domingo, 1 de octubre de 2017

Julio Saquero: “El caso Maldonado se resuelve en veinte páginas del expediente”



El referente de la APDH y querellante en la causa habla de lo que debería hacer el juez Lleral, de por qué se está ante un crimen político y de la castigada lucha mapuche.

Julio Saquero y Mabel Sánchez llevan años viviendo en la comarca andina. Su chacra ubicada en una de las márgenes de la Ruta Nacional 40 a la altura de El Hoyo, al sur de El Bolsón, es refugio familiar y a la vez oficina de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de la región.
Desde esa cálida vivienda, entre árboles nevados y una huerta que hace las veces de cable a tierra, han salido infinidad de escritos judiciales, artículos y denuncias redactados por ambos referentes de uno de los organismos de derechos humanos más viejos de Argentina. Saquero, de 75 años, uruguayo y profesor de filosofía, fue precisamente uno de los primeros en presentarse en el Juzgado Federal de Esquel a denunciar que Santiago Maldonado, “El Brujo”, había desaparecido al mediodía del martes 1° de agosto tras el operativo represivo de Gendarmería Nacional.
La Izquierda Diario visitó en varias oportunidades a Saquero y Sánchez en su chacra. Esas conversaciones ayudaron mucho a conocer parte de los hechos que rodean al caso Maldonado pero también la larga historia de persecución y criminalización que sufre la comunidad mapuche de la que Santiago se sentía solidario. Una persecución orquestada por terratenientes como Benetton, Lewis y la Sociedad Rural y ejecutada por los poderes del Estado, sus fuerzas represivas y algunos sicarios.
Antes de comenzar una nueva charla, Saquero confiesa que aún está recuperándose de la afección cardíaca que lo descompuso el lunes 18 de septiembre, cuando con Mabel fueron testigos del maltrato de la Policía Federal a los jóvenes de la Pu Lof en Resistencia de Cushamen que pasaron horas esposados y tirados en el piso mientras el juez Guido Otranto y el funcionario del Ministerio de Seguridad Gonzalo Cané dirigían el cinematográfico allanamiento a la comunidad con cientos de uniformados. “Al ver esos verdaderos actos de tortura me sentí mal, me invadió la indignación profunda y ahí nomás me descompuse”, recuerda aún con bronca.
Si tuvieras que decir cómo está el caso a dos meses de desaparecido Santiago, ¿qué dirías?
Diría que mientras avanzamos con los interrogantes en la causa nos vamos encontrando con más interrogantes y con menos certezas. El encubrimiento es tan grande que, a medida que pasa el tiempo, las pruebas, los testimonios y los datos se van perdiendo. Es una gran maraña que, paradójicamente, podría resolverse si se prestara atención en serio a lo que se dice en las primeras veinte páginas del expediente. Ahí están, creo, todos los elementos para descifrar el caso.
Sin embargo el Poder Ejecutivo y el Judicial hacen lo contrario
El Estado no se hace cargo de todo esto, trata de sacarse de encima la situación de desaparición forzada intentando disfrazarlo de mil maneras. Pero bueno, el tema pasa por saber cómo podemos hacer para sacar, como diría Gieco, al monstruo grande que pisa fuerte y se posó sobre esta causa.

Nueva etapa ¿nuevas expectativas?

