viernes, 2 de octubre de 2020

Un pacto con los monopolios cerealeros y aceiteros que no resuelve el default de divisas

Ni en el contenido ni en el tono, Martín Guzmán aportó los elementos para sofocar el escenario de disgregación económica que precedió a sus anuncios. Nos referimos al retiro de dólares de los bancos y la caída de reservas, la nueva escalada del dólar paralelo y, en el plano social, la disparada de la desocupación y la pobreza.
 Para recolectar dólares, Guzmán anunció una reducción transitoria de tres puntos en las retenciones. Parece muy poco frente a la voracidad del complejo sojero, que reclama por un dólar que está muy por detrás de la cotización “libre”. Para arrimar a esas pretensiones, el Banco Central anunció, en simultáneo una flotación sin red del dólar oficial, que anticipa una mayor devaluación. 
 Cuando la conferencia de prensa no había concluído aún, los popes de la Mesa de Enlace –con casi el 40% de la cosecha retenida- se adelantaron a rechazar los anuncios de Guzmán. En su comunicado, sin embargo, denunciaron a las cerealeras como posibles beneficiarias del paquete oficial, ello, porque se embolsarían la diferencia entre la soja que compraron con un descuento del 33% de derechos y que ahora liquidarían a un 30%. En la fila de favorecidos, se anotan también las aceiteras que procesan soja, quienes contarán con un diferencial de derechos de exportación respecto de los productores del poroto. Ambos dos –cerealeras y aceiteras- forman parte del “Consejo Agroexportador” que viene frecuentando desde hace varios meses a Cristina Kirchner.
 Las concesiones anunciadas, sin embargo, son un margen muy exiguo para lograr la pretendida catarata de dólares. Mientras el gobierno ofrece tres puntos de retenciones y alguna mejora cambiaria, la brecha de cotizaciones que quiere cerrar el capital agrario es del 100%. El gobierno pena por la cosecha “no liquidada”. Pero el año en curso significó un superávit comercial récord, que fue dilapidado por la fuga de capitales. La escasez de dólares no es una cuestión de balance comercial -expresa la disolución general del régimen económico, bajo el peso de la pandemia y de una bancarrota preexistente.
 Luego, las medidas financieras dirigidas a estimular el ingreso de dólares en “aras de un mercado financiero en pesos” plantean contradicciones tan graves como las dirigidas a los agroexportadores. Ningún menú de colocaciones atadas “al dólar” o a diferentes indexaciones puede contrarrestar una situación de insolvencia general y, por lo tanto, de desconfianza visceral por parte del capital financiero. Mientras tanto, los rendimientos usurarios que se prometen a los especuladores actuarán como bloqueo de cualquier tentativa de reactivación económica. La eliminación de retenciones a diferentes productos o insumos alimentarios tendrá como contrapartida una remontada de los precios internos, en medio del crecimiento exponencial de la pobreza y de las paritarias con “barbijo”. El paquete oficial, por lo tanto, es también un ataque a las masas. 
 Los anuncios de Guzmán parecen haber salido al cruce de un plan más drástico, que implicaba llevar las retenciones a cero como parte de un acuerdo con el complejo sojero para la liquidación de la cosecha retenida. Por las implicancias de este viraje, el mismo matutino que revelaba este plan –que Redrado presentó a Sergio Massa- lo asociaba también a una crisis de gabinete. Mientras esta salida ha sido postergada, los “retoques” de Guzmán ni siquiera rozan al colapso económico y social del país. Con seguridad, los anuncios de hoy son apenas el peldaño en una crisis que conocerá episodios cada vez más agudos. 

 Marcelo Ramal 
 01/10/2020

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