Los pasajeros de cualquier viaje de avión escuchan mucho antes de arribar a destino el anuncio tradicional de una azafata señalando “hemos iniciado nuestro descenso”. Aunque el pasajero no lo haya percibido aún, sabe que es el comienzo del fin del recorrido.
Algo así acaba de ocurrir con la mentada goleada del Bayern Múnich al Barcelona que desató la actual situación de retiro de Messi del equipo y el virtual desmantelamiento del club catalán. Con 33 años, Messi ha comenzado el descenso de una carrera futbolística que indudablemente alcanzó -redes sociales y de comunicación por medio- una fama mundial posiblemente superior a las alcanzadas por Pelé o por Maradona.
Las ofertas en millones de euros que ahora aparecen para atraer a Messi ya más tienen que ver con los negocios que con el futbol. El Manchester City le ha ofrecido al jugador un contrato por cinco temporadas (hasta los 38 años), con tres años en la Premier League y otros dos en el New York City (una franquicia del club inglés que juega en la MLS de Estados Unidos). De este modo, le está ofreciendo al avaricioso papá de Messi -su mánager- seguir haciendo negocios juntos, con independencia de que Messi sea el eje futbolístico del Manchester o del New York City.
La oferta -más económica que futbolística- del Manchester o de cualquier equipo que lo compre no es nueva. Ya la recorrieron Pelé -que terminó su carrera en el Cosmos de Nueva York, como parte de una inversión para promocionar el fútbol norteamericano- y también Maradona en sus pasajes por los Emiratos como jugador, técnico o mánager porque el “producto” era Diego.
Se hicieron millonarios negocios con las imágenes de estos grandes jugadores que también habían iniciado, en cada caso, “el descenso”. Messi hoy, en la era de Twitter, Instagram, Facebook y todo lo que gira alrededor de los programas deportivos del mundo, es una máquina de vender imagen y, posiblemente, ese, “su producto”, se proyecte aún mucho después del fin de su propia carrera como futbolista.
La felicidad, dicen, nunca es completa. Messi comienza su descenso cargado de fama, dinero y títulos con el Barcelona, pero con el sabor amargo de no haber revalidado esa enorme calidad con títulos con la camiseta de su país como sí lo hicieron Maradona o Pelé para Brasil.
No tiene en esto una gran responsabilidad. Le tocó vivir el peor momento institucional del fútbol argentino y distintos técnicos que le quisieron armar sin éxito un “modelo Barcelona” para una selección que nunca pudo ni acercarse al club de Cataluña. Tampoco tiene la responsabilidad de tener un público deportivo al que, por tener a Messi, le hicieron creer que la premisa era para la selección “la gloria o la nada”. La selección argentina, finalista en dos mundiales dos Copa América, sin embargo, carga la pesada cruz de no haber alcanzado esa “gloria”, la de alzarse con el título de campeón.
Dicen que el estilo es el hombre. Hay que ver si el chiquitín que se fue de Newell”s Old Boys a las inferiores del Barcelona le da a su carrera un final volviendo a las fuentes, con independencia de los contratos, o si sigue el derrotero que le marque el circuito económico de la voracidad capitalista. Para los hinchas argentinos, sería una reconciliación con sus orígenes. Así se lo hicieron saber a Tëvez en su retorno.
Como hinchas de futbol nos quedamos con la imagen de la foto, pero sabemos que la función continua. Hasta la próxima.
Juan Ferro
28/08/2020
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