miércoles, 11 de marzo de 2020
A 50 años del Choconazo
Un jalón de las grandes huelgas de los 70.
El próximo 14 de marzo se cumplen cinco décadas del final de la huelga de los obreros que construían El Chocón, que pasó a la historia con el nombre del Choconazo. El MPN (Movimiento Popular Neuquino) convoca oficialmente al acto conmemorativo el próximo 14 de marzo. Quien ofició de verdugo y represor de los huelguistas pretende lavarse la cara y apoderarse de una de las luchas históricas de la clase obrera. Repudiamos el intento oficial y reivindicamos la lucha obrera.
Los hechos. La lucha y la victoria de diciembre
En diciembre de 1969, tras ocho muertes obreras y las pésimas condiciones laborales y de vida en los pabellones, estalló la fase más aguda del reclamo a la patronal, comenzando así en Neuquén la lucha de los obreros que construían El Chocón, obra emblemática del complejo energético encarado por la dictadura militar de Onganía.
Decíamos en Política Obrera 63 del 5/1/70 sobre el conflicto con la constructora italiana Impregillo-Sollazo: “Tanto por su origen y naturaleza antiburocráticos como por el carácter clasista de los métodos de movilización desplegados, la huelga de El Chocón se anota en la primera línea de las luchas obreras inspiradas en el Cordobazo de mayo, contribuyendo con un aporte formidable a su extensión nacional”.
Decíamos entonces que “Ante la evidente complicidad de los burócratas con la patronal se fue creando el clima para una movilización al margen de la dirección sindical. Un grupo de activistas convocó a una asamblea el viernes 12 por la noche y allí se decidió desconocer a los delegados, eligiendo en su reemplazo a los compañeros Olivares, Alac y Torres, quienes desde hacía un tiempo ya actuaban como genuino representantes. El sábado la patronal se negó a reconocer oficialmente el nombramiento y despidió a los delegados elegidos”.
La huelga general convocada por el Comité de Huelga en defensa de los delegados recibió el apoyo de las demás empresas contratistas y los 3.000 mil trabajadores del complejo se plegaron a la huelga.
La burocracia de la construcción liderada por Rogelio Coria estaba a la cabeza del ala más derechista (“participacionista”) de la burocracia, que como todo el peronismo había saludado el golpe de Onganía. Su enviado Papagno intenta que se revea la designación de los delegados pero al ser derrotado irrumpen las fuerzas policiales que detienen a dos de los delegados. Las manifestaciones por la Villa son reprimidas pero se rehacen junto a las barricadas. La huelga general se mantuvo firme. Coria se ve obligado a viajar a la Villa y negociar la libertad y reincorporación de los delegados. Intenta evitar su reconocimiento pero una masiva asamblea el sábado 20 le impone el reconocimiento de los delegados elegidos por los trabajadores.
Decíamos en el balance de esta primera etapa de la lucha: “El avance gigantesco reside en el surgimiento de una vanguardia obrera templada en la experiencia de la lucha antiburocrática que ha asimilado la conclusión de que para enfrentar a la patronal y la dictadura no puede contarse con la burocracia sindical sino que deben crearse nuevos organismos de dirección de bases, mantener el funcionamiento democrático en asambleas y resguardando la independencia clasista de la lucha obrera. En este sentido la huelga de El Chocón es todo un ejemplo”.
La contraofensiva patronal-estatal-burocrática
A fines de febrero el bloque patronal-estatal-burocrático lanza una nueva ofensiva. Coria sanciona a los delegados por haber concurrido a una reunión en Córdoba y los reemplaza con interventores, el gobierno declaró a El Chocón territorio federal y reforzó los contingentes policiales. La respuesta obrera fue una contundente huelga general indefinida que comenzó el 23 de febrero. Como describíamos en Política Obrera 66 del 9/3/70 “La villa obrera ha sido declarada zona ocupada y rodeada de barricadas y se formaron piquetes para vigilar el cumplimiento de la consigna de huelga; las esposas de los compañeros casados integraron comisiones de abastecimiento; fueron establecidas guardias permanentes y un sistema de señales luminosas nocturnas; durante el día la sirena convoca a asambleas para discutir cualquier novedad en la situación”.
Anta la firmeza obrera, se refuerzan las fuerzas represivas con contingentes llegados desde Buenos Aires por avión y tren. Cerrábamos la nota caracterizando que: “La huelga del Chocón es una lucha frontal contra la dictadura, la patronal y la burocracia para imponer una dirección de bases mediante métodos clasistas. Hay que denunciar su aislamiento por parto de las burocracias. El Chocón es el eje de cualquier agitación política antidictatorial clasista. ¡Por un inmediato paro nacional de 38 horas, resuelto por un congreso de bases del movimiento obrero!”.
Cabe agregar que se organizaron guardias armadas, incluso se tomó dinamita del polvorín de la empresa, que expertos obreros bolivianos manejaron como arma disuasoria (muchos de ellos veteranos de las huelgas mineras de aquel país y de la revolución de 1952).
El levantamiento de la huelga: balance
Sapag, elegido en 1963 como gobernador por una lista del llamado “neoperonismo” (el peronismo oficial había sido proscripto), y que había sido desplazado por el golpe en 1966 es convocado nuevamente, y personalmente, por Onganía como interventor para colaborar con la ofensiva antiobrera ante la absoluta falta de autoridad de la burocracia. El obispo de Neuquén De Nevares va a jugar también su rol junto al interventor para generar ilusiones en una solución amigable del conflicto. Decíamos en Política Obrera 67 del 233/70 “Mientras Onganía-San Sebastián (ministro de trabajo) jugaban la carta del aislamiento, Sapag-Nevares mostraban la de un posible acuerdo”. El ministro del Interior, el general Imaz, describía a Sapag como “un hombre consustanciado con los objetivos y la política de la Revolución Argentina”.
