miércoles, 19 de agosto de 2020
2020: un mundo en llamas
Publicamos aquí la transcripción de la charla sobre la crisis mundial del capitalismo y las perspectivas para la revolución que Alan Woods dio en la Universidad Marxista Internacional el 25 de julio de 2020.
Hay momentos en la historia del mundo que son momentos de cambios fundamentales. Actualmente estamos viviendo en un momento así. Siempre ocurre en esos momentos que la gente tiende a buscar paralelismos y analogías históricas. Ya sabes, es como en 1929, o es como en la Gran Depresión, o es como en 1917, o lo que sea. Sentimos una especie de confort psicológico cuando establecemos tales paralelismos. Sentimos que de alguna manera estamos parados sobre tierra firme. Desafortunadamente, ahora no estamos parados sobre bases sólidas en absoluto, porque no hay absolutamente nada en la historia de los últimos siglos que tenga el más mínimo parecido con la situación a la que ahora nos enfrentamos a escala mundial.
El Banco de Inglaterra dijo recientemente que esta es la crisis más profunda de los últimos trescientos años; eso es decir bastante. Tres siglos, es un tiempo bastante largo, se podría pensar. Pero incluso este es un paralelo insuficiente. Si buscas un paralelo histórico a la situación actual, tendrías que volver, en mi opinión, al siglo XIV, a la Peste Negra, que causó la muerte de casi la mitad de la población de Europa.
En ese momento, la gente debió creer que estaba viviendo una pesadilla. Era una pesadilla. Y mucha gente creía fervientemente que el fin del mundo había llegado, que el fin del mundo se acercaba. Creyeron esto. Ahora, en retrospectiva histórica, podemos decir que no era el fin del mundo lo que se acercaba. Era el colapso de un sistema socioeconómico particular llamado feudalismo. Y en realidad, la Peste Negra, no te puedes dar cuenta, pero la Peste Negra jugó un papel relevante en la aceleración de este proceso. Eso es perfectamente cierto.
Así que podemos decir que hay un cierto paralelismo, creo, aunque es cierto que no nos hemos acercado aún, al menos no todavía, a las cifras de muertos que parecidas a esas espantosas cifras de la Peste Negra, eso es cierto. Pero la pandemia de coronavirus supera a la Peste Negra, para empezar, por su colosal alcance global. Y en realidad, nadie sabe cuánta gente ha muerto de esta terrible enfermedad hasta ahora. Los gobiernos sistemáticamente mienten e interpretan las cifras y las distorsionan. Pero podemos estar seguros de que las cifras de muertes llegarán a más de un millón a finales de año. Eso es absolutamente cierto. Y la pandemia sigue virulenta y fuera de control, especialmente en África, Asia y América Latina, pero también en los Estados Unidos, que después de todo es el país más rico del mundo.
Ahora es importante señalar una cosa, que generalmente no se entiende. La pandemia de coronavirus no es la causa de la actual crisis económica, aunque sin duda ha complicado toda la situación y ha profundizado enormemente la crisis, y eso es correcto. Pero el sistema capitalista, si se observan las cifras, ya estaba en estado de crisis antes de que esta enfermedad se apoderara de él.
La desaceleración en China ya existía mucho antes de esto y en general había una disminución en todo tipo de índices económicos. Eso era bastante claro. La guerra comercial entre China y EE.UU. ya existía y estaba empeorando, así que el capitalismo ya se dirigía hacia una crisis, una crisis seria, mucho antes de esto. Pero por supuesto, la pandemia ahora se suma a esto de una manera muy importante.
Dialécticamente hablando, la causa se convierte en efecto y el efecto se convierte en causa, y eso es lo que ves. Ahora se está produciendo una enorme espiral descendente, que no pueden controlar. Y esta situación, como digo, es bastante única. No encontrarán nada como esto, nunca.
