La bicicleta financiera es una bomba de tiempo.
El gobierno celebra la rebaja en los sobrecargos que cobra el FMI, el achicamiento de la brecha cambiaria y la disminución del riesgo país como si fueran signos de prosperidad económica. Lo cierto es que no hay nada que festejar, ya que esos resultados son a costa de una bicicleta financiera explosiva y la amenaza del default sigue más latente que nunca.
Por un lado, el secretario de Finanzas, Pablo Quirno, no dudó en publicar que Argentina obtendrá un ahorro de U$S 3.200 millones a raíz de la decisión del Fondo de reducir la sobretasa que pagan los países que contrajeron deuda con el organismo por encima de la cuota admitida. El FMI lo resolvió, a instancias de Estados Unidos, para aliviar el endeudamiento de Ucrania en función de favorecer a este país en su guerra contra Rusia. A partir de noviembre 2024, el margen de la tasa básica pasará de 100 puntos básicos a 60 y, la tasa de sobrecargos basados en el tiempo, de 100 puntos básicos a 75.
Ahora bien, Argentina lleva gastados por culpa de esta usura más de U$S 11 mil millones en concepto de intereses al FMI. Una estafa convalidada tanto por el peronismo en el poder como por el gobierno actual que constituye una verdadera sangría para las reservas. A su vez, la disminución de la sobretasa no evitará que el país se enfrente con una crisis de pago en el próximo tiempo, ni qué decir cuando venza el acuerdo con el Fondo en 2026 y haya que afrontar los vencimientos de capital. Milei intentará restructurar esa deuda, encareciendo los intereses.
Por otra parte, el gobierno se jacta de que bajó la cotización de los dólares financieros. Lo que no dice es que fue a costa de malvender reservas para intervenir en el mercado de cambios, sumado a una mayor oferta de divisas a causa del blanqueo de capitales (a partir del cual ingresaron U$S 11.900 millones) y de que la clase media se está desprendiendo de los ahorros de toda su vida para llegar a fin de mes.
Es decir, no configura una buena noticia que el Estado haya legalizado dinero proveniente de actividades ilícitas -cuya permanencia dentro de las reservas es absolutamente pasajera- ni que se esté cumpliendo la profecía de Caputo sobre la venta de dólares ahorrados para pagar impuestos.
Sin mencionar que con el tipo de cambio planchado y tasas positivas en dólares se está gestando una bicicleta financiera sumamente explosiva. Cuando los especuladores decidan desprenderse de sus tenencias en pesos, se desencadenará una corrida de gran magnitud tal como ocurrió con el carry-trade montado durante el macrismo. Un motivo más para que el gobierno opte por demorar la salida del cepo que le prometió a los capitalistas.
El gobierno también vio con optimismo la caída del riesgo país. No obstante, es la respuesta del mercado a los vetos presidenciales sobre el aumento a los jubilados y el financiamiento universitario. Milei dio una señal inequívoca de que priorizará el pago de la deuda a expensas de las necesidades populares. A su vez, que el indicador haya bajado a 1.107 puntos constituye un estímulo para que Caputo busque refinanciar vencimientos de deuda externa contrayendo nuevos préstamos internacionales, agravando la hipoteca nacional.
Como vemos, el panorama no es auspicioso dado que la crisis de deuda tiende a empeorar y la “pax cambiaria” acumula nuevas contradicciones. La única forma de desactivar esta bomba de tiempo es rompiendo con el FMI, repudiando la deuda externa impagable y cortando todos los canales de fuga de divisas por medio de nacionalizar bajo control obrero el sistema financiero y el comercio exterior. Solo así podremos concentrar el ahorro nacional para destinarlo en el desarrollo de las fuerzas productivas y en la satisfacción de las necesidades sociales.
Sofía Hart
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