialmente porque la garganta y los cerros eran semipelados, con arbustos muy bajos, lo que hacía casi imposible ocultares.
Che decidió entonces enviar tres parejas de exploradores; una por el cerro hacia la derecha, integrada por Benigno y Pacho; otra por el cerro hacia la izquierda, integrada por urbano y otro compañero y la tercera hacia delante, a cargo de Aniceto y Darío. Pronto regresaron Benigno y Pacho, la información no resistía duda; los soldados estaban cerrando el paso. El problema era saber ¿si nos habían detectado o no?

No podíamos volver atrás; el camino que habíamos hecho, muy descubierto, nos convertía en presa fáciles de los soldados.
Tampoco podíamos avanzar, porque eso significaba caminar derecho a las posiciones de los soldados. Che tomó la única resolución que cabía en ese momento. Dio orden de ocultarse en un pequeño cañón lateral y organizó la toma de posiciones. Eran aproximadamente las 8 y 30 de la mañana.
Los 17 hombres estábamos sentados al centro y ambos lados del cañón, esperando. El gran dilema del Che y de nosotros era saber si el ejército había descubierto nuestra presencia o si sus posiciones eran simplemente una maniobra táctica que correspondía al cerco que nos estaba tendiendo desde hacia varios días.

Che hizo un análisis rápido si los soldados nos atacaban entre las 10 de la mañana y la 1 de la tarde estabamos en profunda desventaja y nuestras posibilidades eran mínimas, puesto que era muy difícil resistir un tiempo prolongado. Si nos atacaban entre la 1 y las tres de la tarde teníamos más posibilidades de neutralizarlo. Si el combate se producía de las 3 de la tarde hacia delante las mayores posibilidades eran nuestras, puesto que la noche caería pronto y la noche es la compañera y aliada del guerrillero.

A las 11 de la mañana aproximadamente fui a reemplazar a benigno a su posición, pero éste no bajó y se quedó ahí tendido, porque la herida en el hombro le había supurado y le dolía mucho. Definitivamente nos quedaríamos allí, Beningno, Darío, y yo. En el otro extremo de la quebrada estaban Pombo y Urbano y en el centro el Che con el resto de los combatientes.

Aproximadamente a las 13 y 30 Che envió al Ñato y Aniceto a reemplazar a Pombo y Urbano.
Para cruzar hacia esa posición debíamos atravesar un claro que era dominado por el enemigo. El primero en intentarlo fue Aniceto, pero una bala lo mató.
La batalla había comenzado.
Teníamos la salida cerrada, los soldados gritaban.
Cayó uno, cayó uno.
En la misma garganta estrecha en una posición que ocupaban los soldados, se escuchaba el tableteo regular de ametralladoras que, al parecer estaban cubriendo el camino por el que habíamos venido la noche anterior.

La posición nuestra quedaba frente a una fracción del ejército y a la misma altura, de manera que podíamos observar sus maniobras sin que ellos nos detectaran. Por eso sólo tirábamos cuando ellos hacían fuego, para no delatarnos. Por su parte el ejército creía que los disparos nuestros sólo partían desde abajo, o sea desde la posición en que se encontraba el Che.

La situación más difícil era la de Pombo y Urbano. Ocultos detrás de una roca recibían fuego ininterrumpidamente. No podían salir de allí porque al cruzar el claro podían liquidarlos con suma felicidad, como lo hicieron con Aniceto.
Con el objetivo de obligarlos a salir de esa trinchera natural, el enemigo les disparó un granadazo; la explosión levantó una gran polvareda que aprovecharon Pombo y Urbano.
Con una velocidad impresionante traspasaron el claro mientras los solados disparaban al bulto y gritaban agresivamente. Ambos cayeron justamente en el lugar en que estaba Ñato esperando.
Los tres intentaron salir por un camino de retirada que nos había indicado previamente el Che para llegar a un lugar de reunión anteriormente acordado.
Sin embargo lograron vernos y captaron nuestras señas de que se quedaran donde estaban.