La primera diferencia con el pasado, que yo destacaría, es la enorme… la impresionante velocidad de los acontecimientos, la impresionante velocidad del colapso económico. Por ejemplo, después del colapso financiero de Wall Street en 1929, pasaron varios años para que el desempleo masivo se apoderara realmente de los Estados Unidos. Ahora, sólo se necesitaron 15 días para que el mercado de valores de EE.UU. cayera un 20%, lo que es el descenso más rápido jamás visto en la historia. Y en cuestión de meses o incluso semanas, el desempleo en los EE.UU. ya alcanzó la asombrosa cifra de cuarenta millones. Cuarenta millones de personas desempleadas en los Estados Unidos. Esta situación ha tomado a los estrategas del capital, empezando por los economistas burgueses, completamente por sorpresa. Están aturdidos. Los economistas han mostrado una completa -una vez más, no la primera ni la segunda vez, una vez más- han mostrado una completa incapacidad para entender lo que está ocurriendo, y mucho menos para dar una solución a la crisis. Los pronósticos económicos, así llamados, del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial son completamente inútiles por la simple razón de que nadie puede predecir el resultado de la actual pandemia de coronavirus. Lo único que podemos predecir con absoluta confianza es que la situación irá de mal en peor. Eso es cierto.
En 1938, el gran marxista León Trotsky, se refirió a la clase dirigente del mundo, y cito «que se deslizan hacia el desastre con los ojos cerrados», y esta es precisamente la posición que vemos en la actualidad. Y esto es algo diferente, si lo piensan, es algo bastante diferente. Es una situación diferente ahora.
En el pasado, incluso en momentos de profunda crisis, como las depresiones económicas o guerras, la gente sentía, al menos, que el gobierno si no controlaba exactamente la situación, al menos tenía algún tipo de plan para salir de la crisis. Ahora bien, hoy en día, es evidente que no es el caso. Sabes, hay un viejo dicho que está en inglés, de todos modos, no sé si existe en otros idiomas…: «La gente tiene el gobierno que se merece». Eso no es correcto, pero lo que es perfectamente cierto es que en la actualidad, definitivamente, la clase dirigente del mundo tiene el gobierno que se merece.
Tenemos la Santa Trinidad, o la profana trinidad debería decir, de Donald Trump en los EE.UU., Boris Johnson en Gran Bretaña, y Bolsonaro en Brasil. ¿Qué representan estas personas? Son la personificación de la completa bancarrota intelectual y moral de la burguesía en esta etapa de su decadencia senil, eso es lo que representan. Es un cuadro muy pesimista al que se enfrenta la burguesía, pero para consolarse de alguna manera, los economistas predicen ahora que «no se preocupen porque después de que esta crisis termine, va a haber una poderosa recuperación, un rebote», dicen. Esto es una completa ilusión. Es un sueño.
Veamos los hechos. Para evitar un colapso inmediato del sistema capitalista, los gobiernos han vertido billones de dólares en la economía sólo para mantenerla viva. Esto, por supuesto, ha tenido éxito, tenemos que admitir, en la prevención de un colapso inmediato, sí. ¿Pero a qué costo? ¿Y cuáles son los costos para el futuro? El efecto de esto es bastante claro. Están acumulando una montaña de deudas, y las deudas, lo creas o no, tarde o temprano deben ser pagadas. Y la pregunta es muy simple, ¿quién va a pagar? Esa es la pregunta que nadie quiere hacer, pero es la cuestión fundamental. Por cierto, es la misma cuestión, para hacer una analogía histórica, es la misma cuestión que inició la Revolución Francesa y la Revolución Inglesa. Enormes deudas públicas y la cuestión de quién va a pagar, cuando la nobleza y el clero se negaban a pagar. Los peces gordos se negaron a pagar entonces y estén seguros de que se negarán a pagar también ahora. Y así comenzó la revolución en Inglaterra y en Francia. Está bastante claro lo que va a pasar. Todo el peso de la crisis recaerá sobre los hombros de los menos capaces de pagar – los pobres, los viejos, los enfermos, los desempleados, la clase obrera y la clase media también serán golpeados. Y esta es una receta acabada para la lucha de clases, para la lucha de clases revolucionaria, para todos los países, para todos los países del mundo sin duda. Esa es la verdadera perspectiva. Es una perspectiva de la revolución mundial, sí.
