A diferencia de lo que opina el presidente Mauricio Macri, la batalla contra la inflación y la pobreza no se ganan con endeudamiento. La solución pasa por definir de dónde se obtienen los recursos genuinos para hacer frente a los gastos imprescindibles para el desarrollo de un país que no expulse a las mayorías sino que garantice sus derechos.
En la conferencia de prensa del pasado lunes, el presidente Mauricio Macri afirmó: “Mientras la Argentina tenga déficit fiscal como tiene, va a tener que seguir teniendo que tomar deuda porque tenemos un compromiso central de reducir la pobreza. Y el primer camino para reducir la pobreza es bajar la inflación, que es lo que más afecta a aquellos que menos tienen. Por lo cual si uno no va a financiar el déficit con inflación (emisión) lo tiene que financiar con deuda. Y es algo que como todos sabemos no podemos hacer eternamente. Por eso es tan importante seguir avanzando con esta reducción gradual del déficit fiscal que es un compromiso que asumimos desde el primer día”.
Lo que Macri omitió decir es que gran parte del déficit fiscal tiene justamente origen en los intereses de deuda. Y este no es un dato nuevo porque durante el gobierno anterior también eran los intereses de deuda los que provocaban gran parte del mismo. Solo hay que mirar los presupuestos de los últimos años para corroborar esta afirmación.
Por lo tanto, plantear que el endeudamiento es la única salida a la reducción del déficit es una falacia.
Para expresarlo en forma sencilla: si los gastos superan los ingresos, esto provoca déficit, ya sea que hablemos de las cuentas de nuestras economías hogareñas o las de un país.
La salida que tomemos para cubrir ese déficit dependerá de en quienes pensemos como los que deben aportar más ingresos genuinos al Estado (impuestos) y qué es lo que privilegiamos en los gastos, cuáles son los que podemos eliminar por considerarlos superfluos.
Si creemos que el recorte debe venir por el lado de los presupuestos en salud, educación, vivienda, previsión social, pensamos en un país donde sobrevivirá el que esté mejor acomodado en la escala social
Si consideramos bajar los impuestos que gravan los ingresos de los sectores con mayor capacidad contributiva, o mantener exenciones impositivas a las especulaciones financieras, beneficios impositivos para los capitales concentrados, estamos pensando en que los ingresos genuinos de un Estado, que son los impuestos, deberán ser reemplazados por endeudamiento.
Como ejemplo, y según detalló un informe del IEF (Instituto de Estudios y Formación de la CTA-A), “a septiembre, el ritmo de aumento del Gasto sigue superando la evolución de los ingresos de la Administración Nacional llevando el déficit financiero por encima de los 450.000 millones de pesos. De estos, 198.956 millones de pesos tienen que ver con el pago de intereses de la deuda pública. Este monto supera en más de un 30% el total de recursos destinado al gasto de capital”.
Compartimos algunas opiniones que refuerzan con datos y análisis los efectos nocivos del endeudamiento.
Deuda externa: la enfermedad crónica de los países dependientes
“La contracción y emisión de deuda a lo largo de nuestra historia ha significado para nuestra sociedad la pérdida de soberanía política, económica y social. El ritmo vertiginoso de endeudamiento de la actual gestión es insostenible a mediano plazo y es de prever que culminará en una crisis de importantes proporciones que afectará a todo el tejido social dejando un pesado legado para las generaciones futuras” . Por Abraham Leonardo Gak - Director de la publicación digital Voces en el Fénix. (Artículo fue publicado en el número 64 de la Revista).
Entre las causas por las que la Argentina no ha logrado un desarrollo acorde con sus posibilidades, está la deuda externa.
La imposición de comisiones exageradas, la colusión de intereses, el direccionamiento de las decisiones políticas claramente vinculado a intereses económicos y, en definitiva, la hipoteca de bienes de la comunidad, son algunas de las consecuencias que trae aparejada la contracción irresponsable de deuda externa, como lo demuestra nuestra historia pasada reciente.
Estas circunstancias, de por sí graves, tienen un costado aún más peligroso ya que las condicionalidades establecidas por los acreedores, sean privados o públicos, son las verdaderas limitantes del desarrollo económico del país.
La aceptación de la preeminencia en caso de litigio de la jurisdicción extranjera por encima de las normas de nuestro propio sistema legal y la aquiescencia de nuestros gobiernos a las imposiciones que reclaman los acreedores en materia de políticas económicas hacen que el proyecto del país esté dirigido a favorecer a los grandes grupos de poder externos e internos.