La batalla continuó sin interrupciones. Disparábamos sólo cuando ellos hacían fuego para no delatarnos y para ahorrar parque. Desde el lugar que estabamos ubicados dejamos fuera de combate a varios soldados.
Anochecía cuando bajamos a juntarnos con Pombo, Urbano y Ñato y a buscar nuestras mochilas. Ya estábamos actuando en nuestro medio. Preguntamos a Pombo.
¿Y Fernando?
Nosotros creíamos que estaba con ustedes nos respondieron.
Cargamos nuestras mochilas y nos dirigimos presurosos al lugar de contacto.
En el camino no encontramos botados algunos alimentos entre ellos harina, lo que nos llamó profundamente la atención, porque el Che jamás permitió que se botara alimento; cuando hubo necesidad de hacerlo, la carga se ocultó cuidadosamente. Más adelante encontré el plato del Che bastante pisoteado. Lo reconocí inmediatamente porque era una vasija honda de aluminio bastante característica. Lo recogí y lo guardé en mi mochila.

No encontramos a nadie en el lugar de reunión aunque reconocimos las huellas de pisadas y las abarcas del Che, que dejaba una marcha bastante diferente a las demás y por lo mismo era fácilmente identificable. Pero esta huella se perdía más adelante.
Supusimos que el Che y el resto de la gente se había dirigido hacia el río San Lorenzo como estaba previsto, con el objeto de ir internándose en el monte, lejos del alcance del ejército, hasta alcanzar la nueva zona de operaciones.
Esa noche caminamos los seis Pombo, Benigno, Ñato, Darío Urbano y yo con una carga más liviana.

En el fondo de la quebrada habíamos botado algunas casas que nos parecían innecesarias para aligerarnos y marchar más rápido.
Mi mochila estaba abierta y faltaba la radio; es indudable que el que la sacó fue el Che antes de retirarse y era natural. Hombre sereno, previsor, jamás organizaba una retirada sin planificar desesperadamente. Por el contrario en estos momentos de grandes decisiones su figura de jefe y conductor militar y político se agigantaba. Por eso es obvio que la radio la sacó para escuchar las noticias, ya que la información pasa a constituir un elemento muy importante en el monte.
Marchamos con sigilo. Ninguno ocultaba su inmensa preocupación por la suerte del Che y el resto de los compañeros.
Después de perder el rastro de nuestra gente volvimos a caer en La Higuera, lugar que nos traía recuerdos dolorosos que aún no se había borrado.
Nos sentamos casi frente a la escuela del lugar. Los perros ladraban con persistencia pero no sabíamos sí era delatando nuestra presencia o estimulados por los cantos y gritos de los soldados que esa noche se emborracharon eufóricos.
¡Jamás nos imaginamos que tan corta distancia de nosotros aún estaba herido, pero con vida nuestro querido Comandante!
Con el transcurso del tiempo hemos pensado que tal vez, si lo hubiésemos sabido, habríamos tratado de hacer una acción desesperada por salvarlo, aun cuando eso nos significase morir en la empresa.

Pero esa noche tensa y angustiosa, ignorábamos absolutamente lo que había sucedido, y en voz baja nos preguntábamos si quizás otro compañero, además de Aniceto, había muerto en el combate.
El día 9 fue tranquilo. Dos veces vimos pasar el helicóptero el mismo que en esos instantes llevaba el cadáver aun tibio del Ché, asesinado cobardemente por orden de la CIA y de los gorilas Barrientos y Ovando, pero nosotros no sabíamos nada.

No teníamos más comunicación con el exterior que un pequeño aparato de radio que era de Coco, pero ahora lo cargaba Benigno.
Esa tarde Benigno escuchó una información confusa. Una emisora local anunciaba que el ejército había capturado gravemente herido a un guerrillero que al parecer era el Che.
Desestimamos inmediatamente esta posibilidad, puesto que si lo hubiese sido, pensábamos, habrían hecho un gran escándalo. Pensábamos que el herido podría ser Pacho y la confusión derivaba de algún parecido que podría haber entre ambos.

