Las ventas de combustible al público se desplomaron un 11,8% interanual en septiembre, y ya van 10 meses consecutivos de caída. Estamos ante otra manifestación del derrumbe del poder adquisitivo de la población y también de la actividad económica.
El encarecimiento de los combustibles, la política de tarifazos que restringe la capacidad de consumo de los trabajadores, la recesión que impacta en el transporte de mercancías y la disminución en las ventas de frontera por la apreciación del peso terminaron por provocar esos 10 meses de descenso.
Según la consultora Politikón Chaco, septiembre fue el segundo mes consecutivo en el que se registró una aceleración en la velocidad de caída (julio -5,2% y agosto -9,2%). Las bajas interanuales fueron más pronunciadas en provincias como Formosa (-29,1%), Misiones (-28,1%), Entre Ríos (-22,5%) y Corrientes (-22,3%).
El oficialismo se había puesto como objetivo equiparar los precios internos de los combustibles con su cotización a nivel mundial. En este contexto, y luego de que YPF anunciara una reducción del 1% en el precio del gasoil y de la nafta, las petroleras buscan acompañar la suba internacional del precio del petróleo aumentando un 9% los combustibles en noviembre.
Es que el recrudecimiento de las tensiones bélicas en Medio Oriente, región donde están ubicadas potencias petroleras como Irán y Arabia Saudita, ha provocado que el valor del Brent se ubique por encima de los 80 dólares en el primer tramo de octubre. Si el Estado de Israel y Estados Unidos intensifican su ofensiva guerrerista contra Gaza, Líbano, Siria, Yemen, y comienzan a tirotearse nuevamente con Irán, el cuadro se agravará.
La situación mantiene en vilo a las burguesías del mundo y a sus representantes políticos. No por nada el presidente norteamericano Joe Biden le recomendó al régimen sionista que no bombardee los campos petroleros iraníes. La economía capitalista tomada como un todo está inmersa en una crisis muy profunda.
En este marco, Milei y Caputo no pueden concretar su tan prometida liberalización total de los precios de los combustibles para emparentarlos con la cotización internacional. Por eso las disposiciones contenidas en el capítulo hidrocarburífero de la Ley Bases siguen sin reglamentarse.
Además es probable que, si también rigiera una completa libertad de exportación, el mercado interno quede desabastecido si se torna inviable trasladar a los precios de la nafta y el gasoil un eventual encarecimiento internacional del crudo o una fuerte devaluación del peso. El gobierno no hace más que profundizar todas las contradicciones sociales y económicas reinantes.
Un aumento mayor del precio de los combustibles provocaría un incremento de la inflación en todos los rubros de la economía, lo que, en un contexto de destrucción de los ingresos de los trabajadores y de agudizamiento de la pobreza y la indigencia (en seis meses, Milei fabricó seis millones de pobres y cuatro millones de indigentes), profundizaría la caída del consumo. Esto, cuando la venta de productos de la canasta básica en los supermercados tuvo en septiembre un derrumbe histórico (-22,3% interanual).
Es imperioso organizar la lucha por un aumento de salarios que los equipare al costo de la canasta básica familiar, la cual debe ir acompañada de una pelea por conquistar la conducción de los sindicatos que hoy están dirigidos por una burocracia cómplice de Milei y su séquito de ladrones, empobrecedores y lobistas de las petroleras, los banqueros y los capitalistas.
Para terminar con el saqueo de nuestros recursos y tener un combustible barato es necesario terminar con el control capitalista de la industria hidrocarburífera. La contracara del beneficio empresarial es el empobrecimiento de los trabajadores.
Nazareno Suozzi
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