Cuando desde la distancia observamos el primer préstamo externo que tomó la Argentina, el famoso empréstito Baring Brothers, y analizamos los descuentos por comisiones, las elevadas tasas de interés y el manejo del saldo del préstamo, podemos visualizar la continuidad de una película en la que, con el correr del tiempo, fueron cambiando sus protagonistas y guionistas, pero que tiene un contenido común.
El desmedido endeudamiento externo ha sido, es y será el cepo que nos encadena a un presente y a un futuro con desigualdad e inequidad social y económica. Cabe aclarar que esto no significa denostar in limine toda deuda externa, ya que esta puede, por un monto limitado y con plazos e intereses razonables, tener como objetivo complementar la inversión basada en el ahorro interno.
La toma de deuda es muchas veces el resultado de la ineficiencia, la corrupción y la deshonestidad de quienes tienen la responsabilidad ocasional de gestionar el gobierno. De tal modo, a medida que aumentan las dificultades para el financiamiento, se recurre a iniciativas de política económica con el fin de disimular un déficit que fue, incluso, motivado por dicha deuda. Aquí entran en juego, por supuesto, diversos intereses financieros.
El camino para terminar con la dependencia del crédito externo para cubrir el déficit es establecer un rígido control de cambio, cortar de cuajo la libertad irrestricta en la compra y venta de divisas, la regulación de la fuga de capitales y limitar los ingresos volátiles que aprovechan las diferencias de tasas entre las locales y las internacionales.
Para hacer efectiva esta política, es imprescindible desarrollar un mercado interno generado por una demanda sostenida por una mejora importante en los ingresos de amplios sectores de la sociedad consumidora.
También requiere de cambios estructurales en cuanto a las posibilidades de financiamiento por parte del Estado argentino. Se ha demostrado ya con creces que el sector exportador de productos primarios no produce suficientes ingresos para atender las exigencias del comercio internacional, lo que contribuye –y mucho– con la tendencia al déficit estatal. La visión neoliberal ortodoxa propone cubrir ese déficit con nueva deuda y, además, con una reducción drástica del gasto público, lo que termina afectando el crecimiento económico con equidad.
Asimismo es imprescindible la modificación de base de la estructura productiva argentina, que ponga el énfasis en un sector industrial capaz de generar verdadero valor agregado y sea parte fundamental de nuestras exportaciones. Sólo así será posible pensar en una economía con ahorro interno, alta inversión y, por lo tanto, un Estado capaz de recurrir ocasionalmente al endeudamiento como impulso y no a modo de ancla tanto para el crecimiento económico como para el desarrollo social.
También será necesario que toda toma futura de deuda prevea un retorno que compense los costos y la devolución de los créditos.
La contracción y emisión de deuda a lo largo de nuestra historia ha significado para nuestra sociedad la pérdida de soberanía política, económica y social. El ritmo vertiginoso de endeudamiento de la actual gestión es insostenible a mediano plazo y es de prever que culminará en una crisis de importantes proporciones que afectará a todo el tejido social dejando un pesado legado para las generaciones futuras.
Cuadro de situación de la deuda pública
En su último trabajo publicado, el Licenciado Héctor Giuliano puntualiza sobre cuál es la situación del endeudamiento público. Una deuda que aumentó alrededor de 100.000 millones de dólares durante la gestión del kirchnerismo (a pesar de haberse abonado casi 200 mil millones durante los 12 años de gobierno) pasando de 151.000 millones de dólares a mediados de 2003 a 254.000 millones de dólares cuando Cristina Fernández finalizó su segundo mandato. Y una gestión del actual gobierno de Cambiemos que la incrementó a marzo pasado a 298.000 millones de dólares, previendo cerrar este año y el que viene alrededor de 85.000 millones de dólares más.
Este es el detalle de Giuliano respecto al cuadro de situación de la deuda pública:
Según la última información oficial disponible del Ministerio de Finanzas el saldo de la Deuda Pública al 31 de marzo pasado es de 298.000 millones de dólares.
Ésta es sólo la deuda en cabeza del Estado Central, es decir, que no figuran aquí las deudas de Provincias, Municipios, Empresas del Estado, Organismos Nacionales y Fondos Fiduciarios ni Juicios contra el Estado con Sentencia en Firme.
Ello significa que la actual administración – como todas las anteriores – mantiene en secreto los montos totales de la Deuda Pública Nacional y no presenta demostración alguna de la capacidad de repago sobre dichas deudas, que siguen creciendo en forma extraordinaria.