¿Crees que estoy exagerando? Bueno, déjame llamar a un testigo de la defensa. Los representantes más pensantes de la clase dirigente ya están llegando a la misma conclusión que los marxistas. Podría dar muchos ejemplos. Llamemos a uno por falta de tiempo. Por favor, anoten esto. Hace un par de meses, el Financial Times escribió lo siguiente, y cito: «El regreso a la austeridad sería una locura, una invitación a la agitación social generalizada, si no a la revolución». Repito: “si no a la revolución”. Lo tienen claro, y una bendición para los “populistas”, un regalo para los “populistas”. «Populista» es la palabra que usan para cualquiera que no les guste. En otras palabras, los representantes serios del capitalismo entienden que la revolución está implícita en toda la situación, y no se equivocan.
Karl Marx dijo, «el ser social determina la conciencia», eso fue lo que dijo. Lo que vemos ahora es muy interesante, la velocidad de cambio de la conciencia. Esto se aplica a todas las clases de la sociedad, por cierto, empezando por arriba. Crisis de la burguesía, pesimismo negro de los estrategas del capital. Pesimismo también de la pequeña burguesía, expresado en esa otra pandemia, que tiene un efecto terrible en las universidades, que ha matado a todas las universidades del mundo. Es una enfermedad terrible. Nunca se encontrará una vacuna para esto. Se llama postmodernismo, pero dejaremos eso a un lado. Creo que se tratará en otras sesiones de esta escuela. Pero para los marxistas, por supuesto, el cambio de conciencia más importante es la conciencia de la clase obrera. Y esto, por supuesto, no ocurre en línea recta.
Durante mucho tiempo, se queda atrás de la situación objetiva que conocemos. Pero tarde o temprano, se pone al día, y se pone al día con una explosión. Y eso es precisamente lo que es una revolución y vemos que se está llevando a cabo ahora, al menos el inicio de la misma. Dondequiera que se mire, se ve un creciente descontento, ira, furia y odio a la orden del día. Dondequiera que se mire. Cuando digo todos los países, me refiero a todos los países y tenemos un ejemplo muy sorprendente que está teniendo lugar ahora mismo con las manifestaciones masivas que tienen lugar en las calles de Israel, y en todos los países.
Pero por supuesto, la expresión más gráfica es el movimiento que tuvo lugar y sigue teniendo lugar en los Estados Unidos de América. Y parece como si este movimiento viniera de la nada, como un rayo en un cielo azul claro, pero este movimiento no vino de la nada. Como dicen, nada viene de la nada. Fue el resultado de décadas y generaciones de explotación, opresión, pobreza, mala vivienda, racismo, violencia policial, etc. Fue desencadenado, como saben, por el brutal asesinato policial de George Floyd. Pero esa es una explicación que no explica nada. Hubo muchos asesinatos como ese que tuvieron lugar durante muchas décadas sin provocar ninguna protesta similar, pero la dialéctica nos enseña que hay un cierto punto en el que la cantidad se transforma en calidad. Para millones de pobres en los EE.UU., el asesinato de George Floyd fue la gota que colmó el vaso. El punto de inflexión, si se quiere usar esa expresión. Y lo que es absolutamente asombroso de la situación en los Estados Unidos es la velocidad del rayo con la que se desarrollaron los acontecimientos. Hubo una erupción, una reacción inmediata.
En Minneapolis, por ejemplo, donde todo comenzó, la policía se vio obligada a huir de una multitud de manifestantes furiosos que procedieron a quemar el recinto, la comisaría de la policía. No creo que haya habido nada remotamente parecido a esa escala en toda la historia norteamericana reciente. No lo creo. Y es casi como si hubiera una mano invisible gigante que de repente moviera manifestaciones similares por todo EEUU; simultáneamente, tal vez.
Esta es una prueba concreta de la dialéctica en acción, y es la respuesta final a todos esos miserables escépticos, pesimistas, cobardes y renegados, hay demasiados de ellos, que argumentan que la clase obrera nunca se movería, y menos aún, por supuesto, en los Estados Unidos. Tenemos el espectáculo del hombre más poderoso del mundo, Donald Trump, acurrucado en los sótanos de la Casa Blanca por miedo a los manifestantes. Pensó que entrarían en su escondite. Ahora, cree que puede controlar el movimiento enviando tropas, a pesar de que todos sus asesores, incluyendo el Pentágono, han advertido contra esto. Miren lo que está pasando ahora mismo en las calles de Portland. Manifestaciones violentas, enfrentamientos violentos con la policía. Es casi como una guerra civil en las calles. A veces pienso que deberíamos enviar un telegrama de felicitación a Donald Trump y agradecerle muy sinceramente por hacer nuestro trabajo con tanta eficacia. Para tranquilizarlos, eso es sólo una broma, por cierto, pero sigue siendo un hecho que Donald Trump ahora, le guste o no, inconscientemente está sirviendo como un agente que promueve la revolución muy eficazmente en los Estados Unidos. Ahora, no debemos exagerar. Nunca debemos exagerar, camaradas. Debemos mantener – siempre- la cabeza fría.