El mismo Felipe Sapag en su libro “El Desafío” afirma que Onganía lo citó ante “el grave conflicto generado por los trabajadores (sic) de las obras del Chocón, puesto que una huelga persistente creaba graves problemas” (negritas mías).
Allí Felipe Sapag reconoce que acepta el cargo “para normalizar la situación de inestabilidad social de la provincia, para contribuir a promover la paz y la tranquilidad necesarias para el desarrollo de la gran obra hidroeléctrica del Chocón”.
Es decir, que aceptó el cargo de gobernador de facto contra la huelga y la clase obrera, en alianza política con la dictadura militar y en salvataje de la burocracia sindical.
En marzo del 70, apenas días después de asumir como gobernador de facto, realizó un acto donde “felicitó y homenajeó a los policías que actuaron en El Chocón” (Diario Río Negro, 23/03/70, citado por Juan Quintar en su obra).
Y haciendo el balance de la gran lucha decíamos “Cuando pasadas las 9 de la mañana del 14 de marzo los últimos huelguistas abandonaban las obras de El Chocón y sus dirigentes eran arrestados, terminaba de desintegrarse, jaqueado por el aislamiento, el más importante movimiento huelguístico de los últimos tiempos. Movimiento que no fue, como lo pretenden los voceros oficiales y la prensa burguesa, una vulgar reyerta entre fracciones sindicales sino el más avanzado y consciente intento por imponer a la patronal y la dictadura el reconocimiento de una dirección combativa surgida de las bases, orientación que marcará el rumbo de las próximas luchas del movimiento obrero. Aunque hayan terminado en una aparente derrota; los veintiún días de huelga de El Chocón son parte de un fenómeno histórico imbatible. El conjunto de las direcciones sindicales de todo el país, sin distinción de matices, es responsable del desenlace de la huelga, por el completo aislamiento a que la sometieron sin articular un solo gesto de apoyo, efectivo”. Una de las pocas agrupaciones que se solidarizó con la lucha fue “Interobras” de obreros de la construcción de Bahía Blanca, orientada por Política Obrera que se hizo presente a principios de marzo en el Chocón siendo entusiastamente recibida por los huelguistas.
Los historiadores del “Choconazo”: un balance desde el peronismo
Dejando de lado un texto novelado, pero con mucha información, de Benigno Calfuán (seudónimo de Sofía Pelliza), no se conocen escritos propios de los principales dirigentes de esa huelga. Lo que existen son reportajes y alguna que otra entrevista.
De modo que la literatura política existente, casi exclusivamente, está realizada por profesores de la Universidad del Comahue que analizan y describen la huelga opacados por su afinidad con el peronismo. Se oculta la relación entre la política de Perón favorable al golpe de Estado de 1966 y la conducta acorde de la burocracia sindical en todas sus alas.
El libro del historiador Juan Quintar, “El Choconazo”, editado por la Universidad del Comahue, es un ejemplo en ese sentido.
El texto desarrolla el latiguillo de la famosa inalterabilidad de la “identidad peronista” de la clase obrera. Y le adjudica a la dirigencia de la huelga (militantes del Partido Comunista) la limitación que el autor extiende a “otras expresiones clasistas del resto del país”, que tendrían “un limitado grado de eficacia” para enfrentar a las patronales y las burocracias".
Estas supuestas verdades contrarían la más que abundante experiencia empírica y documental de las luchas obreras del período 1969-72 que se caracterizaron justamente por lo contrario: ausencia del peronismo como corriente dirigente y de sus consignas y métodos de lucha, y por el contrario el rol de sus dirigentes burocráticos siendo cómplices del aislamiento de las luchas que empeñaban los trabajadores como los de El Chocón.
El autor desnaturaliza el ángulo político y de clase de esa lucha colocando la disputa contra las burocracias sindicales de la Uocra local y nacional como un "perfil intergremial (sic) del mismo”. Por el contrario, como lo demostró la lucha de El Chocón, el desplazamiento de la burocracia y la asunción de direcciones clasistas y combativas era la precondición para poder encarar la lucha contra las patronales y el Estado.
Esta perspectiva opacada es refrendada por otro libro colectivo del propio Juan Quintar, del prologador de su libro el profesor Enrique Mases, y de los profesores Carlos Rafart y Daniel Lvovich, también editado por la editorial de la UNCo.
En este nuevo libro se adjudica el aislamiento de la huelga a la posición “demasiado sesgada por el perfil clasista y antiburocrático… Finalmente si hubo una debilidad fundamental en esta militancia ella surge del proyecto político asociado al clasismo”.
Por el contrario, el aislamiento de la huelga fue obra de las distintas fracciones de la burocracia como lo denunciamos en tiempo real, durante la huelga y en el balance. Solo con el retorno de Perón a partir de 1972, que la dictadura facilitó para derrotar la movilización obrera independiente que se desplegó desde el Cordobazo, pudieron recomponer transitoriamente su autoridad sobre las masas que en julio de1975 protagonizarán la más importante huelga política contra un gobierno peronista.
Pedirle desde la palaciega academia a esos miles de obreros y sus familias que hubiera sido mejor no ser tan clasistas deviene en una ofensa más que en un homenaje.
Como participante activo, como militante del Partido Obrero en otra huelga histórica de los obreros de la construcción, la de 1984, enfrentando otra vez al represor Felipe Sapag y al macarthismo de todo el arco político desde el MPN hasta el PJ, debo decir: ¡¡compañeras y compañeros del Choconazo reivindico vuestra lucha, no fue en vano!!
A 50 años de aquella epopeya, recogemos sus banderas plantadas en el desierto patagónico, y las llevaremos a la victoria.
Norberto E. Calducci
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