lunes, 29 de octubre de 2007

La última misión de Camilo.



ENRIQUE ATIENZAR RIVERO

La noche del 20 de octubre de 1959, el Comandante Camilo Cienfuegos transitaba por el Malecón habanero en dirección al antiguo Palacio Presidencial, cuando por la microonda del auto en que viajaba escucha la orden de llamar con urgencia a Ciudad Libertad. Efectuada la comunicación, recibe la orientación de presentarse inmediatamente en la oficina de Raúl, donde aguardaba también Fidel y otros altos oficiales de las FAR.

Allí fue impuesto de lo que ocurría en Camagüey: la intentona sediciosa fraguada por el traidor Hubert Matos, quien ocho meses y 11 días antes había asumido la jefatura del Regimiento 2 Agramonte, y venía realizando una actividad divisionista con posiciones anticomunistas, designando a elementos seudorrevolucionarios y torpedeando la aplicación de las leyes revolucionarias. Después de una segunda reunión con Fidel, celebrada pasada la medianoche, Camilo llamó a su ayudante, ordenó alistar una compañía del Batallón de Seguridad y se reúne con los soldados en formación, a los que dice: "Compañeros: ha llegado el momento de hacer otro sacrificio por la Patria. Fidel y Raúl nos han dado la misión de partir enseguida para Camagüey, donde tendremos que defender una vez más a la Revolución, ahora de una vil traición. Debemos ir con el mismo espíritu de la Sierra, de la invasión, porque es posible que haya que pelear. El que esté dispuesto que de un paso al frente". ¡Todos respondieron positivamente!

En Camagüey, las fuerzas leales a la Revolución no durmieron. No había tiempo que perder para hacer trizas la intentona contrarrevolucionaria. Con una extraordinaria visión del alcance de los hechos, el capitán Jorge Enrique Mendoza Reboredo imponía telefónicamente a Fidel de cuanto detalle ocurría y podía sobrevenir por la actitud mezquina del traidor.

La mañana de ese día, en su condición de delegado del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) en la provincia, nombramiento del que fue investido por el Comandante en Jefe en septiembre de ese año por la tensa situación que presentaba en el territorio la aplicación de la primera Ley de Reforma Agraria, Mendoza viajó hasta la zona campesina de Camalote con el propósito de participar en el acto de recordación al líder agrario Sabino Pupo, asesinado 11 años antes por personeros a sueldo de la compañía norteamericana Manatí Sugar Company.

En tanto, en el regimiento militar tenían lugar contactos y reuniones que daban origen a rumores que se extendieron por la ciudad. La carta de renuncia, elaborada por Hubert Matos y dirigida a Fidel, dejaba de tener carácter privado para convertirse en pública.

El objetivo primordial de esa maniobra era dividir a las fuerzas revolucionarias y al pueblo, pretendiendo obligar al líder de la Revolución a dar una definición ideológica del proyecto social, en momentos en que los perjuicios anticomunistas eran muy numerosos. La misiva, reproducida y dada a conocer a oficiales, al periódico provincial, a la coordinación del 26 de Julio y a otros sectores, decía cínicamente en una de sus partes: "Todo el que haya tenido la franqueza de hablar contigo el problema comunista, debe irse antes que lo quiten".

Para darle más valor a su papel de víctima, el traidor no asistió al acto provincial programado para celebrarse a las 8:00 de la noche en la céntrica Plaza de las Mercedes, hoy de los Trabajadores. En dos horas retrasó el comienzo.

Los discursos de los primeros oradores estuvieron dibujados por una actitud francamente vacilante, no condenaban con energía las traiciones ni convocaban al pueblo a apoyar incondicionalmente a la Reforma Agraria, de ahí que Mendoza y el capitán Orestes Valera, locutor de Radio Rebelde en la Sierra Maestra, en ese instante jefe del INRA en el municipio Esmeralda, se irguieron a favor de la Revolución con una franca posición radical.

Fueron sucediéndose unos tras otros los acontecimientos favorables a la Revolución. La primera llamada a Fidel la realiza Mendoza después de trasladarse a la Jefatura Provincial de la Policía para convencer con argumentos a los compañeros que estaban allí y tomar esta posición para establecer una base revolucionaria desde la cual contrarrestar la traición.