Julio Saquero se debate entre la experiencia con causas de violaciones a derechos humanos y la esperanza de que el de Santiago Maldonado no sea un nuevo expediente que chorree impunidad. El apartamiento de Guido Otranto de la causa y su reemplazo por Gustavo Lleral generó una vuelta de página sobre la que muchos depositan no pocas expectativas.
¿Qué panorama creés que se puede abrir?
Es difícil imaginar qué escenario inmediato tendremos en todo esto. Apuesto a lo que dijeron con mucha esperanza Sergio (Maldonado) y Andrea (Antico, hermano y cuñada de Santiago). Que el juez los reciba y hable con ellos es una buena señal. Ojalá pueda recibirnos también a los organismos de derechos humanos y que podamos entablar un diálogo donde poder plantear nuestro punto de vista.
¿Qué le dirías apenas lo tengas en frente al juez?
Que comencemos una investigación que realmente se enfoque en la Gendarmería y en quienes tuvieron en esos días el control del territorio de la Pu Lof. Y que se proteja a los testigos de esta causa. No debemos ser solamente los organismos de derechos humanos los que protejamos a quienes con valentía decidieron dar su testimonio.
¿Qué significa para vos proteger a los testigos?
Obviamente no significa llevarlos a todos lados controlados con policías armados. Protegerlos significa que las medidas que se tomen sean de absoluta transparencia, que sean consistentes y demuestren a la comunidad mapuche y al resto de los testigos que no van a ser llevados a una trampa permanente.
¿Hay otros elementos de investigación que crees deberían incorporarse?
Mirá, sería muy importante que se incorporen los investigadores de las Naciones Unidas que fueron propuestos. Eso el juez debería coordinarlo con el Gobierno. Si tiene una buena relación con ellos tiene que tener la llave para abrir esto.
Y esperamos también que la Procuración General de la Nación, la doctora Gils Carbó, empiece a tener un seguimiento de las acciones de la fiscal Ávila. Yo creo que ella debería ser reemplazada por el juez en la investigación y se deberían unificar las dos causas. No puede ser que haya dos causas en el mismo caso. Eso permite la filtración permanente de información, la distorsión. Una primera señal favorable de Lleral sería que asuma el rol que le cabe a un juez.
¿Cuál sería un plazo para vos razonable para que Lleral demuestre que quiere investigar?
Yo creo la semana próxima el juez ya debería estar llamando a declaraciones indagatorias. Con las pruebas que tiene a su alcance de su mano tendría que empezar a operar ya en ese sentido. El plazo para tomar determinaciones, si es que realmente quiere hacer ejercicio de su ’poder judicial’ y reencauzar esta causa, es muy corto. No queda otra opción si realmente pretenden lograr la credibilidad en testigos, en la comunidad mapuche, en la familia Maldonado y en los querellantes.
Fallas de origen
A pocos días de haber desaparecido Santiago, a Julio y Mabel les tocó ser testigos de temerarias maniobras de parte de la Gendarmería y sus encubridores. Esa experiencia les anticipó lo que a lo largo de estos dos meses ya todo el mundo sabe. Las mentiras, el fraguado de pruebas y un relato armado para toda la tropa ya se adivinaban desde el principio.
¿Qué vieron en los peritajes a Gendarmería?
En principio hay que decir que se peritaron menos vehículos de los que dijo la misma fuerza que participaron del operativo. En Esquel, El Bolsón y San Martín se peritaron un total de nueve o diez camionetas o unimogs y ellos informaron que participaron unos 17. Y después que esos peritajes fueron totalmente irregulares.
El 6 de agosto Mabel y yo estuvimos solos observando el peritaje de la Policía Federal en el escuadrón 35 de El Bolsón. Ahí no hubo presencia de ningún funcionario judicial. Y al mando de todo ese movimiento estuvo nada menos que el propio Fabián Méndez, el comandante del escuadrón.
¿Qué se peritó en ese momento?
Dos camionetas Amarok y un camión Iveco. Pero al momento de ser peritadas estaban impecables y no tenían ningún tipo de faja de seguridad ni nada. Después, cuando esos vehículos se guardaron en un galpón, vimos que había otra camioneta toda sucia adentro pero no se peritó. Cuando le preguntamos a Méndez qué pasaba con esa camioneta nos respondió que era de otra jurisdicción, de Las Lajas.
Ustedes denunciaron que también hubo irregularidades con las actas
Sí. Mabel llevaba nota de todo lo que sucedía y en un momento corroboró que había datos de los vehículos peritados volcados en el acta de la Federal que no coincidían con la realidad. En ese momento objetamos el acta y debieron rehacerla. Y por si fuera poco, ese acta de Criminalística de Policía Federal, al menos hasta donde nosotros pudimos comprobar, no fue incorporada al expediente.
Desde el vamos, que Méndez manejara todo ya era irregular
Cuando empezó ese operativo nosotros no conocíamos las instrucciones que había dado Otranto sobre el peritaje pero Méndez sí. Se las había pasado directamente el jefe de Criminalística que debía hacer el operativo. Y Méndez mismo quiso prohibirnos que saquemos fotos del procedimiento, buscando restringir nuestra tarea de veedores. Yo saqué fotos igual, con la intención de que no haya cambios de vehículos y otras cuestiones. Méndez entonces me increpó muy enojado culpándome de estar vulnerando ’el sistema de seguridad del cuartel’.

