domingo, 6 de diciembre de 2020

El laboratorio Pfizer anunció que fabricará la mitad de las dosis prometidas para 2020


La carrera por la vacuna se intensifica.

 Mientras los gobiernos del mundo discuten de qué manera será la distribución de las vacunas en cada uno de los países, las empresas y laboratorios encargados de su producción anuncian los retrasos que podrían estar relacionados a la llegada de estas. El laboratorio Pfizer, de origen estadounidense, ya anunció que su producción será menor a la esperada: 50 millones por sobre las 100 millones de dosis que se habían prometido en un primer momento, algo que sin duda afectará a Argentina con su millón y medio de dosis compradas. 

 La carrera

 Esto se debe a que hubo fallas en los primeros lotes de producción y en la dificultad de conseguir materia prima, que proviene de tanto de EE.UU. como de Europa. Sin dudas, los tiempos de producción acelerados (hace solo 10 meses que se está desarrollando) y la desesperación por conseguir una vacuna rápidamente forman parte de la ecuación que complica a Pfizer para entregar las dosis. De la mano de esto, los países se preparan para una nueva batalla por ver quién será beneficiario de las primeras dosis y cuantas. Sucede que la mayoría de los gobiernos tienen la esperanza de que las economías del mundo se reactiven cuando se obtenga la vacuna. Tal es así que al momento de anunciarse los porcentajes de efectividad de las mismas las bolsas del mundo se dispararon. Lo vimos particularmente con Pfizer también, que a principio de noviembre comunicó que su dosis poseía un 90% de efectividad; no solo fue festejado por el mismísimo Trump, sino que además provocó la suba de las bolsas norteamericanas. Evidentemente el desarrollo de una vacuna efectiva y segura no es algo que solo se espera para que la población se encuentre protegida frente al virus; la esperanza se abona en las mayores reaperturas que podría traer consigo y los consecuentes supuestos beneficios para las economías en una era donde la recesión es la regla. Pero las reaperturas, de hecho, ya suceden en Argentina y en el mundo. Son contados los países que tienen un aislamiento total, la mayoría cuenta con aperturas escalonadas si no es que ya liberaron el conjunto de las actividades. En los sectores donde hubo mayor presión patronal, nunca se detuvieron. La presión del capital financiero fue brutal, y lo es ahora también con los tiempos de producción de una vacuna. En los países donde volvieron algunas restricciones, como es el caso de los europeos, se espera que este último trimestre del año vuelvan a registrar un crecimiento económico negativo, lo que abona a dicha presión. 
También hay presiones respecto a quiénes serán los primeros grupos en ser vacunados. Lo lógico sería que se vacune en primera instancia a aquellas personas de riesgo y destinar todos los recursos posibles a que las dosis lleguen de manera correcta. Pero también está en discusión. Gran Bretaña con Boris Johnson a la cabeza anunció en un primer momento que no iba a ser así, pero tuvo que volver para atrás y prometerle la vacuna a grupos de riesgo y profesionales de la salud. No es casualidad que sea el primer país que aprobó el uso de la de Pfizer, incluso antes que EE.UU. y el resto de Europa, cuando acaban de salir de un segundo aislamiento de cuatro semanas. «Es la protección de las vacunas lo que finalmente nos devolverá a nuestras vidas y hará que la economía se mueva de nuevo», dijo en Twitter mientras le guiñaba el ojo a los mercados. 
 Dubai le siguió los pasos y hoy se convirtió en el segundo país en autorizar el uso de emergencia. Trump no se quiso quedar afuera y pidió que autoricen el uso en Estados Unidos. En algunas regiones de dicho país también hay dudas con respecto a la futura distribución: en Nevada, donde el turismo es la actividad principal, los ancianos se encuentran recién en la tercera fase de vacunación. 
 Responden a las necesidades de los grupos económicos y corren detrás de una vacuna aún en etapa experimental, comprando masivamente y haciendo acuerdos millonarios ante la desesperación de una economía que no parece que vaya a recuperarse, con o sin vacuna. 

 ¿Y Argentina? 

Después de los prometedores anuncios de Alberto Fernández donde afirmó que habría millones de argentinos vacunados a mitad de diciembre, el gobierno tuvo que recular y actuar con precaución. Esta vez en el reporte matutino aseguraron que no hay una fecha exacta para su distribución y aplicación, sin dar estimativos.
 Luego de que Gran Bretaña anunciara la aprobación, los laboratorios corrieron a pedirle a la Anmat la autorización para tener rápido acceso a la vacuna. Hay también otros acuerdos en marcha, como el que tiene con Oxford-AztraZeneca. Pero lo que iba a ser una vacunación masiva entre finales de diciembre y principios de enero con la mencionada vacuna terminó en que podría estar para febrero, quizás. La carrera en la práctica. 
 Mientras la curva de casos baja, vemos la experiencia europea con el rebrote y lo que podría ser Argentina en unos meses si no se toman las medidas necesarias. Abogar todas las esperanzas en una vacuna que aún no está aprobada parece ser la política del gobierno, mientras el Presupuesto 2021 ajusta a la salud declarando finalizada la pandemia, y sigue la lucha de los trabajadores del sistema sanitario que denuncian los salarios de miseria con los que transitaron toda la crisis sanitaria. 

 Una vacuna al servicio de la clase obrera 

En vez de poner el desarrollo científico en favor de las necesidades de la población, discutiendo con los trabajadores cuáles deberían ser los destinos de las vacunas y su distribución, las deciden en base a las exigencias del capital. Lo mismo sucedió con las aperturas. Argentina dio cuenta de ello con la flexibilización que se impuso a pocas semanas de iniciada la cuarentena, con trabajadores volviendo a sus puestos de trabajo sin protocolos de protección. 
 Y mostró sus limitaciones. La cuarentena bajo control de los capitalistas fue un fracaso. Así como era necesario un control popular sobre esta y la centralización del sistema de salud, planteamos la necesidad de una producción farmacéutica bajo dirección de los trabajadores y el control sobre la distribución de las dosis que ingresen al país para obrar bajo criterios sanitarios y sociales. La lucha ahora es por obtener la mejor vacuna posible que el desarrollo tecnológico nos permita, sin que las presiones de los grupos económicos dominantes nos marquen la agenda de lo prioritario. Que, finalmente, sea una vacuna al servicio de la clase obrera y sus necesidades. 

 Lucía Miguez

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