Desde allí anunció telefónicamente al líder de la Revolución la materialización de un plan, escalonado sucesivamente en contacto con el capitán Arnaldo Pernas, jefe de las tropas tácticas del Ejército Rebelde, y da instrucciones a dos compañeros más (Antonio "Tony" Ginestá y a su hermano Manuel Mendoza) para persuadir a los miembros de la segunda estación de la Policía, en la calle Lugareño, los que se pusieron al lado de la Revolución.

El jefe del INRA en la provincia, en unión de Orestes Valera y Pernas, avanzaron hacia la ciudad de Camagüey con alrededor de 200 rebeldes. Mendoza, al hablar nuevamente con Fidel, recibe indicaciones de tomar la estación de radio, el canal 11 de la TV local, la central telefónica, la planta eléctrica, el aeropuerto, el hospital y una farmacia para asegurar medicamentos en caso de combate.

LA LLEGADA DE CAMILO A CAMAGÜEY

Avanzada la noche el destacado revolucionario camagüeyano vuelve a establecer comunicación con Fidel, el que le informa la inminente salida de Camilo hacia esa ciudad, y le orienta ocupar el periódico y establecerse en una emisora de radio, que por su potencia llegue a toda la provincia y fuera de difícil acceso, para desde el amanecer, denunciar la traición.

En un testimonio, Mendoza escribió una vez: "Del periódico, con siete u ocho revolucionarios escogidos por su valentía y buena puntería, me dirijo a Radio Legendario, situada en el tercer piso, en la calle República. Retengo en mis oídos las últimas palabras que me ha dicho Fidel por teléfono sobre la denuncia por radio: ¡Sí, te instalas y resiste, resiste!"

La llegada de Camilo, anunciada al pueblo en la arenga radial de Mendoza, era esperada con ansiedad. A las 6:00 de la mañana del 21 de octubre tocó pista en el aeropuerto Ignacio Agramonte, tomado por las tropas del capitán Pernas, el avión ejecutivo que lo trajo junto a un grupo de oficiales.

Con su sombrero alón, el Héroe de Yaguajay se trasladó en yipi rápidamente hasta la Jefatura Provincial de la Policía, en la calle Avellaneda, desde cuyas oficinas entabló conversación con Fidel. Mendoza se mantenía en la estación de radio. Allí se unieron oficiales y tropas que vinieron en el segundo avión.

Historiadores describen, después de minuciosas investigaciones, que alrededor de las 7:00 de la mañana, el primer yipi, en el que viajó Camilo, llegó al campamento militar. Lo hizo con el vehículo en marcha acelerada hasta detenerse frente a la jefatura del regimiento. Aguardaban varios oficiales que seguían al traidor, algunos de ellos confundidos. Sin encomendarse a nadie, el jefe guerrillero ordena que lo dejen entrar solo hasta la residencia del cabecilla.

"No podemos dar pie a una situación desagradable, así que esperen, que este asunto lo resuelvo yo personalmente", dijo Camilo en tono enfático, lo que un poco desconcertó a sus subordinados, temerosos de que pudiera ocurrirle algo.

Desde luego, aseguraron posiciones ventajosas para evitar cualquier percance. El traidor descansaba despierto en el lecho, junto a la esposa, en la seguridad de su fortificado dominio, luego de una noche en vela precisando pormenores de la acción que había desencadenado.

"Hubert, dijo Camilo, yo como jefe del Ejército Rebelde asumo el mando en Camagüey y te detengo por traidor. Acompáñame", y lo condujo hasta la jefatura del Regimiento.

Trató de justificar su actitud, con hipócritas argumentaciones. "¡Es un infame complot, porque me envidian mi grado, mi posición, mi influencia entre los camagüeyanos!", tesis que el pueblo destruyó como castillo de naipes horas después en marcha con Fidel por las principales calles de esta ciudad hasta el antiguo cuartel Agramonte.

Camilo lo desenmascaró con argumentos sólidos y redujo a la obediencia a uno de los complotados que trató de crear un incidente que pudo llegar hasta el derramamiento de sangre. "¡Que nadie dispare!", ordenó a toda voz.