Si me preguntan, «¿Hay una revolución en los Estados Unidos hoy?», respondo que no; por supuesto, no hay una revolución. Pero si me preguntan si algo fundamental está cambiando en los EE.UU., respondo enfáticamente que sí; oh, sí.
Este es un punto de inflexión. Un punto de inflexión en la historia de los Estados Unidos. Un punto de inflexión en la historia del mundo porque los EE.UU., amigos míos, no es un país cualquiera, ¿verdad? Es un país clave en el mundo. ¿Y qué muestran estos eventos en los EE.UU.? Les diré algo. Muestra el enorme poder de la clase trabajadora una vez que comienza a moverse. El poder de las masas, si quieren, porque no son sólo los trabajadores. Muchos sectores están involucrados. Por cierto, no sólo los negros, sino también los blancos. Y lo que esto muestra, lo que esto nos muestra, es que hay un poder en la sociedad que es más poderoso que el ejército o la fuerza policial estatal más poderosa.
Y por cierto, hay serias divisiones en la clase dirigente como resultado de esto. Escisiones serias; incluso con el ejército, serias divisiones. Y Lenin explicó que las escisiones en la clase dominante son la primera condición para una revolución, en realidad. Eso es cierto, pero hay un problema aquí, no sólo en los EE.UU., pero hay un problema general, y es un tema central que debe ocupar la mente de todos los camaradas que asisten a esta escuela hoy.
Por un lado, se ve el tremendo poder del movimiento espontáneo de las masas, eso es perfectamente cierto, y esa es la condición previa para todas las revoluciones, en realidad. El movimiento de las masas. Sí, pero por sí mismo el movimiento espontáneo de las masas no es suficiente para garantizar el éxito de la revolución. Nunca es suficiente. Lo que se necesita es una organización y una dirección capaz de mostrar el camino a seguir, y desgraciadamente, eso es precisamente lo que falta en los EE.UU., en Israel, en Gran Bretaña, en Francia; dondequiera que se mire, es la misma historia; en la India, etc., por supuesto. Sin embargo, la crisis es una profunda crisis global. Afecta a todos los países del mundo.
Tomemos a China como ejemplo. Hasta hace poco, China era una de las principales fuerzas motrices de la economía mundial en el último período, pero dialécticamente, las cosas se convierten en su contrario. China ya no es vista como parte de la solución, es una gran parte del problema. China ha construido una industria formidable con una gran capacidad productiva. Sí, pero la demanda interna de China no es suficiente para absorber esta colosal capacidad productiva. China debe exportar para sobrevivir, pero su éxito en el campo de las exportaciones, por ejemplo, empresas como Huawei, han provocado una respuesta furiosa, en particular de los EE.UU., donde Trump sigue su política de «América primero». Su lema es «hagamos grande a América de nuevo», pero se le olvidó añadir la segunda parte de la frase: «a expensas del resto del mundo». Ahora ha impuesto severos aranceles contra China, contra Huawei, sí, pero también está en guerra, en ese sentido, con Europa. Y el nacionalismo económico, es ahora el nombre del juego. Esa es la tendencia predominante ahora. La guerra comercial entre EE.UU. y China es un síntoma de este fenómeno. Y este proteccionismo amenaza todo el delicado y frágil tejido del comercio mundial que fue dolorosamente armado en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Esto amenaza al sistema capitalista con una completa catástrofe. Una profunda caída mucho, mucho más grave que la depresión de los años 30. Esa es la verdadera perspectiva.
