viernes, 4 de octubre de 2024

El Opus Dei, acusado de explotación y trata de personas


La “obra de Dios” es una mafia político-financiera. 

 Durante más de cuatro décadas, entre 1972 y 2015, el Opus Dei, una organización ultraderechista de la Iglesia Católica, reclutó al menos a 44 mujeres pobres, la mayoría niñas y adolescentes, a las que les prometió trabajo y la posibilidad de estudiar, para poder someterlas a “condiciones de vida equiparables a la servidumbre”. 
 Así define la justicia federal argentina el accionar del Opus Dei, una organización a los que muchos estudiosos consideran directamente una mafia político-financiera de la Curia. 
 Si bien denuncias de este tipo contra el Opus hay en todos los países donde opera, incluido Estados Unidos, nunca antes habían sido citados a indagatoria por delitos tan graves los máximos responsables de una región del Opus. Los casos judiciales anteriores involucraban organizaciones benéficas o miembros que dirigen centros individuales del Opus Dei. 
 El informe es la culminación de una investigación, secreta y sin precedentes, que inició en septiembre de 2022 la Procuraduría contra la Trata de Personas de Argentina (PROTEX), después de que docenas de mujeres acusaron públicamente al Opus Dei de explotación en los medios de comunicación. 
 Las mujeres, que formaron parte del grupo entre 1972 y 2015 aproximadamente, eran “numerarias auxiliares”, una categoría de miembros del Opus exclusivamente femenina que dedican su vida al trabajo doméstico en los centros de la organización. 
 Los fiscales describen la captación de niñas de familias pobres o migrantes como una “selección engañosa” que se aprovechaba “de su extrema vulnerabilidad”. Afirmaron que las mujeres eran “seducidas” con promesas de educación y oportunidades laborales, pero luego quedaban “atrapadas en un ciclo de explotación y abuso”, trabajando jornadas de 14 horas, sin recibir salario alguno. 
 El acceso de las mujeres a la atención médica y al mundo exterior estaba fuertemente controlado. “Eran sometidas a una explotación laboral extrema, con una falta total de remuneración justa y de derechos básicos, todo ello bajo el pretexto del 'sacrificio' y la 'salvación espiritual'“, afirma la Protex.
 La acusación de la Protex, de 136 páginas, afirma que el Opus “creó una estructura dedicada al reclutamiento de por lo menos 44 mujeres” e imputa a la máxima jerarquía por tráfico de personas y trata. El informe del fiscal sugiere que la explotación de las mujeres es esencial para el funcionamiento de la organización. Cita a una víctima que declaró: “Éramos la base para que otros pudieran cambiar el mundo”. 
 Además, la investigación enumera y describe la situación de las víctimas dentro de los “centros” de la organización, las prácticas de manipulación psicológica, el “control disciplinario mediante elementos de castigo” y una serie de “normas de vida” que debían llevar las mujeres y que implicaban un sistema de charlas, confesiones y oraciones, además de la obligación de la castidad, el aislamiento de los vínculos familiares, la restricción de sus comunicaciones y cualquier contacto con el mundo exterior, el control psicológico y condicionamiento conductual, como también el control de la salud física y mental mediante visitas médicas supervisadas y suministro de pastillas psiquiátricas. Todo eso se pudo probar en los casos analizados.
 Una de las esclavas, M.I.E., fue captada a los 17 años, en 1984, cuando viajaba con una hermana mayor desde su Bolivia natal hacia Buenos Aires. Iban a vivir con una tía y estudiar. Una mujer les dio charla y les dijo que conocía un lugar donde podían vivir y estudiar. Lo mismo le dijeron a la tía cuando las acompañó a conocer una casona en el barrio de Belgrano llamada “Los Aleros”. 
 Allí las pusieron a trabajar en tareas domésticas mientras las obligaban a asistir a misa y confesarse. La primera vez que huyeron fueron rápidamente recapturadas. En los siguientes años las fueron moviendo por distintas residencias del país. Las dos volvieron a intentar fugarse, pero las atraparon una y otra vez, incluso cuando MIE logró llegar a Bolivia.
