A 100 años de la Reforma, necesitamos una nueva dirección para la universidad
El lunes 4 de diciembre se votará al próximo rector de la UBA para el período 2018/2022. Barbieri va por la reelección con el aval del gobierno y el apoyo de la mayoría de los decanos. Para lograr este cometido, se dispuso un cronograma de votaciones que culminará a fin de mes, que incluye a los decanos y a los representantes de los claustros al Consejo Superior. Todos ellos conformarán la Asamblea Universitaria, que debería realizarse en marzo pero adelantará ilegalmente su deliberación a diciembre con el único objetivo –confesado- de dificultar la participación de estudiantes y docentes al sesionar por fuera del período de clases. En estas semanas, las votaciones de decanos tanto radicales como kirchneristas se están sucediendo de forma sumaria y clandestina, con el mayor disimulo posible, sin debates públicos ni propuestas. Entre ambos “bloques”, muchas veces cruzados o entrelazados, existe una extendida conciencia de la necesidad de blindar al cuestionado régimen de cogobierno, absolutamente antidemocrático, de la intervención de la comunidad universitaria.
Régimen arcaico
De acuerdo al vetusto estatuto de la UBA, redactado por los interventores de la Revolución Fusiladora en 1957, el 2% de los docentes de la UBA (profesores titulares y adjuntos regulares) posee una ciudadanía de privilegio que le otorga mayoría propia en todos los órganos de cogobierno. Los otros claustros, el de graduados –donde vota la inmensa mayoría de los docentes- y el de estudiantes –naturalmente el más masivo- están pintados. Su única función es desempatar, cuando emergen diferencias entre los profesores. El principio que rige este sistema es el de una supuesta “meritocracia” (cuestionada por los concursos amañados), como si los méritos en el plano académico fueran trasladables al terreno de las definiciones sociales, políticas y pedagógicas que exige el gobierno de la universidad. La defensa de este régimen arcaico –donde el trabajador “no docente” no tiene ni siquiera la posibilidad de participar de la elección- es una “cuestión de Estado”. Es de esta forma que se garantiza el monopolio político de una casta ligada a los grandes intereses capitalistas y los gobiernos de turno.
Solo este régimen puede explicar el intento, hace 10 años, de colocar al frente de la universidad a un funcionario de la dictadura militar como Atilio Alterini. Más cerca en el tiempo, hace 4 años, Barbieri iniciaba su mandato nombrando al ¿ex? capo de la Side, Darío Richarte, como vicerrector. Ambas designaciones tuvieron que ser anuladas por la lucha del movimiento estudiantil-docente, encabezadas por la Fuba y la AGD. En el caso de Richarte, se conjugó con la crisis de los servicios por el desplazamiento de Stiuso. De allí, el empeño actual por desplazar a la izquierda de la dirección de la principal federación estudiantil del país.
La dinámica del Rectorado, presidido por el ex candidato a ministro de Daniel Scioli, es la siguiente: la que manda es la camarilla ligada al Coti Nosiglia –que concentra las principales palancas con Yacobitti en Hacienda y su hermana, “Cati” Nosiglia, en la secretaría Académica. Un grupo de decanos kirchneristas actúa bajo su órbita y garantiza una mayoría, como Luis Bruno de Fadu, ligado los grupos inmobiliarios; o Rodolfo Golluscio de Agronomía, autor de convenios con Monsanto y Benetton. Todos son defensores férreos de la Coneau menemista y enemigos del convenio colectivo que protege los derechos de los docentes. Su agenda está marcada por el gobierno de Macri, en la necesidad de adaptarse a los ajustes presupuestarios y las nuevas reformas que adecúan aún más las carreras a los designios del gran capital. En estos días, el intento del rector del Buenos Aires, Gustavo Zorzoli, de usar un caso de abuso para atacar la lucha de los estudiantes, retrató como nunca antes el nivel de antagonismo entre las autoridades nombradas a dedo por el Consejo Superior y la comunidad educativa de los colegios preuniversitarios.
Democratización
El movimiento por la “democratización” de la universidad, que emergió con fuerza hace 10 años en la UBA y se abrió paso en el interior del país, se encuentra severamente averiado. Todo un sector, que se agrupó en torno a la Mella en los últimos años, se volcó a una política de integración al kirchnerismo. Sus decanos “aliados”, como Graciela Morgade en Filo o Juan Carlos Reboreda en Exactas, defienden en beneficio propio la soberanía del ultra-minoritario claustro de profesores, que a nivel UBA conduce a la reelección de Barbieri. Para “combatir a la derecha” del Rectorado y sus manejos arbitrarios del presupuesto, estos decanos buscan su "autonomía" económica por medio de la generación de “recursos propios”, como el Laboratorio de Idiomas de Filo o los convenios de Exactas con Pan American Energy, un mecanismo que acentúa el peso de las corporaciones en la universidad. La semana pasada, la Mella se negó a que el centro de Exactas convocara a una asamblea para que el movimiento estudiantil tuviera una instancia de deliberación colectiva previa a la votación de decano. En Sociales, rompió el frente que mantenía con agrupaciones de izquierda para aliarse con la Cámpora y Nuevo Encuentro, que batallaron por la reelección de Glenn Postolski con los resultados conocidos. En esa facultad, cuando gracias a la izquierda se abrió la posibilidad de que los estudiantes se pronunciaran sobre quién debía ser el futuro decano, la abrumadora mayoría votó en sentido contrario a estas agrupaciones, eligiendo a nuestro candidato Eduardo Grüner.
La parábola es clara: los que hace 4 años fueron a tirar piedras contra la Asamblea Universitaria, hoy marchan de la mano con los decanos pretendidamente “opositores” que con sus métodos convalidan las formas y contenidos del régimen actual. Pero este deslizamiento está lejos de aplacar la lucha de los estudiantes y trabajadores de la UBA, que reemerge con fuerza –y éxito- contra los atropellos de las autoridades. La semana pasada, los docentes de Edición de Filo lograron arrancarle nuevas rentas para una carrera postergada que funciona con el 70% de sus cargos “ad honorem”; docentes y no docentes lograron hacer retroceder algunos de los “tarifazos” decretados por el Rectorado y la burocracia de Apuba en la obra social; también conquistaron que se otorgue el derecho a la licencia por violencia de género, que ahora debe extenderse a todas las universidades. La defensa de todas estas reivindicaciones tuvo, en el Consejo Superior, el apoyo incondicional de la banca de la UJS-Partido Obrero y contó con el acompañamiento de la AGD, los centros de estudiantes y comisiones internas combativas.
Campaña
La UJS convoca a todas las agrupaciones independientes y de izquierda a emprender una campaña contra la reelección de Barbieri y sus decanos. A desarrollar asambleas en los centros para discutir el punto. A 100 años de la Reforma del ‘18, la ofensiva del macrismo contra la universidad plantea al rojo vivo la necesidad de una nueva dirección. Derrotemos los planes de Barbieri y Franja Morada, y su intento de recolonizar la Fuba. Más que nunca llamamos a defender consejeros superiores y una federación independiente, cuya acción se base en la deliberación democrática y la lucha del movimiento estudiantil junto a los trabajadores.
Julián Asiner, presidente de la FUBA y Consejero Superior de la UBA
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