Camilo, con ese sentimiento de pueblo, inquirió al traidor cuál era su intención, de que volviera a Cuba el pasado y se perdiera la causa por la que murieron tantos compañeros. "Mira, esta Revolución es humanista, verde olivo, y tan cubana como las palmas, pero ten la seguridad de que si la solución de los problemas del pueblo, si la garantía del futuro fuera el comunismo, pues entonces yo seré comunista".

FIDEL EN CAMAGÜEY

Por vía aérea Fidel llegó a Camagüey a las 9:30 de la mañana, aproximadamente. Hizo el viaje hasta la ciudad en yipi. Al llegar a la calle República, el pueblo lo reconoció y rodeó, optó por desmontarse del vehículo, quitarse el arma y dirigiéndose a los escoltas dijo: "Sigan ustedes que yo me voy con el pueblo".

El líder de la Revolución al frente de la improvisada manifestación, que crecía al avanzar, se dirigió al local del INRA provincial, ubicado en la calle San Pablo, esquina al Callejón del Cuerno, no sin antes entrevistarse a su paso por Radio Legendario con Mendoza, a quien ordenó informar de su presencia y que en ese lugar, donde finalmente se entrevistó con Camilo, esperaba a todos los revolucionarios camagüeyanos.

Hoy muchos agramontinos de la época recuerdan la marcha, encabezada por Fidel, iniciada en este sitio alrededor de las 11: 00 de la mañana del 21 de octubre en una manifestación popular que tomó la calle Independencia y dobló por General Gómez. Hubo un momento en que el Comandante en Jefe sube a una camioneta —el pueblo lo siguió— y al llegar a la fortaleza militar se bajó y con brusco movimiento abrió la puerta de entrada.

La fortaleza fue tomada por el Comandante en Jefe seguido del pueblo y sin que se oyese un disparo. Más de 30 000 personas se habían incorporado a la marcha dando gritos: ¡Fidel, Fidel, Fidel! Así la Revolución asestaba un duro golpe a la intentona, sin derramar una gota de sangre, en virtud de la claridad de la dirección revolucionaria, el liderazgo de Fidel y la confianza del pueblo.

Desde uno de los balcones de la jefatura del Regimiento hablaron al pueblo Fidel, Camilo y Mendoza. El Comandante en Jefe explicó los antecedentes de la traición y desbarató los pretextos empleados por Hubert Matos. "Hombres pueden haber traidores, pero no pueblos", dijo. Sería un día interminable, el Señor de la Vanguardia a las 5:30 de la tarde se reunió con los soldados en el teatro del cuartel y al otro día compareció, junto a Mendoza, en el canal 11 de la TV para ofrecer una conferencia de prensa acerca de lo acaecido, pero antes fue hasta Radio Camagüey, en la Avenida Finlay, en la que tres seguidores de Matos habían intentado trasmitir una grabación del traidor.

En esos días se acometió la reorganización del ejército en la provincia, se efectuaron cambios en la dirección del gobierno, las tropas fueron reubicadas en diferentes lugares, y el 23 de octubre se daba a conocer la entrega del cuartel al Ministerio de Educación, para adaptarlo como centro escolar, inaugurado como tal el 27 de noviembre de ese año.

El leal Comandante guerrillero había cumplido en Camagüey una compleja y arriesgada misión, además de liquidar la intentona contrarrevolucionaria.

El 25 de octubre Camilo regresó a La Habana, estaba prevista una reunión, presidida por Fidel y a la que invitaron a Mendoza, para analizar los últimos acontecimientos. Al otro día en la terraza del antiguo Palacio Presidencial habló al pueblo Camilo —sería la última vez— mientras evocó el poema de Bonifacio Byrne "si desecha en menudos pedazos/ llega a ser mi bandera algún día/, nuestros muertos alzando los brazos/ la sabrán defender todavía", cuyos ecos resuenan en nuestros oídos, a pesar de haber transcurrido cuatro décadas.

Fuente consultada: Las Clavellinas. Edición especial 2/89 de la selección de investigaciones históricas del Comité Provincial del Partido

No hay comentarios:

Publicar un comentario