jueves, 27 de junio de 2013

Edward Snowden: el enemigo está en mi propio país



La revelación de que el gobierno norteamericano tiene en marcha programas secretos de vigilancia, los que les permiten a la Agencia Nacional de Seguridad y al FBI tener acceso a millones de registros telefónicos y datos digitales, representa un nuevo golpe al gigantesco aparato de espionaje de los Estados Unidos. En la línea de los ‘leaks’ de Julian Assange y Brian Maning, un ex empleado de inteligencia, Eduard Snowden, denunció el acceso de las autoridades estadounidenses a correos electrónicos, archivos compartidos, chats de voz y escritos, videos, fotos, mensajes y blogs en un programa clasificado cuyo nombre clave es Prism (The Guardian, 9/6). Todo esto con la colaboración de Facebook, Google, Skype y Microsoft.
Luego de los atentados de septiembre de 2001, el gobierno de Bush había producido un salto en las actividades de espionaje, en un principio sin base legal. Más tarde, el Congreso norteamericano creó una estructura de apoyo a través de diferentes leyes: en 2001, el Acta Patriótica autorizó el acceso a registros de empresas; en 2007 y 2008, se ampliaron los poderes del Ejecutivo para realizar espionaje en el extranjero y se otorgó inmunidad a las compañías privadas que cooperasen de forma voluntaria con las agencias de inteligencia de Estados Unidos.
Obama ha continuado y perfeccionado el aparato de espionaje electrónico. Amplió masivamente el uso de aviones no tripulados para asesinar extrajudicialmente a enemigos (lo cual ha provocado una enorme cantidad de bajas civiles). Sólo unas semanas antes de este último escándalo, se descubrió que el Departamento de Justicia había registrado en secreto las llamadas salientes de más de veinte líneas telefónicas de la agencia de noticias AP.

Snowden

Durante la visita de Obama a Berlín, la canciller Angela Merkel señaló que “Alemania obtuvo ‘informaciones importantes’ gracias a los servicios estadounidenses y que los intercambios de informaciones entre servicios alemanes y estadounidenses van a continuar” (La Nación, 19/6). El caso de Snowden, sin embargo, puso en evidencia que el programa Prism se aplica contra otros Estados, contra sus aparatos de seguridad y sus empresas.
Snowden se encuentra actualmente en Moscú. La protección rusa esconde su interés por la información que posee Snowden. Putin ha denunciado el intento de Estados Unidos de involucrar a Suecia, un país fronterizo con Rusia, en la Otan. El caso ha provocado también un choque con el gobierno chino, que permitió la salida de Snowden de Hong Kong. El órgano oficial del PC chino acaba de denunciar a Estados Unidos como “un espía de la privacidad personal, un manipulador del poder centralizado a través de Internet y un loco invasor de las redes de otros países”.

Crisis capitalista

Obama se refirió los programas de vigilancia de su gobierno como una “invasión modesta” de la privacidad, la cual es necesaria para proteger a Estados Unidos de ataques terroristas. Agregó también que estos programas fueron autorizados por el Congreso. Estamos ante una militarización inédita de las comunicaciones domésticas y de su infraestructura, que compromete el desarrollo futuro de la industria informática entre los consumidores. Pero el Estado capitalista no puede renunciar a su uso policial y represivo, en nombre de la “seguridad democrática”, o sea preventiva y selectiva en principio. El Instituto de Estudios Estratégicos del Ejército de Estados Unidos advirtió que una serie de crisis internas podrían provocar disturbios civiles a gran escala, para justificar el espionaje de la ciudadanía, aunque dejó de lado el dirigido a otros Estados y a empresas extranjeras. La llamada ‘guerra cibernética’ señala el prolegómeno de una guerra mundial.
La aparición de denunciantes de las conspiraciones norteamericanas por el mundo es una manifestación de la tendencia a la resistencia política del pueblo norteamericano. Es una aplicación práctica, dentro de sus límites, de la consigna “el enemigo está en mi propio país”. Es natural que provoque una reacción fascistizante.
Es necesario desarrollar una campaña por la libertad del soldado Manning y la libre movilidad de Snowden, así como por la defensa del derecho de asilo para los perseguidos políticos.

Pablo Ramasco y
Gustavo Montenegro

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