Detrás de esta euforia, se oculta un redituable negociado. La baja constante de la cotización del dólar ha convertido a una inversión en pesos en bonos del Tesoro, al 5% mensual, en una ganancia anual de 24% en dólares. Con los pesos que obtiene de la deuda del Tesoro, el gobierno compra dólares al Central, que luego ofrece como garantía de los bonos que están por vencer. Esos bonos suben de valor, con gran ganancia para sus tenedores. Pero el Tesoro aumenta el valor en dólares de su deuda en pesos. Para pagar ese aumento de deuda en dólares, refuerza la motosierra contra los gastos sociales y avance por privatización de activos estatales a cambio de monedas.
Ese juego ficticio no equilibra la economía, agrava el impasse financiero y consolida la recesión.
Por lo tanto, la “certeza” de que Argentina cumplirá con sus vencimientos de deuda se apoya en un nuevo aumento de esa hipoteca explosiva. Otro tanto ocurre con la deuda interna en pesos, ahora concentrada en un título -Lecaps- cuyos intereses no se pagan ahora y no son registrados en el déficit fiscal sino sólo a su vencimiento. Esa bola de nieve acumula ya 2,7 billones de pesos, una cifra que en setiembre quintuplicó al “resultado financiero positivo” informado por el gobierno, el cual, por lo tanto, es fraudulento. Un desarme de esta ficción desataría una corrida cambiaria, como lo prueba el mantenimiento del cepo. Pero el cepo congela inversiones, incluso con las ventajas leoninas que ofrece el RIGI. Mientras las operaciones financieras de corto plazo “vuelan”, la “formación de capital fijo” (inversión) cayó un 8% interanual, superando a los derrumbes experimentados bajo la pandemia.
El gobierno ha celebrado la afluencia de dólares como resultado del blanqueo de capitales, que asciende a 12.000 millones en efectivo, pero que por eso mismo pueden fugarse en un abrir y cerrar de ojos. Caputo hace lo mismo que hizo bajo Macri, y deberá acabar mucho peor que hace seis años.
En el raid bursátil que se celebra en estas horas, hacen punta las empresas de servicios -gas y electricidad- beneficiadas con los tarifazos reiterados. Lo mismo ocurre con la gran industria de consumo masivo, que ha compensado la caída de las ventas con una dolarización de sus precios. Los salarios y jubilaciones deben afrontar esos aumentos resignando el consumo de alimentos esenciales, que han caído entre un 15 y 20% en la comparación anual. La bonanza financiera que celebran los Caputo y Milei está atada con alambres, y multiplica el choque con los jóvenes y los trabajadores.
FMI
El Fondo mira con recelo las nuevas operaciones de deuda que anuncian Caputo-Milei. Plantea la necesidad de obtener dólares “genuinos”, o sea, provenientes de exportaciones incentivadas con una devaluación. Pero la devaluación implicaría una desvalorización de los fondos financieros y el cese de las compras de deuda de Argentina con dinero prestado. Además, la devaluación comportaría un nuevo desbarajuste inflacionario,como ya ocurriera con Martínez de Hoz, con Alfonsín y Menem en 1989, con Cavallo en 2001 y con el mismo Caputo en 2018.
Marcelo Ramal
29/10/202
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