Torturas a cielo abierto

En Youtube se pueden ver varios videos en los que los referentes de la APDH de la comarca andina discuten con gendarmes inmutables esa tarde del 1° de agosto (cuando Santiago ya había desaparecido pero ellos no lo sabían). Pero esa no fue ni la primera ni la última vez que Saquero y Sánchez presenciarían el hostigamiento del Estado sobre las y los mapuches de la Pu Lof de Cushamen.
Para Julio, el cinematográfico allanamiento del lunes 18 de septiembre, organizado por el juez Otranto, la fiscal Silvina Ávila y el “interventor” enviado por el Ministerio de Seguridad Gonzalo Cané, no fue para buscar a Santiago. “Fue para identificar a los mapuches y permitirse tomar todos los datos como para avanzar en la eliminación de esas comunidades”, afirma.
¿Cómo vivieron ustedes ese allanamiento?
Para mí el dolor de ese lunes fue inmenso. Como sabemos que esos operativos traen consecuencias importantes, estuvimos desde las 8:30 varias horas esperando del otro lado de la tranquera (al igual que el 1° de agosto) para saber qué había pasado. Después de muchas horas el juez Otranto nos dejó entrar, alrededor de las 14.
Fueron de los pocos que pudieron ingresar
Sí. De todos los querellantes pudimos entrar sólo Mabel y yo por la APDH y la abogada Paula Litvachky del CELS. Pero no había dejado entrar a nuestro abogado, ni al defensor público Fernando Machado ni al propio Sergio Maldonado, su esposa y su abogada.
¿Qué vieron durante esas horas?
El operativo fue descomunal. A mí se me vino a la cabeza la película “Apocalypse Now”. Nunca había estado en una situación así. Los uniformados con armas largas y miras telescópicas, con esos sombreritos guerreros que vemos en Siria o en otros lados del mundo. Un helicóptero cargaba a un grupo y lo llevaba para la montaña, volvía vacío y cargaba a otro grupo más.
Cuando Otranto nos dejó entrar nos subieron a un colectivo y nos llevaron a una distancia de dos o tres kilómetros de donde estábamos. Cuando llegamos nos hicieron presenciar el allanamiento de una de las viviendas más grandes de la comunidad, con rastrillaje de perros y criminalística de la Policía Federal. Sacaron ropas, documentos y otras cosas de la gente. Ahí nos enteramos que habían hecho lo mismo en siete viviendas. En mi vida vi tantos uniformes distintos en un mismo momento. Ida y venida constante de camiones y vehículos. Era una operación de contrainsurgencia, de manual, para atemorizar y humillar a la comunidad.
¿Pudiste ver cómo lo tenían a Matías Santana? Porque él denunció que lo torturaron
Es así. Sobre el final de la tarde nos subieron otra vez al colectivo, Otranto anunció que se daba por finalizado el operativo y nos llevaron otra vez para la tranquera. Ahí logré abrirme del contingente y me acerqué a la casilla del puesto de guardia de la comunidad, que estaba toda rodeada y controlada por unos cuarenta del GEOF. Vi que había algunos que estaban con armas largas apuntando hacia el suelo y comprobé que eran Matías Santana y un compañero suyo que estaban tirados en el suelo, esposados por atrás y con toda la ropa llena de tierra.
¿Pudiste hablar con él en ese momento?
Sí. Ahí él me pidió por favor que haga que le suelten las manos, que estaban con precintos desde hacía unas doce horas, con la muñecas que no daban más. Y es así porque los tenían en esa situación desde que ingresaron a la Lof, que fue como a las 5 de la mañana.
Primero le planteé el tema a la fiscal Ávila, que estaba por ahí cerca, y ella me respondió que los chicos estaban así porque se habían resistido a identificarse, como si alguna norma indicara que por ese motivo se los puede tener de esa manera. “Saquero, no ha lugar”, terminó diciéndome mientras se alejaba.
Entonces fui y le planteé inmediatamente eso a Otranto, pero él estaba hablando muy tranquilamente con Gonzalo Cané y con jefes de la Federal, varios de civil que parecían de inteligencia. Y dando vueltas había un grupo de filmación que nos dijeron que trabajaban para Clarín.
¿Y Otranto qué te dijo?
Lo que hizo fue acercarse al jefe del operativo que estaba en la casilla, que se hacía el Rambo con una impunidad total. El tipo se negó a soltar a los chicos por temor a recibir, según sus propias palabras, algún “hachazo” y que los mapuches “maten a alguien” de los suyos. Otranto ahí retrocedió y le hizo caso a la Policía.
Una actitud realmente brutal
Para mí no cabe otra palabra que tortura. Los miembros de la comunidad recibieron ese maltrato y esa humillación por el sólo hecho de no haberse “identificado”. ¿Qué significa eso? Que se siguen vulnerando los derechos elementales del ser humano.
Por eso en ese momento me sentí mal, me invadió la indignación y ahí nomás me descompuse. Tuve un percance cardíaco, perdí noción de todo y caí. Desperté al rato en una ambulancia en el lugar.
¿Y cómo terminó esa jornada?
Después de eso, cuando ya se habían ido casi todos, quedaron un par custodiando la casilla y ahí es cuando en un momento se les puso la cara de terror cuando vieron venir a un miembro de la comunidad a caballo y con una capucha. Andá a saber qué representación del enemigo tiene esa gente para espantarse tanto.

