Lo mismo sucede con trabajadores de servicios no esenciales.
Sin el más mínimo prurito, la actriz Catherine Fulop divulgó en sus redes sociales un video en que se la ve haciendo deporte y disfrutando de la pileta en su aislamiento obligatorio en una lujosa casa. Atrás, Juanita, la empleada doméstica que trabaja allí, limpia. No fue la única. Otros personajes conocidos públicamente mostraron que se encontraban en sus casas, donde estaban también las trabajadoras domésticas. El caso extremo fue el del empresario que ocultó en el baúl de su auto a la trabajadora doméstica que emplea.
Catherine Fulop fue repudiada en las redes sociales. Estas situaciones pusieron de relieve la superexplotación y las condiciones de reducción a la servidumbre que sufre este sector de la clase trabajadora, consideradas prácticamente una posesión de los empleadores. Catherine Fulop se burla “que Alberto no se enteré” como si el problema fuera la violación de la ley y no del derecho de la trabajadora a permanecer en su vivienda.
Las recomendaciones respecto a evitar el traslado de las trabajadoras domésticas comenzaron de hecho antes que se decretara el asilamiento obligatorio, que reglamenta la no concurrencia a la casa de los empleadores de las trabajadoras de este rubro. Sin embargo, se multiplican las denuncias de patrones que irrespetan la medida y las mantienen en sus casas –u obligan a ir y volver para realizar las tareas domésticas, exponiéndolas, o restringen el acceso de las trabajadoras a sus casas por miedo al contagio. Del mismo modo, miles de empleadas domésticas fueron despedidas o suspendidas sin pago.
La precariedad del trabajo permite todo tipo de irregularidades y presiona para que las trabajadoras continúen trabajando, lo que implica recorrer largos trechos de sus viviendas en barrios pobres hasta las zonas en las que trabajan exponiendo su salud. La primera víctima fatal del Coronavirus en Brasil fue una mujer de 63 años que trabajaba a tres colectivos de distancia de la casa de su empleadora, quien se sospecha que fue quien la contagió.
Algo similar sucede con otros trabajos en los que reina la informalidad y precariedad como los jardineros, pileteros o cuidadores de casas. El Intendente de Pilar sacó una ordenanza eximiendo de la cuarentena a estos trabajadores para ingresar a los countries y echar cloro en piletas o cortar el pasto, mientras los barrios donde viven de estos trabajadores no se descacharrizan ni fumigan.
Párrafo aparte merece la de la Unión de Personal Auxiliar de Casas Particulares que como toda medida ha publicado un certificado en su página y llama a las trabajadoras al “diálogo con los empleadores”, como si se tratara de una situación en igualdad de condiciones, en lugar de lanzar una campaña pública en defensa de los derechos de quienes deberían ser sus representadas. Mientras tanto, en la página de Facebook las consultas y comentarios muestran que la situación de estas trabajadoras es desesperante.
No son tareas de cuidado de mayores, niños o personas enfermas –exceptuadas por la ley-. Las fuerzas de seguridad y un enorme despliegue represivo han sido dispuestos para la persecución a los trabajadores, pero reina la indulgencia e impunidad con quienes hacen trabajar y exponen la salud de las mujeres trabajadoras más precarizadas.
Rocío Zavaleta
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