 En 1993 la llevaron a Roma, donde sirvió a la jerarquía internacional del Opus sin pago, seguro médico ni la posibilidad de hablar con su familia. Volvió 2000, ya intentando sobrellevar una gran crisis de salud mental. Recién logró escapar a los 47 años, en 2015.
 La denuncia ante la justicia federal apunta contra cinco imputados: los exvicarios regionales Carlos Nannei (1991-2000), Patricio Olmos (2000-2010), Víctor Urrestarazu (2014-2022), y el sacerdote numerario que dirigió durante casi todas estas décadas la rama femenina de la organización, Gabriel Dondo. Hay un quinto, Mariano Fazio, responsable de la institución entre 2010 y 2014, que en la actualidad forma parte del gobierno mundial del Opus Dei y vive en Roma. Urrestarazu cuando estalló el escándalo se mudó al Paraguay.
 La investigación, entregada al juez Daniel Rafecas, menciona 44 casos de explotación y tráfico de mujeres, pero solo cuatro podrían enmarcarse bajo la Ley de Trata, que entró en vigor en mayo de 2008, porque la mayoría de las denunciantes salió de la organización antes de esa fecha. Un quinto caso está por vencer. 
 El Opus Dei refutó las acusaciones: “Negamos categóricamente las acusaciones de tráfico de seres humanos y explotación laboral”. Y afirmó que las acusaciones se basaban en una “descontextualización total” de “la vocación libremente elegida por las numerarias asistentes”, añadiendo que las mujeres recibían un salario por su trabajo y vivían en un “ambiente acogedor [con] instalaciones para el descanso, el recreo, la lectura y el estudio”. 
 Sin embargo, cuando estallaron las denuncias, el Opus Dei dijo que cuenta con un Instituto de Capacitación Integral en Estudios Domésticos (sic) por donde pasaron más de un millar de adolescentes entre 1972 y 2017, sin que hubiera mayores problemas. De todos modos, admitieron “probablemente en algunos casos no se cumplió estrictamente con las leyes laborales”. Según el diario Público de Madris, el OPUS tiene “escuelas de mucamas” en por lo menos medio centenar de países. Actualmente forman parte del Opus Dei alrededor de 93.600 personas, de las cuales 2.122 son sacerdotes. Del total de fieles, el 60% son mujeres y 40% hombres. La distribución por continentes es la siguiente: África 4%, América 36%, Asia 4,5%, Europa 54,5%, Oceanía 1%.28 jun 2024 
 A principios de este año, una investigación del Financial Times descubrió acusaciones similares en Europa y Estados Unidos. Ahora, el periódico británico opina que “las graves acusaciones suscitarán nuevas preguntas sobre el funcionamiento interno del grupo católico, estrechamente vinculado a movimientos políticos conservadores en Estados Unidos”. 
 El caso de M.I.E. podría ser el primero en el mundo que reúna las condiciones para que el Opus Dei tenga que enfrentar a la justicia de un país acusado por trata de personas para servidumbre. Con esa historia se podría avanzar en la investigación de lo que decenas de mujeres de Argentina, Paraguay, Uruguay y Bolivia denunciaron en 2021, primero en la prensa argentina y después en una presentación ante el Tribunal para la Doctrina de la Fe del Vaticano que aún no tuvo respuesta. 
 El juez aún no se ha pronunciado sobre la petición de indagatoria. En la Argentina son connotados miembros del Opus desde Gustavo Béliz y Rodolfo Barra hasta el pediatra Abel Albino -el de los espermatozoides que atraviesan la porcelana-, encargado de distribuir los alimentos de Capital Humano con la precondición de que las beneficiarias asistan a cursos contra el aborto.
 Entre los hombres de negocios sobresalió como cooperador Gregorio Perez Companc, que murió este año. Algunas fuentes dicen que donó más de 50 millones de dólares para el formidable campus y el hospital que la Universidad Austral tiene en Pilar. “Lo que sumado al IAE -su instituto de finanzas, considerado una de las mejores escuelas de negocios del mundo- confirma la potencia local del Opus Dei”. 

 Olga Cristóbal 
 03/10/2024

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