Un crimen político por una causa política

Para Julio y Mabel la desaparición de Santiago Maldonado no significa un mero hecho policial. Para el profesor de filosofía, que antes de la dictadura ya participaba de la búsqueda de desaparecidos en La Rioja y luego del golpe debió exiliarse para salvar su vida, lo que está sucediendo en Cushamen es mucho más que un episodio de violencia institucional.
Cada vez más se me viene a la cabeza la figura de un crimen político, en toda su dimensión trágica de la historia. Y no hablo de la muerte necesariamente. Tener sesenta días desaparecida a una persona es un crimen político. Éste no es un hecho de un chico que se perdió en la montaña, que tenía algunas ideas románticas y por azar se encontraba en la ruta junto a otros pidiendo por la libertad de un prisionero político como Facundo Jones Huala.
De hecho Santiago y varios amigos llevan tiempo comprometidos con la lucha mapuche
Sí, con el planteo de un Estado plurinacional que hacen las comunidades originarias, que es un planteo extremadamente político para una sociedad como la argentina, liderada económicamente y políticamente por la Sociedad Rural. Ese planteo político es un pecado enorme para los poderosos, que viola la sagrada empresa, la propiedad privada y sus valores.
¿Eso explica la violencia con la que responde el Gobierno?
Es muy claro, a lo largo de estos años, que la gran lucha tanto de la justicia provincial, con sus fiscales y jueces que han hecho transitar por los tribunales a muchos miembros de la Pu Lof, como de la justicia federal ha sido por sacarlos definitivamente del territorio. Los consideran intrusos, usurpadores y que están en rebeldía. Incluso los consideran terroristas. Y ése es un agravio enorme que les hacen, cuando en verdad tanto Facundo como el resto de su comunidad han planteado todo el tiempo que quieren un diálogo político serio con el Estado nacional.
¿Hay una negativa total del Estado a dialogar con ellos?
La comunidad mapuche se siente vulnerada en sus derechos más íntimos, como pueblo y como personas. Ellos no hablan, como lo hacemos en nuestra cultura occidental, de individuos sino de un nosotros. Hablan de una hermandad que va más allá en la historia de la existencia y las decisiones de un Estado argentino o chileno. Esto es anterior, muy antiguo, tanto en la historia como en lo geográfico. Sin embargo en nuestro país no existe a nivel Estado la noción de territorialidad, acá no se reconoce más que la propiedad privada o la propiedad fiscal. Ni siquiera se les reconoce una forma intermedia, jurídicamente válida y constitucional, que sería la propiedad comunitaria.
Y eso se combina con la marginación y la pobreza
Los mapuches han sido expulsados de sus tierras y confinados a vivir en los barrios altos de Bariloche, Neuquén, Esquel o El Bolsón. Y los jóvenes de ese pueblo no quieren seguir esa vida de mendicantes, sin trabajo y perseguidos. Quieren recuperar su territorio, trabajar la tierra y recuperar también sus tradiciones culturales en la tierra de sus ancestros. Ahí tienen sus muertos. Ellos dicen “cuando fallecen nuestros ancianos, que son parte de este territorio, ¿cómo vamos a pagarles un lugarcito en el cementerio de la ciudad?”.