La consecuencia de esto, por supuesto, es muy grave para todos los países, incluso para los llamados países «más ricos», pero para los países pobres de África, Asia y América Latina, es una absoluta pesadilla. Lenin dijo una vez que el capitalismo es «horror sin fin». La veracidad de esa afirmación quedó demostrada recientemente en una declaración de la Organización Mundial de la Salud, en la que se advertía que más de 600 -perdón- 265 millones de personas se verán amenazadas de muerte por inanición a finales de este año, y eso es indudablemente cierto. Esa es la realidad de nuestro mundo en 2020.
La pandemia, por supuesto, tiene los efectos más terribles en estos países. América Latina es ahora uno de los puntos centrales. Se está extendiendo rápidamente en África y también en la India, donde hay una situación terrible. En la India, con una fuerza laboral de 471 millones, sólo el 19% está cubierto por la seguridad social; dos tercios no tienen empleo formal y al menos 100 millones son trabajadores migrantes. Y este reaccionario feroz Modi intenta resolver la pandemia expulsando a millones de personas que viven en las calles de Delhi, Mumbai y otras ciudades, enviándolas a sus pueblos natales y, por lo tanto, extendiendo la pandemia a los lugares menos capaces de resistirla. Nadie sabe cuántas personas han muerto en la India, pero la cifra real será absolutamente horrenda. No ha habido nada como esto desde la partición en 1947. Y en general, se ve la apestosa hipocresía de los burgueses llamados «expertos». Tienen una solución muy simple, por supuesto: mantener el distanciamiento social, lavarse las manos regularmente. Lavarse las manos regularmente en países donde a veces 250 personas comparten un solo grifo. ¿Y cómo se mantiene el distanciamiento social en las favelas de Río de Janeiro, o de Mumbai, o de Karachi, o en cualquiera de esos lugares, pueblos de Sudáfrica, etc.? Es imposible. Y, por lo tanto, toda la situación es absolutamente imposible. Es imposible que las masas vivan.
Digámoslo de forma muy simple. Para que la gente viva, el capitalismo debe morir.
Y las masas están dispuestas a luchar. Lo han demostrado en un país tras otro; lo están mostrando en un país tras otro. El problema es de dirección, camaradas, es una cuestión muy simple.
A veces la gente dice, la gente inteligente me dice: «Oh, eres muy simplista. Es una solución simplista. No se puede reducir todo a la dirección». Bueno, soy un hombre muy simple. Me gustan las ideas simples y las soluciones sencillas, y creo que es correcto lo que dijo Trotsky en 1938 cuando escribió que la crisis de la humanidad puede reducirse en última instancia a la crisis de dirección del proletariado.
Eso es un hecho. Y ahora se ve la completa bancarrota de todas las tendencias del reformismo, incluyendo a los antiguos estalinistas que son la peor clase de reformistas y traidores. Estas damas y caballeros, durante generaciones, han controlado a las masas, en la India en particular, pero también en otros países, en Italia, Francia, tenían el control; en Gran Bretaña, también. El Partido Laborista lo tienen bajo control, bien. Pero tengo noticias para los reformistas. La crisis del capitalismo es también inevitablemente su crisis, la crisis del reformismo. En todas partes se ve la misma tendencia.
Las masas están buscando desesperadamente una salida a esta crisis. ¡Claro! Y por lo tanto, en esta búsqueda de una salida, recurrirán a todo tipo de opciones. Una de las características de esta situación – se puede ver esto con bastante claridad, y debemos estar preparados para esto, debemos entender lo que significa – son los violentos cambios en el plano electoral a izquierda y a derecha, oh sí, oh sí. Es una expresión de los intentos de la gente de encontrar una salida a la crisis. No se les puede culpar por eso. Pero todas las tendencias y líderes políticos van a ser puestos a prueba, y eso se aplica especialmente a los reformistas, tanto de izquierda como de derecha.
Los reformistas de izquierda en particular han mostrado una completa bancarrota. A veces, bajo la presión de las masas, pueden adoptar una demagogia y retórica muy izquierdista. No debemos dejarnos engañar por esto, aunque les daremos un apoyo crítico contra la derecha, eso es evidente, pero debemos mantener la cabeza fría. Y lo que deben entender es que estos tipos, tienen mucho en común con la derecha, por supuesto. Ambos – ninguno de ellos, digamos, tiene ninguna perspectiva de abolir el capitalismo. Creen que el capitalismo puede ser reformado y hacerse más humano. Ya sabes, el capitalismo de rostro humano, y todo eso. Sí, y estos tipos tienen la desfachatez, la desfachatez de acusarnos de ser utópicos.