Esa noche caminamos por quebradas infernales, riscos filudos y empinados, que ni las cabras habían escogido. Pero Urbano y Benigno con su sentido de orientación extraordinario y una decisión inquebrantable, nos guiaban sacándonos lentamente del cerco.
Avanzábamos poco. El día 10 nos sorprendió en un lugar aun cercano a La Higuera y comentamos alegremente que el agua que estábamos tomando era la misma que más abajo tomaban los soldados. Otra vez estabamos esperando la noche para alcanzar el Abra del Picacho por donde pensábamos romper el cerco.

Aproximadamente a la una de la tarde, Urbano escuchó una noticia que nos dejó helados: las emisoras anunciaban la muerte del Che y daban su descripción física y su indumentaria.
No había posibilidad de equivocarse, porque señalaban entre su indumentaria las abarcas que le había hecho el Ñato, una chamarra que era de Tuma y que el Che se ponía para abrigarse en las noches, y otros detalles que nosotros conocíamos perfectamente.

Un dolor profundo nos enmudeció; Che nuestro jefe, camarada y amigo guerrillero heroico, hombre de ideas excepcionales, estaba muerto. La noticia horrendo y lacerante, nos producía angustia.
Permanecimos callados, con los puños apretados, como si temiéramos estallar en llanto ante la primera palabra. Miré a Pombo; por su rostro resbalaban lágrimas.
Cuatro horas más tarde el silencio fue roto. Pombo y yo conversamos brevemente. La misma noche de la emboscada del Yuro los seis nos habíamos puesto de acuerdo para que el asumiera el mando de nuestro grupo hasta que encontráramos al Che y al resto de nuestros compañeros.
Era preciso, en este instante tan especial, tomar una decisión que honrara la memoria de nuestro querido jefe. Intercambiamos algunas opiniones y luego, ambos nos dirigimos a nuestros compañeros.
Es difícil reflejar exactamente en sus menores detalles, un momento saturado de tantas emociones, de sentimientos tan profundos, de dolor intenso y de deseo de gritar a los revolucionarios que todo no estaba perdido, que la muerte del Che no se convertía en panteón de sus ideas, que la guerra no había terminado.

¿Cómo describir cada uno de los rostros?
¿Cómo reproducir fielmente cada una de las palabras de los gestos, de las reacciones, en aquella soledad impresionante, bajo la amenaza siempre permanente de una fuerza militar canibalesca que nos buscaba para asesinarnos y ofrecía recompensa por nuestra captura “vivos o muertos”?
Solo recuerdo que con una sinceridad muy grande y unos deseos inmensos de sobrevivir juramos continuar la lucha, combatir hasta la muerte o salir a la ciudad, donde nuevamente reiniciaríamos la tarea de reestructurar el Ejército del Che para regresar a las montañas a seguir combatiendo como guerrilleros.
Con voces firmes pero cargadas de sentimientos esa tarde surgió nuestro juramento, el mismo que ahora cientos de hombres de muchas partes del mundo han hecho suyo, para plasmar en la realidad el sueño del Che.
Por eso en la tarde del 10 de octubre Ñato, Pombo, Darío, Benigno Urbano y yo dijimos en la selva boliviana:

“CHE:
“TUS IDEAS NO HAN MUERTO. NOSOTROS LOS QUE COMBATIMOS A TU LADO, JURAMOS CONTINUAR LA LUCHA HASTA LA MUERTE O LA VICTORIA FINAL. TUS BANDERAS QUE SON LAS NUESTRAS, NO SERÁN ARRIADAS JAMÁS”.
¡VICTORIA O MUERTE!”

