jueves, 19 de febrero de 2015
¿Qué muestra la multitud silenciosa que marchó contra el Gobierno?
Entre setenta y noventa mil personas, básicamente de la clase media capitalina, votantes de Macri, de promedio de cuarenta y cincuenta años para arriba, inundaron de paraguas las calles entre el Congreso y Plaza de Mayo. A pesar de la importante concurrencia, la acción no fue cualitativa en relación a la capacidad de movilización ya expresada en otras ocasiones por los sectores adversos al kirchnerismo. ¿Qué se viene? ¿Qué muestra la multitud silenciosa que marchó contra el Gobierno?
En medio de una persistente lluvia que comenzó a las 18 en punto, como la marcha, una multitud se manifestó “a paso de tortuga” desde Congreso hasta la oficina donde trabajaba el fiscal Alberto Nisman, en inmediaciones de Plaza de Mayo.
La lluvia, que jugó en contra en cuanto a disminuir la concurrencia, jugó a favor en el clima político de la marcha. La imagen de una marea de paraguas por Avenida de Mayo y las calles laterales, también atestadas, Alsina e Irigoyen, le dieron cierta mística. Los manifestantes pusieron paciencia, paraguas, camperas y rompevientos Columbia y otros de altas marcas, que sirvieron para poner el pecho a la inclemencia del tiempo que cubrió de cierta épica a los marchantes. Solo unos pocos carteles portados a mano, junto a banderas argentinas, se mezclaban esporádicamente entre los manifestantes que, salvo algunos cantos del himno nacional y el de “Argentina, Argentina”, se mantuvieron en silencio.
El impacto de la marcha sobre el clima político nacional está por verse. Los medios opositores, obviamente, la resaltarán, y el Gobierno tratará de disminuirla. Pero lo cierto es que la marcha opositora presenta luces y sombras que sólo se pueden ver desde una perspectiva que salga de esa polarización.
Ni de lejos llegaron a los cuatrocientos mil que consigna Clarín. La Policía Metropolitana, dirigida por Macri, ya había anunciado que esperaban trescientos mil manifestantes “llave en mano”, es decir, antes de que estos se hagan presentes en la calle.
La concurrencia no fue ni un tercio de esa proyección macrista. La marea manifestante bajaba mayormente desde el norte de la ciudad por Callao a Plaza Congreso. Parejas y grupos familiares, cincuentones, a veces del brazo de sus hijas (sólo allí se vio la mayor participación juvenil), eran el componente central. La notoria ausencia de contingentes juveniles, que sí había mostrado la oposición en el conflicto del campo del 2008, donde sectores universitarios marchaban en ciudades como Rosario o Córdoba, fue la principal debilidad estratégica. Pareciera que, generacionalmente, la derecha no tuviera futuro.
En el mismo sentido, la capitalización política recae, vagamente, en las variantes nacionales de Macri y Massa. Pero sin que de la acción y de la propia “crisis Nisman” surjan nuevas figuras convocantes de la oposición. “Los fiscales” tienen menos nombres propios, reconocidos por la multitud, que lo que significaba un De Ángelis durante el lock out agrario, o el mismo ingeniero Blumberg en el 2004. En las veredas de Plaza de Mayo, las señoras se detenían a ver la columna pasar y preguntaban: “¿Ya pasaron los fiscales?”. En verdad, el contacto de la cabeza dirigente con la masa concurrente se podía ver más nítidamente por las cámaras de TV que lo que se podía palpar en la marcha misma, donde el torrente humano marchaba sin identificación clara ni líderes a la vista.
Un ausente, comparado con las manifestaciones del conflicto agrario, fueron sectores de la clase media “progresista” del tipo de los viejos votantes de Pino Solanas. Distinto que en el 2008 en Palermo o en el Monumento a la Bandera rosarino, esta vez la clase media tuvo una expresión más acotada, casi exclusivamente de los sectores más pudientes (para no hablar de los sectores plebeyos que marcharon junto a Blumberg, uniendo a él sus reclamos contra el gatillo fácil). Claro que, esta vez, no había conflicto económico: ni reclamo contra las retenciones a la soja ni contra el cepo a la compra de dólares que alimentaron los cacerolazos de noviembre de 2012.
De todas maneras, no es para subestimar una expresión en la capital del país que, sin duda, le da envión a los opositores en la carrera a la sucesión presidencial. Pero no parece que sea ningún jaque mate en la guerra de desgaste con el Gobierno. Ninguno de los bandos capitalistas parece poder definir rápidamente la contienda a su favor. En Córdoba, Tucumán, Rosario, Mendoza, Mar del Plata y otras ciudades hubo marchas replicantes, pero que expresaron el mismo y acotado sector social.
En fin, fue un nuevo capítulo de la guerra de desgaste sin que esta llegue aún a definiciones. El salto que dio esta pelea con el pedido de imputación a la Presidenta por parte del fiscal Pollicita, dando curso a la denuncia de Nisman, no alcanza para que “la sangre llegue al río”. La transición de la sucesión presidencial se muestra, eso sí, más desordenada de lo que preveían aunque, desde el Vaticano, Bergoglio insista con el “cuiden a Cristina”.
La salida es por izquierda
El PTS y el Frente de Izquierda, que han mantenido una posición independiente de ambos bandos capitalistas en disputa, seguirán dando la batalla para que la salida a la crisis del kirchnerismo no sea capitalizada por la derecha, sino que decanten cada vez más sectores de los trabajadores y de la juventud que buscan una salida por izquierda y que ni apoyan al Gobierno ni concurrieron a la manifestación comandada por la corporación judicial este 18 de febrero. Para ello es que insistimos en las demandas que niegan tanto el Gobierno como sus opositores derechistas: la apertura de los archivos de los servicios de inteligencia para que sean dados a conocer al gran público y puestos en manos de una comisión investigadora con plenos poderes, independiente de los partidos que vienen garantizando la impunidad, para que se sepa la verdad de la muerte de Nisman y de la causa del atentado de la AMIA por el que reclaman sus víctimas.
Manolo Romano
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