Mis queridos amigos, los marxistas son la única tendencia realista del mundo, la única tendencia que mira los hechos a la cara y dice la verdad. Los reformistas, particularmente de izquierda, en realidad, se han engañado a sí mismos y han tratado de engañar a los demás. Pero estas ilusiones serán expuestas claramente por el curso de los acontecimientos, como ya hemos visto en el caso de Tsipras en Grecia, o podría añadir incluso el caso de Jeremy Corbyn en Gran Bretaña y Sanders en los Estados Unidos.
Ahora, si miras la situación mundial, sólo mírala a través de los ojos de una persona ordinaria que no es marxista y ¿qué es lo que ves? En todas partes se ve una imagen de horror absoluto: desempleo masivo, hambre, inanición, enfermedad, guerras, sufrimiento, enfermedad y muerte. Y la gente que carece de una comprensión marxista científica de la historia podría ser excusada por sacar conclusiones pesimistas, y la mayoría de la gente saca conclusiones pesimistas. Pero ya ves, lo que estamos viendo aquí son síntomas. Son simplemente las manifestaciones externas de una enfermedad subyacente. No sirve de nada llorar y quejarse de los síntomas.
Imagínese si va al médico con síntomas particulares. No esperarás que el médico saque un pañuelo y empiece a llorar. No sería muy buen médico, ¿verdad? Y como un buen médico, debemos ser capaces de analizar los síntomas para explicar la causa subyacente.
Y aquí creo que sí, podrías buscar paralelismos históricos. Sí, creo que sí. Hemos visto los mismos síntomas antes. Por ejemplo, en la decadencia del Imperio Romano, que tuvo lugar durante un período de varios siglos, dos o tres siglos, y fue acompañado por la más espantosa degeneración económica, social, moral y filosófica. Oh, sí. En cambio, ese largo período de decadencia no se desarrolló en línea recta. Nunca lo hace, ya sabes, nunca lo hace. Hubo períodos de recuperación, así como un hombre moribundo a veces muestra los síntomas de recuperación, que son sólo el preludio de un nuevo e irrevocable colapso. Como la sociedad esclavista en el pasado, como el feudalismo también, el sistema capitalista ahora ha alcanzado un punto de declive irreversible. Ha sobrevivido a su papel histórico. Ya no es capaz de nada parecido al progreso.
Por eso, por cierto, los posmodernistas niegan la existencia del progreso en general. Sí, son incapaces de entender que el capitalismo es incapaz de progresar, eso es lo que no entienden, y por lo tanto niegan la existencia del progreso en general, lo cual es una suposición infantil. Y en el estado de su decadencia senil, el capitalismo presenta una seria amenaza, no sólo para la civilización, sino incluso para la existencia de la propia raza humana. Está envenenando el aire que respiramos, el agua que bebemos, los mares y los océanos, y por lo tanto, están poniendo en peligro el futuro de la vida en la Tierra, de hecho.
Sí, es un cuadro aterrador, y uno puede entender el pesimismo de la gente de clase media que se queja de esto o aquello, los Verdes, y así sucesivamente. Pero estas personas son todas pesimistas, ya sabes, completamente pesimistas, porque no pueden ver más allá de los síntomas. No entienden que debajo de los síntomas, los espantosos síntomas de la decadencia terminal, un nuevo mundo está luchando por nacer.
Y es nuestro deber, el deber de los revolucionarios, ¿hacer qué?, hacer que esta agonía mortal del capitalismo sea lo más corta posible, para lograr el nacimiento de un nuevo sistema, un nuevo mundo. Y, por lo tanto, ayudar a que el nacimiento ocurra lo antes posible y con el menor dolor y sufrimiento posible.