En su discurso en el acto de entrega de certificados de trabajo comunista a los obreros del MINID que laboraron más de 240 horas voluntarias en el primer semestre de 1964 en el Teatro de la CTC el 15 de agosto el Che declaraba lo siguiente:

“Pero nosotros queremos que se gradúe el esfuerzo para que más gente que no sea capaz de llegar al límite de las doscientas cuarenta horas, que significaba un mes entero de trabajo normal de ocho horas en el semestre, pueda también participar en el trabajo voluntario, que cada vez se haga una cosa más amplia, para que se trabaje una buena cantidad de horas por hombres en cada rama. ¿Para que?
De nuevo; para que cada uno adquiera más consciencia. Claro que esto es una cosa eficaz para la producción por lo que directamente significa y además, por lo que significa también como ejemplo, como desarrollo de la conciencia.
El compañero Arnet para citarlo una vez más también se ufanaba de que su fábrica, durante meses enteros, no tenía ausentismo. Además, la limpieza, la corrección que hay en esa fábrica es ejemplar; es muy pequeña.

Ahora el compañero Arnet, por una inveterada mala costumbre nuestra, hace un tiempo ha sido designado jefe del taller y hemos extraído un gran compañero de la producción y le hemos quitado algunas horas para que administre el taller. Digo inveterada mala costumbre porque la tarea concreta que hay que analizarla bien y que no siempre corresponde al espíritu, a la forma de actuar, a la indiosincracia de un trabajador ejemplar, y hay grandes trabajadores que pueden no ser grandes administradores, porque son tareas distintas; el trabajo manual es concreto, el trabajo de dirección es abstracto. Pero naturalmente que por los méritos nadie discute, lo único que a nosotros nos interesaba es que siempre siguiera el compañero Arnet siendo un factor constante que impulse a los demás compañeros a superarse. Ya el compañero de la electricidad me dijo que él este semestre se “faja” con Arnet; yo no sé si Arnet ahora que es administrador va a bajar un poquito el ritmo, pero ya tiene un buen contendiente ahí.

Y ese tipo de emulación es lo que va haciendo como un juego, que se mejore, que se amplíe cada vez más la base de los trabajadores que participan en la construcción social conscientemente, porque cada hora que se da es una hora consciente; las otras entran en el mecanismo de las relaciones sociales y es una hora más o menos inconsciente.
Por eso nosotros estábamos discutiendo con algunos ministerios la necesidad de impulsar esto, naturalmente voluntariamente, los que lo consideran así. Nos reunimos con el compañero Borrego, del Ministerio de la Industria Azucarera; con el compañero Yabur, del ministerio de Justicia, que es especial para trabajar en labores manuales, porque es ya la ligazón completa del trabajo no productivo, del trabajo de los servicios, del trabajo intelectual, con el trabajo productivo.
Y regenteados por la CTC que orientó y dirigió eso, establecimos un comunicado conjunto entre nosotros cuatro.

Ese comunicado es un llamado, además, a que otros organismos que quieran hacerlo participen en eso de la emulación, o se puede convertir en una emulación entre organismos. Ya el compañero Borrego, como un mal hijo del Ministerio de Industrias ha retado a sus padres y a establecido ahí un tremendo reto de batallones voluntarios.

El comunicado dice así:
“Primero. En el socialismo el incremento incesante de la producción de bienes materiales asegura al máximo de las necesidades constantemente crecientes de la sociedad, requiriéndose en ese empeño la participación entusiasta y decidida de los trabajadores.

“Segundo. El trabajo voluntario es la expresión genuina de la actividad comunista ante el trabajo, en una sociedad donde los medios fundamentales de producción son de propiedad social; es el ejemplo de los hombres que aman la causa de los proletarios y que subordinan a esa causa sus momentos de recreo y de descanso para cumplir abnegadamente con las tareas de la revolución.

“El trabajo voluntario es una escuela creadora de conciencia, es el esfuerzo realizado en la sociedad y para la sociedad como aporte individual y colectivo y va formando esa alta conciencia que nos permite acelerar el proceso del tránsito hacia el comunismo.