La administración Macri heredó del Kirchnerismo un stock de Deuda de 254.000 MD. Esta deuda – pese al discurso del des-endeudamiento K - venía de haberla incrementado en unos 100.000 MD durante sus 12 años de gestión dado que la había recibido en 151.000 MD a mediados del 2003.
El nuevo gobierno Macri aumentó la Deuda en unos 35.000 MD en el 2016, tiene previsto por Presupuesto un aumento adicional de la misma en más de 38.000 MD este año 2017 y propone para el Ejercicio 2018 otro aumento ulterior de unos 47.000 MD más (46.400): un total de 120.000 MD de nueva deuda en 3 años (más de la que tomó el Kirchnerismo durante su larga década de gestión).
La estructura de la Deuda Macri empeora hoy no sólo el quantum de las obligaciones (los casi 300.000 MD del último stock) sino también su composición, debido a la proporción creciente de Deuda Externa sobre Deuda Total (más del 35 %), las mayores tasas de interés (del orden de un 6-7 % anual), la menor vida promedio (7.2 años) y el monto rápida y fuertemente creciente de los intereses a pagar).
Conforme al Proyecto de Ley de Presupuesto 2018 enviado al Congreso, el año que viene le caen al gobierno central vencimientos de capital por 66.600 MD y – siguiendo la regla histórica general – la totalidad de ese importe (hasta el último centavo) no se amortiza en forma neta sino que se cancela cubriendo dichas deudas con nuevas deudas, colocando en total nuevas obligaciones por valor de 113.000 MD, o sea, con el aumento adicional citado de los 46.400 MD durante el próximo ejercicio.
Esto significa que el Ministro de Finanzas Caputo estará firmando emisiones de Deuda del Estado el año que viene a un promedio de 6.000 M$ por día.
Pero mientras estos vencimientos de capital se refinancian íntegramente, los intereses correspondientes – en cambio - se pagan y son parte del Gasto Público Corriente; y para el año 2018 esos pagos están previstos en 406.000 M$ (equivalentes a 21.000 MD).
Son un promedio diario de 1.100 M$ por día, el equivalente de financiar un hospital público pero que se destinan a cubrir servicios de la deuda financiera del Estado.
Con el agravante que no todo este importe de intereses se paga sino que un 30 % de los mismos no se puede pagar y se capitaliza entonces por anatocismo, que es el interés devengado y no pagado que se transforma en capital y devenga nuevos intereses.
Por eso el anatocismo es el sinónimo de la Usura dado que cuando un deudor – como la Argentina de hoy – no devuelve un centavo de capital ni puede abonar la totalidad de los intereses de la Deuda, ello quiere decir que ese deudor – el gobierno Macri – se encuentra en una crisis de Deuda en estado crítico.
Según el Proyecto de Ley de Presupuesto 2018 los Intereses son el principal rubro neto del Gasto Público: 28 de cada 100 $ que gasta la Administración Central – casi una tercera parte – se destinan al pago de estos servicios y, como dijimos, no todos se abonan. Ergo, los Intereses son el principal rubro del Gasto del Estado y, consecuentemente, el principal factor determinante del Déficit Fiscal.
Está previsto que se gaste más en Intereses de la Deuda (406.000 M$) que en Educación (163.000 M$), que en Ciencia/Tecnología (19.000 M$), que en Salud (57.000 M$), que en Defensa (117.000 M$) y que en Seguridad (121.000 M$).
La Inversión Pública –de 210.000 M$- es la mitad de lo que se paga de Intereses y la relación entre los vencimientos de Capital de la Deuda y el pago de Intereses totales es de 3 a 1.
Y la única respuesta de la administración Macri frente a este macro-problema de la deuda es seguir tomando más Deuda.
Sin esta Política institucional de Gobernar con Deuda la administración Macri perdería automáticamente tanto su estabilidad financiera como su estabilidad política.
Todos los medios y la prensa del establishment, el oficialismo macrista, gran parte de la partidocracia del Sistema y la mayoría de los sectores empresariales privados y sus opinólogos viven lamentándose del alto Gasto Público Argentino y del consiguiente Déficit Fiscal que el mismo genera para el Estado pero todos soslayan mencionar siquiera que el principal rubro de ese gasto oficial y la causa de ese Déficit que denostan es la Deuda Pública y sus Intereses.
Ante la gravedad de la situación, los acreedores del Estado –fundamentalmente los acreedores externos – le estén exigiendo a la administración Macri una serie de reformas estructurales que les garanticen que el país va a poder seguir pagando los intereses de la Deuda Pública y, simultáneamente, tomando más endeudamiento.
Fabiana Arencibia
Red Eco Alternativo
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