Un viaje hacia las utopías revolucionarias (CXXV)
Con esta consigna agrupaciones y partidos de izquierda no reformistas, con diferentes concepciones sobre la lucha armada, convocaron a un encuentro, en los últimos días de noviembre de 1972, a llevarse a cabo en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Buenos Aires.
Entre los convocantes estaba Vanguardia Comunista, un partido marxista maoísta con el que manteníamos fraternales relaciones ya que con uno de sus fundadores Elías Semán habíamos compartido el intento de conformar un Frente De Liberación convocado por Alicia Eguren y John William Cooke, con el total apoyo del Che, en 1962 en La Habana; del que he dado cuenta en esta saga.
Decidimos concurrir, a fin de tener más elementos para definir el debate en el que estábamos enfrascados respecto a que hacer frente a la convocatoria a elecciones para el próximo 11 de marzo.
Nos encontramos con compañeros de la corriente clasista de Córdoba, con el citado Elías y con Alfredo Curutchet entre otros.
Compartíamos, con los participantes, la visión de la trampa que significaba el Gran Acuerdo Nacional y el armado de la dirigencia de los partidos tradicionales en la llamada Hora del Pueblo; dirigidas, ambas, a frenar el proceso revolucionario.
Repartimos ejemplares de la carta que le había enviado Alicia Eguren al General en la que señalaba enfáticamente “... La burocracia sindical ha crecido elefantiásicamente y su integración al sistema es sólida.
Por su lado las direcciones políticas están en manos de sectores burgueses integrados, proimperialistas, traidores al Movimiento de Liberación.
Estos negocian la estabilidad del Señor Lanusse y del sistema a cambio de sus pequeñas porquerías. El peronismo oficial, el que lo recibió el 17 de noviembre en Ezeiza, ni jaquea, ni siquiera levanta ya ninguna bandera de lucha, las banderas de su victoria en 1945, cuándo arrasó frente a un encanallamiento parecido...
Refiriéndose al GAN y a La Hora del Pueblo precisaba... “...Comparar esta farsa con las negociaciones de los vietnamitas en París constituye una burla grosera y una falta elemental de lógica...”.
Y refiriéndose a algunas posiciones de organizaciones revolucionarias al interior del peronismo aclaraba: “... Si insistimos en no hacer un análisis de clase del movimiento es inútil que hablemos de socialismo nacional o extranjero, de latinoamericanismo y de revoluciones hermanas. Estas son bellas palabras de estímulo para los combatientes, pero las direcciones están en manos -férreamente- de los defensores de los privilegios y del status quo dentro del Movimiento. Con el agravante de que esas direcciones son respaldadas y designadas por el Jefe del mismo; lo que les da el aval necesario para traficar con el pueblo...”.
La reunión y estas líneas de Alicia aumentaban nuestra confusión y nuestras dudas.
Al volver a Paraná recibimos dos visitas importantes que nos ayudarían a dirimir la discusión que estábamos llevando a cabo, al interior de nuestro grupo, respecto a que hacer frente al proceso electoral.
Por un lado llegó Susana, mi hermana, con la que había estado hacía pocos días en la ciudad de La Plata en la casa que compartía con su hijo Enrique y con nuestra madre; luego del encuentro citado.
La misma era portadora de la posición que frente a la coyuntura planteaba su organización: el PRT - ERP.
El profundo cariño que sentía por ella desde que la vi por primera vez cuándo nació, en marzo de 1943; compañera de juegos con la que había compartido y compartíamos sueños y utopías; determinaba que la escuchara con atención.
El Buró Político, encabezado por Mario Roberto Santucho, entendía que la llegada de Perón formaba parte de un plan contrarrevolucionario de las clases dominantes y del partido militar y que las elecciones tendían a frenar el ascenso de las masas por lo que proponían la abstención o un voto simbólico por los “Héroes de Trelew”.
Sin perjuicio de ello se proponían organizar Comités de Base en los barrios para difundir las propuestas revolucionarias y me aclaró que, de ninguna manera, suspenderían la actividad armada.