“A los fines de organizar nacionalmente el trabajo voluntario en los organismos que suscriben este comunicado conjunto y la participación en el mismo de todos sus trabajadores, así como para asegurar el cumplimiento de los acuerdos que se adopten y para exhortar a todos los trabajadores de la nación a que integren a lo largo y ancho de la isla los batallones rojos de trabajo voluntario, los referidos organismos formulan la siguiente proposición:

“Que los batallones rojos ya integrados y aquellos que se formen en el futuro, basándose en las experiencias adquiridas durante un año con saldos favorables en el trabajo voluntario a través de los batallones rojos, adopten la reglamentación pertinente con arreglo a las siguientes bases:

“Sobre el trabajo voluntario. El trabajo voluntario es el que se realiza fuera de las horas normales de trabajo sin percibir remuneración económica adicional. El mismo puede realizarse dentro o fuera de su centro de trabajo.

“Categoría de los miembros. Existirán tres categorías que son las siguientes: miembro vanguardia, que será el que acumule 240 horas o más en un semestre; miembro distinguido, que será el que acumule 160 horas en un semestre; miembros, que será el que realice un mínimo de 80 horas.

“Sobre la organización del trabajo. La buena organización del trabajo voluntario es el requisito fundamental del desarrollo de esta actividad; por lo tanto deben considerarse los siguientes aspectos: trabajo productivo industrial o agrícola, trabajo de enseñanza educativa no remunerada, trabajo técnico. Se le dará categoría de trabajo técnico a la brigada de técnicos que se cree en un momento determinado para la realización de una tarea específica.

“Sobre los reconocimientos. Miembros de vanguardias, se les entregará un certificado de trabajo comunista, firmado por el ministro del ramo y el secretario general de la CTC revolucionaria, además de un sello distintivo. A los miembros distinguidos se les entregará un diploma calificándolos como tales, con las firmas señaladas. Y a los miembros se les entregará un diploma acreditativo de tal condición. Todos estos reconocimientos serán entregados por cada semestre trabajado.”

Bien dice el Che, hemos adquirido una experiencia grande, hemos visto la posibilidad grande que hay del desarrollo de este tipo de trabajo; pero también hemos visto cómo la falta de interés, la falta de comprensión del problema, va en merma del trabajo.
La rama mecánica liviana fue la primera rama que empezó con este tipo de trabajo, tuvo esa iniciativa hace más de un año; vuelve a ser la rama mecánica liviana la ganadora. Además una empresa de esa rama, la de recuperación de materias primas, a la cual se le dio un impulso especial, tiene 47 horas hombre acumuladas en el semestre.
Es decir que sí dividimos el total de horas trabajadas por la cantidad de personas que hay en la empresa, el resultado es que cada una de ellas ha trabajado 47 horas voluntarias. Claro que esto no es así, porque hay muchos que no trabajan y otros trabajan mucho más, pero estos promedios son muy interesantes, muy superiores, naturalmente a los de todas las otras empresas.

Ahora viene la parte negativa de todo esto, el aspecto negativo. Por ejemplo, las empresas e institutos que no obtuvieron ningún certificado comunista de trabajo voluntario. Y aquí tienen que ver bastante, me animo a decirlo, los directores de empresas. En algunos casos específicos hay problemas de materias primas, problemas muy serios, las empresas tienen muy limitada su producción; pero la empresa está constituida por un montón de fábricas, siempre hay alguna que pueda trabajar, incluso que puede hacer trabajo voluntario, pues para pintar la fábrica, para mantenerla limpia, para muchas cosas.
Es decir, que nosotros aquí, por la falta de atención al trabajo, puede parecer que los obreros se estas empresas están desinteresados, y no es un problema así. El problema es que no han sido movilizados correctamente.

