sábado, 28 de febrero de 2015

Julio César Strassera: hombre de hojalata con un traje gris



Murió Julio Cesár Strassera, y toda la batería mediática de la burguesía argentina y de la fracasada Unión Cívica Radical ya está canonizándolo como un héroe de la democracia. Poco importa que Strassera haya asumido como fiscal en los tiempos del genocidio y jurado su lealtad a los ideales de la Justicia por las Actas del Proceso de Reorganización Nacional.
Strassera va a ser reivindicado como el fiscal del Juicio a las Juntas, el Nüremberg argentino, que al igual que el original europeo fue una de las grandes farsas argentinas, donde nueve de los cabecillas de la dictadura fueron condenados, dejando libres e impunes a miles de represores y desde ya sin tocar un pelo de sus cómplices civiles. Qué se podía esperar de la UCR, que supo ser golpista de la primera hora, prestó cientos de funcionarios a los militares y que en boca de su líder Ricardo Balbín llamó a aplastar a la guerrilla fabril. Amén de que en base al prólogo del libro Nunca más, redactado por ese camaleón político que era el escritor Ernesto Sábato, el Juicio a las Juntas es la concreción jurídica de la nefasta “teoría de los dos demonios”, que iguala la infantil violencia guerrillera y la legítima autodefensa obrera y popular con el terrorismo de Estado.
Strassera fue la cara judicial del alfonsinismo, que tiene en el Juicio a las Juntas su máxima justificación democrática, olvidando siempre que el más que centenario partido en el poder bajo el mandato de Raúl Alfonsín promulgó las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, dejando en las calles a miles de genocidas. Todos estos fueron capítulos de un pacto de impunidad que incluyó al Partido Justicialista y al resto de los partidos del régimen.
Strassera acompañó como la sombra al cuerpo la trayectoria del radicalismo alfonsinista y toda su impotencia y cobardía. En el juicio a los jerarcas militares, cuando el expresidente se presentaba como la versión criolla de la socialdemocracia, el progresismo de entonces, al igual que el de ahora, justificaba su decisión de salvar a la inmensa mayoría de los genocidas por el todavía latente peligro del partido militar, temerosos, como buenos leguleyos, de que fuera la movilización popular la que saldara cuentas con ellos. En la fase del alfonsinismo de apoyatura de los proyectos conservadores, cuyo punto de partida fue el Pacto de Olivos con Menem a fines del 93, Strassera fue como candidato de la UCR en lista a convencional constituyente por la Ciudad de Buenos Aires. En el 2003, Strassera se afilió al partido fundado por Leandro Alem, luego del sangriento final de la Alianza y De la Rúa. En el 2006 fue el abogado defensor de Aníbal Ibarra en el juicio político que terminó con su Gobierno luego de la tragedia de Cromañón.
En síntesis, funcionario judicial procesista, partícipe de un salvataje a los genocidas y sus cómplices, candidato de la UCR pactista con el menemismo, defensor del responsable político de un régimen corrupto que costó la vida de más de ciento noventa jóvenes, charlatán de feria del republicanismo gorila argentino. Hombre de hojalata con un traje gris, un Nisman sin glamour del radicalismo, Strassera tiene todos los pergaminos para ser ungido como un héroe de la democracia burguesa argentina.

Facundo Aguirre

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