Y en frente tienen, nada menos, que a Benetton o Lewis
Mirá, el tema de la tierra en Argentina es central y nunca fue abordado políticamente. No recuerdo en ningún caso que se haya planteado una iniciativa legal de reforma agraria, ni siquiera para discutirla. Algo elemental que en todos los países latinoamericanos se planteó de un modo u otro. ¿Por qué en Argentina nunca se planteó? Y, porque sería un sacrilegio. Cuando uno ve que la gente se acostumbró a ver que un solo dueño, como Benetton o Lewis, tienen un millón de hectáreas y nadie los cuestiona, eso es grave. Toda esta historia se teje alrededor de un alambrado que puso alguien a quien nadie se atrevió a decirle que era algo ilegal e ilegítimo.
Manuales de contrainsurgencia
Julio Saquero y Mabel Sánchez se comprometieron desde el principio con el proceso de recuperación territorial de la comunidad Pu Lof en Resistencia de Cushamen. Y no lo hicieron solamente por su acuerdo con la causa histórica de los pueblos originarios. También saben que la respuesta del Estado es, como parafrasea Julio a Gieco, un monstruo grande que pisa fuerte.
Por eso tienen claro que los hechos que llevaron a la desaparición forzada de Santiago Maldonado no son adjudicables a un grupo de gendarmes descontrolados o excedidos.
Con todo lo que se está viendo Gendarmería ha quedado muy alterada, con tensiones y deliberaciones en la tropa, con los mandos pasándose la pelota unos a otros, hasta culpándose de quedarse con elementos secuestrados en los operativos. Es muy interesante todo lo que va a saliendo a la luz, y lo que puede seguir apareciendo, de los cruces telefónicos de los gendarmes.
¿Esas contradicciones pueden llevar a descubrir qué pasó?
En la medida en que todo se empiece a indagar seriamente, a hacerse un trabajo de investigación serio, las contradicciones y las inculpaciones de los gendarmes van a aparecer cada vez más. Y toda esta madeja lleva, inexorablemente, a los responsables del Ministerio de Seguridad.
Es decir al Gobierno
Acá no se trató de un operativo meramente policial. Acá hubo un operativo de contrainsurgencia del Estado, donde Patricia Bullrich, la Gendarmería, la Prefectura, la Policía Federal y la PSA pusieron toda la carne al asador.
Los mandos están jerárquicamente establecidos así. Y en última instancia el jefe supremo de esa fuerza y de todas las fuerzas operativas es el presidente de la Nación, Mauricio Macri.
La conversación acaba con un reconocimiento de Julio Saquero a este diario, que podría quedar reservado a la intimidad de la redacción si no contuviera una definición política.
Les agradecemos tanto el vínculo establecido con nosotros como la investigación que están publicando con sus notas. Nos ayudan a todos a ver más clara la situación, tanto de nuestra comarca como del país y de Latinoamérica. Adelante con este laburo.

Daniel Satur
@saturnetroc

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