Estas empresas son: la de construcción de maquinaria, la automotriz, la conformación de metales de la rama metalúrgica. Ahí estaba Agapito que decía ¿dónde está Agapito? Que había traído un montón de gente: tiene tres empresas de la rama.
La empresa consolidada de Minería tampoco ha dado ninguno y los institutos de investigaciones tecnológicas para el desarrollo de maquinaria, de investigación de minería y metalúrgica y para el desarrollo de la industria química.
Una sola delegación provincial alcanzó certificado comunista de trabajo voluntario: la de matanzas con un trabajador.
El total de trabajadores del Ministerio de Industria que alcanzaron certificados de trabajo voluntario fue de mil dos; al principio eran novecientos y pico; al final han aparecido más. Estas son las cosas negativas, porque todo es trabajo voluntario todo es expresión del entusiasmo de la gente, pero sin control no podemos construir el socialismo y también el trabajo voluntario, hay que controlarlo bien, no burocráticamente sino controlarlo bien.

Nosotros entendemos que con esta organización va a poder mejorar la incorporación de más compañeros al trabajo. En esa forma podemos ir ampliando cada vez más nuestra base. Ya lo he repetido con insistencia en la noche de hoy: la necesidad máxima nuestra es ampliar el trabajo voluntario por los fines educativos que tiene, y mientras, pues seguiremos en todas nuestras tareas, la tarea extremadamente difícil de cumplir los planes de producción, en la cual siempre tropezamos con una cantidad enorme de problemas.
Y solamente un solo mes en la historia del Ministerio de Industrias, el ministerio completo ha cumplido su plan de producción al ciento por ciento.
¿Qué aplauden? Un solo mes lo cumplió y aplauden.
¡Cómo sería si lo hubiera cumplido todos los meses!.

Una vez nosotros hablábamos de que era necesario crear ese espíritu creativo del trabajador, para que ayude a los técnicos y a los técnicos administrativos también, a mejorar la calidad del trabajo my extraer toda esa gran riqueza potencial que está en nuestro subsuelo a veces, en nuestros almacenes otras y que no podemos coordinar por falta de materias primas, por falta de tecnología adecuada, por falta de organización, y no nos permite cumplir a cabalidad las tareas.

Y como siempre, mantener esa consigna que hace tiempo es ya la consigna de los jóvenes comunistas: “El estudio, el trabajo y el fusil”.
Es decir mantener siempre como tres banderas esa consigna de tres palabras, porque las tres tienen importancia en cada momento. Y para poder mantener nuestro derecho a vivir y a hablar con la autoridad de país revolucionario, tenemos que tener tres: el trabajo dirigiendo la construcción del socialismo; el estudio para ir profundizando cada vez más nuestros conocimientos, y nuestra capacidad de actuar; y el fusil obviamente, para defender la revolución.

Y para ustedes compañeros, para ustedes que son la vanguardia de la vanguardia, para todos los que en el frente del trabajo han demostrado su espíritu de sacrificio, su espíritu comunista, su nueva actitud frente a la vida, debe valer siempre la frase de Fidel que ustedes insertaron en uno de los palcos de este recinto:

“Lo que fuimos en las horas de mortal peligro; sepamos serlo también en la producción.

¡Sepamos ser trabajadores de Patria o Muerte!”

INTI Y URBANO FUERON LOS PRIMEROS EN SALIR A LA CIUDAD, DESPUÉS DE ROMPER EL CERCO.
ALLÍ TOMARON CONTACTO CON OTROS COMPAÑEROS Y ORGANIZARON LA SALIDA DE POMBO, BENIGNO Y DARÍO.

AUNQUE EL NOMBRE DEL CHE RESPLANDECE EN LA HISTORIA “SOLO”, COMO UN GENIO MILITAR, EL DESARROLLO POLÍTICO Y SOCIAL DE LOS PUEBLOS, QUE BROTARÁ COMO UN TORRENTE DE LA LUCHA DE LIBERACIÓN NACIONAL, LO TENDRÁ QUE TITULAR COMO EL REVOLUCIONARIO MÁS COMPLETO DE TODOS LOS TIEMPOS.

LA MÁXIMA DEL CHE SIGUE ESTANDO PRESENTE Y VIGENTE.
“LOS COMBATES SE GANAN O SE PIERDEN PERO SE DAN”.

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