lunes, 3 de junio de 2013
Los jacobinos de Mayo
Un repaso de la opinión de distintos historiadores e intelectuales argentinos sobre el ala “jacobina” de la revolución de Mayo. Además, una breve reseña sobre la variación del festejo del 25 de mayo desde 1810 hasta ahora.
Los sucesos conocidos como “la Revolución de Mayo” nuclearon a distintas tendencias ideológicas e intereses políticos, que se aunaron para resolver una situación de conflicto ante el vacío de poder producido por la ausencia de Fernando VII en el trono español, pero que expresaban proyectos divergentes en cuanto al futuro rioplatense: su ala más radical, conocida por algunos como “el jacobinismo” planteaba llevar a fondo los ideales de emancipación.
El movimiento de mayo de 1810 comenzó un proceso de ruptura de la relación colonial sostenida hasta entonces entre el Río de la Plata y la corona española. Pero al mismo tiempo, se desató “una guerra contra los que se oponían en el propio territorio colonial a que se formara un gobierno autónomo”, como afirmó el politólogo Daniel Campione en un seminario dictado en el marco del bicentenario en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Los “jacobinos”, llamados así por la historiografía por asemejarlos al ala más radical de la Revolución Francesa, planteaban una profunda reforma política, económica y social que acabara con cualquier forma colonial, mediante el autogobierno y la plena soberanía popular.
Entre ellos se destacaban Mariano Moreno, Juan José Castelli, Manuel Belgrano y Juan José Paso, jóvenes de profesiones liberales, en su mayoría universitarios y con rasgos anticlericales, que hasta llegaron a incluir a “negros e indios”, según Campione, entre los sujetos que llevarían adelante el proceso independentista.
El politólogo también explicó que la visión que este sector, referenciado sobre todo en Castelli y Moreno, tenía sobre el uso de la violencia en ese contexto revolucionario, difería de la de sus contendientes al interior de la llamada Primera Junta: los fusilamientos y la radicalidad de la disputa bélica eran el correlato de un pensamiento que intentaría llevar las batallas por la independencia hasta el final.
El ala más moderada, que finalmente hegemonizó el proceso que comenzó en mayo de 1810, tenía a Cornelio Saavedra a la cabeza, y se asentaba en el poder de las armas, con la única intención de modificar el sistema de gobierno local, sin modificar la estructura de poder y sus privilegios.
Entre quienes opinan que “no tiene sentido retomar las ideas jacobinas en la actualidad”, se ubica Jorge Gelman, director del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, dependiente del CONICET.
El historiador indicó que lo único que podría llegar a rescatarse del sector más radical de mayo de 1810, es “la voluntad de cambiar las situaciones que se consideran injustas o inviables”.
El joven historiador Omar Acha, opinó que la relevancia de pensar a un Mariano Moreno “jacobino” es menor y que para la cultura de izquierda, al creer en la necesidad de la organización política, no es interesante “construir liderazgos jacobinos, es decir, élites que guían a las masas inertes o necesitadas de conducción”.
Daniel Campione, que es docente de Teorías del Estado en la Facultad de Derecho de la UBA y miembro de la FySIP, opinó en aquel momento que el carácter más radical de la revolución de mayo se expresó cuando el proceso emancipatorio llegó al Alto Perú y fue de la mano de Castelli, jefe del ejército por entonces, y el resto de los “jacobinos”. Allí, vieron como aliados en esa guerra a los indios, “opuestos al poder colonial por haber sido los mas oprimidos, los mas marginados”.
Para entender la complejidad del proceso, es interesante ver que tampoco dentro de este “ala radical” las ideas son homogéneas: Belgrano o Castelli que apuntaban a la independencia de España, en ultima instancia apoyan la salida “carlotista”, es decir la de nombrar a la hermana de Fernando VII como regente, lo cual Moreno va rechazar.
El ala más radical de aquel mayo “asume la idea de soberanía popular, de que la fidelidad no se presta a una dinastía sino a un gobierno cuya fuente es la decisión del pueblo”, reflexionó Campione, e insistió en la relevancia de retomar algunos elementos de su pensamiento para pensar proyectos emancipatorios actuales.
Las fiestas mayas: el pueblo de protagonista a espectador
La primera fiesta en conmemoración de los hechos de Mayo se realizó en 1811 por iniciativa de la Junta y del Cabildo. Si bien el centro de la celebración fue la Plaza de la Victoria, donde se inauguró la primera “Pirámide de Mayo”, los festejos se extendieron por los barrios de la ciudad.
Durante los primeros años, las “fiestas mayas” se llevaban a cabo en un marco ritual que combinaba elementos nuevos junto a tradiciones coloniales. Se enmarcaban en un estilo festivo conocido donde no faltaban los bailes de máscaras, la misa (el Te Deum), las quemas de castillos y también se incluían fuegos artificiales.
Existía una gran participación en estas celebraciones de los sectores populares y al menos inicialmente las fiestas mayas tenían un componente de fiesta pagana, más parecidas a un carnaval que a los solemnes festejos oficiales que se fueron consolidando con el tiempo, como durante el festejo del Centenario.
A fines del siglo XIX y principios del XX, teniendo como pico el festejo del Centenario en 1910, la ciudad de Buenos Aires se encontró dividida en dos.
Mientras la ciudad del norte, con el entonces presidente Figueroa Alcorta, festejaba con la realeza española e inauguraba estatuas y monumentos sobre la Avenida del Libertador, los habitantes del sur eran perseguidos por la Ley de Residencia. Durante el festejo ostentoso de aquellos, estos salieron a las calles a protestar en contra de las deportaciones y las condiciones de vida. La respuesta fue la declaración del Estado de Sitio y una feroz represión.
Durante el siglo XX la celebración de este día estuvo hegemonizada por el proyecto político que dominaba el poder político, en la búsqueda por construir un relato que justificara sus acciones en el pasado y la tradición patria. Se privilegiaron así desfiles militares durante las dictaduras y eventos de masas durante la democracia.
Resulta muy difícil la comparación de aquellas primeras celebraciones con los festejos actuales. La principal diferencia entre la fiesta popular actual, como la del último 25 de mayo, y aquellas primeras fiestas mayas reside quizás en que hoy el asistente se ubica más como público, observador, y ya no tanto como protagonista del festejo de su propio camino emancipatorio.
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