Verán, camaradas, los hechos hablan por sí mismos. Realmente no se necesita mucha más explicación que esa. El sistema capitalista, si se quiere, está en soporte vital. Está en un respirador. Depende del oxígeno, ¿en forma de qué?, de los billones de dólares entregados de dinero público, del Estado. Sí, pero un momento, por favor; sólo un minuto. Según todas las teorías de los economistas burgueses, de la economía de mercado, el Estado no debe jugar ningún papel en la vida económica, ese era el lema, ¿no? de todos estos economistas, Hayek y el resto de la banda, particularmente después de la caída de la Unión Soviética, que supuestamente mostraba la muerte del socialismo, según ellos, el fin de la historia, como afirmaba Francis Fukuyama, aunque observo que el Sr. Fukuyama ahora cambió su tono, ahora dice que no, que no es el fin de la historia en absoluto y que el capitalismo está ahora en crisis. Vaya, vaya; muchas gracias, Sr. Fukuyama.
Verán, la pregunta es muy concreta, ¿no? Es muy concreta y muy simple. Si el sistema capitalista no puede sobrevivir a menos que se apoye en las muletas del Estado, ¿por qué no abolirlo por completo y dejar que el Estado tome el control total de la economía para salvarla de caer en una bancarrota completa y absoluta? ¿Y por qué la clase obrera no puede tomar el control del Estado, si es que llega a eso, y arrebata el control de las manos de estos burócratas corruptos e inútiles que lo controlan ahora?
Ahora, parte de esta escuela, y creo que una gran parte de ella, se dirigirá contra esta miserable tontería del posmodernismo, que sostiene que no se puede entender la historia, que no hay leyes para la historia, que no hay ninguna lógica. Es simplemente una serie de acciones, eso es todo. Una idea mística, que rechazamos totalmente.
Por cierto, ni siquiera tiene sentido lógico. Parece que todo el universo está gobernado por leyes, desde las mayores galaxias hasta la más pequeña partícula subatómica. Según ellos, lo único que no está gobernado por leyes somos nosotros mismos. Un niño de seis años podría ver que es una afirmación absurda. La historia tiene sus propias leyes, que es nuestro deber entender. Sin esa comprensión, nunca alcanzaremos el nivel que exige la historia. La historia tiene una causalidad. La historia tiene sus propias leyes, su propia causalidad. Y en ese sentido, sí, somos deterministas históricos, oh sí, somos deterministas históricos. En el sentido de que entendemos que los procesos generales de la historia funcionan según leyes definidas.
A veces hay alguna confusión sobre esto, así que déjenme explicarles. El determinismo no es en absoluto lo mismo que el fatalismo. Es totalmente diferente. Marx explicó muchas veces que los hombres y las mujeres hacen su propia historia. Pero, sin embargo, cuando un sistema socioeconómico entra en una etapa de decadencia, las condiciones objetivas para la revolución social se ponen al orden del día. Pero si esa revolución tendrá éxito o fracasará no es una cuestión automática. Depende de la participación activa del factor subjetivo. En otras palabras, el partido revolucionario y su dirección.
Algunos de ustedes sabrán que he estado trabajando en una obra sobre la Revolución Inglesa. Estoy produciendo un libro. He hecho una serie de podcasts sobre ella. Es una cuestión muy interesante. Y en el siglo XVII, esa revolución, la primera revolución burguesa, si excluimos a Holanda, se luchó bajo la bandera de la religión, aunque fundamentalmente era una cuestión de clase, como he explicado.
Los puritanos creían que el fin del mundo se acercaba, y que el reino de Dios estaba próximo, algo que consideraban inevitable. Los calvinistas realmente creían en la predestinación, que todo estaba ordenado por la voluntad de Dios, que no podía ser cambiada. Sí. Pero esta convicción, que era una firme convicción, no redujo en ningún sentido su fervor revolucionario y su determinación de crear este nuevo mundo lo más rápido posible. Por el contrario, los impulsó a grandes hazañas de valentía y audacia revolucionarias.
Y lo mismo ocurre con nosotros hoy en día. Y debemos abordar la tarea de la revolución socialista con exactamente el mismo espíritu de determinación revolucionaria. La razón por la que digo estas palabras es que algunas personas dicen, «Ah bueno, ¿es inevitable el socialismo?». Yo digo que sí, es históricamente inevitable. Bueno, en ese caso, ¿por qué no nos sentamos y esperamos a que suceda? Bueno, por supuesto, no funciona así. El sistema capitalista se está muriendo de pie. Me recuerda a esos monstruos, que recuerdan, en las viejas películas de terror. Está muerto, sí, está muerto, pero se niega a morir. Se aferra desesperadamente a la vida y al prolongar su vida en estas circunstancias, está condenando a millones de personas a un horrible destino.
