Todo comenzó con la denuncia de un joven contra un profesor de religión por grooming, por hechos ocurridos en el 2018, disparó una ola de denuncias y testimonios de estudiantes sobre situaciones de acoso y abusos en colegios católicos.
A raíz de esta denuncia los compañeros del afectado se solidarizaron y decidieron hacer pública la situación. Los estudiantes crearon un grupo de WhatsApp y distintas cuentas en redes sociales con la función de recolectar testimonios de más estudiantes de la institución para respaldar el reclamo y convocar a una manifestación en las puertas del colegio el día que las autoridades se reunían a discutir el tema. En los días siguientes al escrache público se sumaron nuevas denuncias por parte de estudiantes al mismo docente.
El caso se viralizó a tal punto que a las denuncias en el CEF Quintana se sumaron también las de estudiantes de otros colegios confesionales como Cristo Rey, Guadalupe e incluso estudiantes de CEF de otras provincias.
Las autoridades del colegio emitieron un comunicado informando sobre la renuncia del docente acusado, poniéndose a disposición de las estudiantes y sus familias. Las medidas de "protección" a las víctimas llegan recién después de un escrache público y un escándalo provincial. Anteriormente, otros estudiantes relataron que el modus operandi del colegio con los abusadores es el mismo que el de la Iglesia con los curas pedófilos – se los traslada de una a otra localidad donde continúan abusando de menores impunemente. Un ejemplo es el caso de Sebastián Sotelo, un fraile jujeño acusado por abusos de menores, que fue trasladado a los CEF de Catamarca, Mendoza, Buenos Aires, Córdoba y Santiago del Estero, sucesivamente, cada vez que surgieron rumores sobre su conducta.
En la manifestación, los adolescentes colgaron en la puerta del colegio remeras del uniforme con inscripciones y denunciaron la complicidad y el encubrimiento por parte de las instituciones.
Las y los estudiantes secundarios que protagonizaron la marea verde, impulsados por el ascenso de la lucha del movimiento de mujeres a nivel mundial, decidieron romper el silencio y tomar en sus manos la iniciativa en la lucha por infancias y adolescencias plenas, libres de abusos y violencia.
Para dar otro paso en este sentido es necesario organizar asambleas en cada colegio y lugar de estudio. Para romper con el encubrimiento de las instituciones vamos por comités de lucha, conformados por estudiantes y activistas, que reciban y acompañen las denuncias y establezcan sus reclamos. La lucha por ESI científica y laica es central como herramienta para identificar abusos en niños y adolescentes. En el caso de los colegios católicos, sus autoridades se valen del artículo °5 de la Ley de Educación Sexual para meter contenido oscurantista disfrazado de “Educación Para el Amor” en las currículas.
¡Viva la lucha estudiantil! Basta de abusadores en las aulas.
Maga Maza
26/11/2020
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