Sí, exigirían al gobierno, que surja en las elecciones del 11 de marzo, una amplia amnistía y la libertad de todos los presos políticos.
Trasmitimos esta lectura a nuestros compañeros y destacamos que teníamos diferencias ya que considerábamos que era importante participar, de alguna forma, en el proceso electoral; sin perjuicio de continuar con la actividad revolucionaria y respaldar la unidad de todos los que habíamos rescatado el mensaje del Che.
A los pocos días de que se fuera la “Nena”, como cariñosamente la llamaba a Susana, llegó Gustavo Lafleur, un querido militante de la Juventud Peronista al que había conocido en la casa de Cooke en 1966 y que ahora era de los “viejos peronistas” que se sumaron a la organización Montoneros.
Este nucleamiento había crecido muchísimo al convertirse en la organización que canalizara la “peronización” de las capas medias e incorporara a intelectuales destacados del pensamiento nacional y a combativos e históricos dirigentes del Movimiento Obrero como Andrés Framini y Armando Cabo.
Gustavo nos trató de convencer de que debíamos apoyar a la fórmula del Frente Justicialista de Liberación: Cámpora-Solano Lima y al respecto nos contó que habían logrado que 8 de los candidatos a Diputados Nacionales fueran de esta fuerza y anudado, fuertes lazos, con medio centenar de candidatos a gobernadores entre los que estaban Ricardo Obregón Cano postulado en Córdoba junto al “negro” Atilio Lopez, Miguel Ragone en Salta, Oscar Bidegain en la Provincia de Buenos Aires, Jorge Cepernic en Santa Cruz, Alberto Martinez Baca en Mendoza y Deolindo Bitel en el Chaco.
Sus argumentos, pese al respeto que le teníamos, no nos lograban convencer ya que los candidatos en la Provincia encabezados por Enrique Tomás Cresto y los burócratas sindicales, representaban al peronismo burgués y conciliador que como decía John: “Sellan junto con la entrega del país, el exterminio de los combatientes a quiénes por otro lado se incita al combate”.
Finalmente tomamos la decisión de integrar la expresión local de la Alianza Popular Revolucionaria que, en el orden nacional, se expresaba a través de la fórmula conformada por Oscar Alende y Horacio Sueldo.
A los dos los habíamos conocido en el Encuentro Nacional de los Argentinos y con el primero establecimos una gran empatía ya que tenía una sólida postura en favor de la independencia y no abjuraba de la lucha armada, ni condenaba a las organizaciones guerrilleras.
Llevamos como candidato a vice Gobernador a nuestro compañero Luis María González, Secretario General del Sindicato de Obreros y Empleados del Transporte Automotor de Pasajeros y aclaramos que formábamos parte de este frente, sin renegar de nuestra adscripción el Movimiento.
No era la primera vez que participaba de una clara desobediencia al “Viejo”, el que, como diría Bethoven de Napoleón, “fuera un grande hombre” y que regresaba al país pactando con las clases dominantes y con el partido militar.
En 1958 desoímos la “orden” de votar a Frondizi y con otros compañeros de la Juventud y el Secretario General de la filial local de la Unión Obrera Metalúrgica, Jorge “el Ruso” Vicuña, lanzamos una campaña llamando a sufragar en blanco.
En las elecciones de 1962 llevamos como candidato a diputado nacional a mi “maestro” Gabriel Bourdin y en el 66, cuándo se produjo el golpe militar, nos sumamos a la Resistencia; discrepando con el Líder que había llamado a “desensillar hasta que aclare”.
Años más tarde, cuando le restó el apoyo a la CGT, de los Argentinos, seguimos en el seno de esta y organizamos el Congreso Nacional en nuestra ciudad; al que me he referido en notas anteriores.
¿Cuál fue el resultado de aquella elección del 11 de marzo? ¿Qué tareas debíamos desarrollar en la nueva etapa? ¿De qué forma fortalecer la actividad revolucionaria? Serán algunos de los temas que abordaremos en nuestra próxima nota.
Manuel Justo Gaggero. Ex Director del diario “El Mundo” y de las revistas “Nuevo Hombre” y “Diciembre 20”.
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