martes, 18 de agosto de 2020
Banderazo: no es alternativa pero impone la agenda al gobierno
Entre los convocantes y el gobierno hay una coincidencia: el pacto de la deuda.
Aunque puede ser mera coincidencia, no deja de ser significativo que la manifestación de la oposición de derecha se realice el mismo día en el que el gobierno presentó formalmente su propuesta de reestructuración de la deuda en Nueva York. Dicha propuesta fue pactada previamente con los grandes fondos de inversión y saludada por todos los sectores que se manifestaron en el Obelisco. Para quienes se quejan de que el país cae recurrentemente en una «grieta» no debieran pasar por alto el significado político de esta coincidencia. Es que el pacto de la deuda cumple un papel relevante en el alineamiento político externo e interno del gobierno. La «Chorra», como llaman los manifestantes opositores a Cristina Kirchner, fue una pieza clave para arribar a ese acuerdo al pedirle a Guzmán que mejore una y otra vez su propuesta, hasta el límite de reducir la quita de capital a solo el 1,8% y aceptar la mayoría de las condiciones exigidas por los bonistas.
Bien vista la manifestación no deja de traducir un impasse de los convocantes y de los sectores capitalistas que apoyaron la movida. El descontento que expresaron está lejos de representar una alternativa a la política general del gobierno. Solo que son conscientes que por la envergadura de la crisis presente y aún más de la futura, se producirán choques de fondo por ver quién sobrevive y sobre qué base. Una muestra de este impasse se pone de manifiesto en la relación con el FMI. Toda la clase capitalista quiere un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Pero las condiciones de dicho acuerdo, que con seguridad incorporarán un mayor ajuste fiscal, son incompatibles con los subsidios que reclama la UIA en el programa presentado al gobierno. Otro tanto ocurre con el capital agrario. La llamada «austeridad fiscal» del FMI llevará a que continúen las retenciones a las exportaciones. Como mucho, estos sectores podrán reclamar una mayor devaluación de la moneda para mejorar sus cotizaciones en pesos, pero lo más probable es que esta ya se dé sin necesidad de reclamo alguno. Será la consecuencia fatal del vaciamiento del Banco Central, que opera con patrimonio negativo.
La conocida metáfora de la frazada corta refiere a la pelea por evitar quedar a la intemperie. Los que han impulsado la movilización detrás de bambalinas están peleando su propia sobrevivencia. Su experiencia les indica que cada vez que movilizaron a sus huestes conquistaron sus reclamos. Después de todo el gobierno dejó de lado la expropiación de Vicentin, el impuesto a las grandes fortunas, la participación de la Anses en las empresas que reciben el ATP, por citar solo los retrocesos más notorios. Ahora podría hacer otro tanto con la reforma judicial, anulando sus aspectos más urticantes. En las vísperas de la movilización Vilma Ibarra hizo un raid mediático anunciando que la Corte Suprema no será modificada. Antes de tirar el primer tiro, la derecha política se había anotado otro poroto. La importancia de la trama judicial es evidente. Opera, en cierta medida, como la otra cara de la política de los subsidios del Estado. Si no hay lugar para todos, y las depresiones económicas como la que vive Argentina y el mundo enseñan justamente que no hay lugar, entonces quien maneje la Justicia tendrá más chances de sobrevivir.
Por estas consideraciones, los límites de la movilización de hoy han sido notorios. Buena parte del PRO, empezando por la dupla Larreta-Vidal, llamó a no concurrir. Y lo mismo hicieron la mayor parte de los gobernadores e intendentes de Cambiemos. De todos modos, el gobierno se valdrá de ella para hacer creer que defiende una causa popular. Por esa vía, pretende reforzar la cooptación de la burocracia sindical y piquetera que oficia como guardián fundamental del ajuste en marcha.
Los trabajadores y los sectores populares deben evitar estas falsas polarizaciones entre agentes de los explotadores.
Gabriel Solano
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