Lo que dejaron las elecciones
A pesar de los festejos de la clase dominante, a pesar de la algarabía que quieren instalar el gobierno de los monopolios y las corporaciones periodísticas al servicio del engaño a los trabajadores, la realidad es muy diferente a la que nos quieren mostrar.
Mientras el oficialismo en todas sus formas cacarea una victoria en todo el país, el análisis minucioso del sufragio nos muestra la verdadera cara de las elecciones: el rechazo de la mayoría del pueblo a las políticas del gobierno.
La Alianza Cambiemos obtuvo, a nivel nacional, el 30.68% de los votos respecto del padrón electoral, el 39% de los votos totales. Sólo contando los votos afirmativos, sin tener en cuenta aquellos que SÍ votaron pero lo hicieron en blanco o anularon su voto, llega al 41%, quedando siempre como primera minoría. Respecto del Balotaje de 2015, el macrismo perdió 2.742.248 votos.
La realidad indica
- que el 70% del padrón NO APOYÓ al gobierno
- que de los que sí votaron, el 60% VOTÓ EN CONTRA DEL OFICIALISMO Y EL AJUSTE
- que casi 3 millones de sufragantes que eligieron a Macri para presidente en 2015, dos años después DECIDIERON NO VOLVER VOTARLO
LAS CIFRAS DEJAN BIEN CLARO QUE EL “APLASTANTE” TRIUNFO QUE QUIEREN HACER VER LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN, TAN APEGADOS AL OFICIALISMO EN SU MAYORÍA, NO ES TAL
Más que un apoyo al macrismo, las elecciones parecen demostrar el repudio al ajuste y a las políticas oficiales.
A pesar de ello, el artilugio del instrumento electoral burgués le permite al oficialismo sumar 20 diputados y 9 senadores, consolidándose como primera minoría en el Congreso nacional. Esa “realidad institucional” se contradice con la realidad social y no puede generar otra cosa que tensión y crisis.
Otro dato significativo que surge de la jornada del domingo 22, es la tremenda crisis que vive el peronismo y la debacle del kirchnerismo y de su líder, CFK, que perdió en la provincia de Buenos Aires a manos de un Cambiemos encabezado por el impresentable Esteban Bullrich. Más allá de la fidelidad que aún mantiene el grupo duro del cristinismo, es evidente la ex presidenta recoge más rechazo que adhesiones, y hasta parece difícil que pueda liderar sin cuestionamientos una eventual reunificación del peronismo.
Mientras tanto el FIT, que ha lavado su discurso y sus políticas en función de “quedar bien con el electorado” e intentar así sumar votos, constituyéndose en la pata izquierda del sistema, ha repetido, más o menos, su elección del 2015. No ha retrocedido, pero no pudo crecer. Y en la cámara de diputados seguirá con 4 legisladores, una representación insignificante que no le hace ni cosquillas a los dueños del poder económico.
El sistema burgués es una trampa para los trabajadores, y su sistema electoral es parte de ella. Pero si algo surge de las votaciones, es una aproximación del verdadero apoyo popular hacia las políticas de los gobiernos de turno, aunque eso después se tergiverse con la retórica del engaño y el manejo de las cifras. Por ejemplo, los porcentajes de las listas que se presentan a las elecciones se miden desde los que emiten un voto “positivo” (es decir, se pronuncian por una de las listas que compiten), ignorando olímpicamente no sólo a los que deciden no ir a votar, sino también a los que concurren a las urnas pero votan en blanco o anulan su voto. Las elecciones burguesas constituyen una fachada para engañar a las mayorías asalariadas que es necesario desenmascarar. Lamentablemente, no lo hacen las organizaciones de izquierda que priorizan la lucha electoral por encima de la revolucionaria y se acomodan en el discurso de las organizaciones del sistema: claro, si denunciaran la verdad, su porcentaje de sufragios también descendería dramáticamente.
Los revolucionarios debemos apoyarnos siempre en la realidad y denunciar las mentiras y atropellos de las corporaciones y su sistema, no acomodarnos en él amparados en mezquinos intereses sectarios. Debemos denunciar el engaño del gobierno, que parado en el clima triunfalista surgido de una ficción que ha creado junto con los medios de comunicación, intentará avanzar en la destrucción de los derechos de los trabajadores, y ya está aceitando la maquinaria de un ajuste aún mayor, con nuevos tarifazos, quita de subsidios, flexibilización laboral, destrucción de convenios y suba de la edad jubilatoria. Allí se encontrará con la resistencia real de los asalariados a sus políticas, a pesar del “relato” y de la traición de la podrida burocracia sindical. Y en el horizonte se encuentra una crisis de monumentales dimensiones, bajo la espada de Damocles de un endeudamiento brutal que tendrá consecuencias nefastas para nuestro pueblo.
Nuestra tarea será estar preparados para ello y bregar para organizar a la clase para las luchas que se avecinan.
Gustavo Robles
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