El problema es que el sistema capitalista no se va a derrumbar bajo el peso de sus propias contradicciones, eso no va a suceder. Lenin explicó que no hay tal cosa como una crisis final del capitalismo. El sistema capitalista puede emerger incluso de la crisis más profunda, oh sí. ¿Puede salir de la crisis actual? Bueno, podría. Podría. Si no es derrocado, puede, oh, sí. Pero ese no es el punto. Si sale de esta crisis, ¿cuál será el resultado? Ya he dicho cuál será el resultado: décadas de sufrimiento, de austeridad, de opresión, etcétera, etcétera.
Los economistas hace unos años lo expresaron bastante bien, pensé. Decían, «la gente quiere volver a la normalidad». Esto fue después de la crisis de 2008. Sí, la gente quiere desesperadamente volver a la normalidad. Ese es el caso ahora, ¿no? La gente quiere volver a la normalidad. Esa es en realidad la base principal de apoyo al reformismo. Es por eso que la mayoría de la gente aún no es revolucionaria, porque todavía esperan desesperadamente el regreso a ¿qué? Un retorno a la normalidad. Tienes que entender la psicología de las masas.
Pero los economistas dan una muy buena respuesta a eso. Dicen que sí, que tarde o temprano volveremos a la normalidad. Sí, pero se dice que será una “nueva normalidad”. Una nueva normalidad. Una terrible perspectiva de degeneración, decadencia, deterioro, muerte por inanición de millones de personas, destrucción de las conquistas de la clase obrera, y aun así, tarde o temprano, eso sólo provocará una caída aún más profunda, una depresión aún más profunda. Eso es todo.
Entonces, ¿qué conclusión podemos sacar? La línea de la historia ahora está entrando en – es una línea en declive. Puede haber esta o aquella recuperación temporal. Debemos estar preparados para eso también. Pero una recuperación seria, un serio repunte económico, está totalmente descartado. Está absolutamente descartado. Y, por lo tanto, debemos sacar conclusiones.
Si dices A, debes decir B, C y D. La tarea de esta escuela es explicar las ideas básicas del marxismo a la nueva generación en particular. Observo con enorme placer y orgullo que más de 6000 personas de más de 100 países se han inscrito en esta escuela, lo cual es un logro maravilloso, y les doy la bienvenida a todos, camaradas. Todos ustedes son nuestros camaradas y amigos. Ustedes son el futuro.
Y debemos usar esta escuela ¿para qué? Para afilar nuestras armas. Las armas que finalmente destruirán el sistema capitalista. ¿Cuáles son esas armas, en este momento? En este preciso momento, no lo hacemos con ametralladoras o granadas de mano. No estamos hablando de ese tipo de armas. No, hay un arma más poderosa que estas: el arma de las ideas.
Y Marx dijo que las ideas se convierten en una fuerza material cuando se apoderan de la mente de las masas. Camaradas, debemos utilizar esta escuela. Cada minuto de ella debe ser aprovechado al máximo para estudiar a fondo las maravillosas ideas del marxismo, el arsenal teórico del marxismo, para armar a la nueva generación de combatientes con las armas necesarias para garantizar la victoria de la clase obrera. Sólo así se podrá poner fin a esta pesadilla del capitalismo y preparar el nacimiento del nuevo mundo, que abrirá una nueva página, una gloriosa página de la civilización humana, utilizando toda la maravillosa maquinaria y tecnología que existe bajo el capitalismo, en un sistema económico genuinamente racional, democrático y científico, que suprimirá los males del desempleo, la falta de vivienda, la explotación y la opresión de la mujer, y abrirá una nueva y gloriosa fase en la historia de la humanidad.
Camaradas y amigos, esa es nuestra tarea. Es la única cosa por la que vale la pena luchar y sacrificarse en el siglo XXI.
Camaradas, ¡adelante a la victoria!
¡Viva la clase obrera!
¡Trabajadores del mundo, uníos!
¡Adelante hacia el comunismo!
Alan Woods
Agosto 14, 2020078
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