domingo, 30 de junio de 2013

La masacre de Ezeiza



El poder, ya en manos de Perón, estaba enviando un lúgubre mensaje sobre el diverso camino político que a partir de entonces iba a seguir

Capitulo 50 del libro 'La política armada (1959-1976). Una historia de los movimientos revolucionarios'. Editorial Quipu.

El 20 de junio de 1973 el general Juan D. Perón regresó por segunda vez la Argentina. Esta segunda vuelta tendría un contenido político diferente.
En 1972 Perón todavía presentaba una actitud combativa, con reivindicaciones del Che Guevara y estímulos públicos a la guerrilla de Montoneros. En ese contexto había consagrado la fórmula presidencial Héctor Cámpora - Vicente Solano Lima. Hasta la victoria en las elecciones [del 23 de marzo de 1973] la plataforma electoral giraba sobre el concepto "Liberación o Dependencia", reivindicaba la libertad de los presos políticos de la guerrilla y prometía “socialismo".
En este periodo, eran frecuentes las veleidades tercermundistas y las lisonjas para los "muchachos de las formaciones especiales"(FAR-FAP-Montoneros). El líder había llegado a escribirle una carta a Fidel Castro, con motivo de un aniversario de la muerte del Che, donde le decía que ambos perseguían los mismos objetivos.

A partir de Ezeiza todo sería diferente

Este retorno apuntaba a desplazar a Cámpora y a la izquierda, expresada dentro de su movimiento por la Juventud Peronista [JP], los Montoneros y varios gobernadores de izquierda: Obregón Cano en Córdoba, Martínez Baca en Mendoza, Oscar Bidegain en Buenos Aires, Ragone en Salta. Menem era también "revolucionario"... pero no tanto. Mostrando precozmente sus habilidades travestis, pronto se volvería un "peronista ortodoxo".
Perón "aceptó la sugerencia" de López Rega en el sentido de ser recibido en Ezeiza por una "Comisión" formada exclusivamente por la derecha peronista. La integraban el general retirado Miguel Ángel Iñiguez, el teniente coronel Jorge Osinde, el capitán Ciro Ahumada (ex jefe de los Guerrilleros Andinos), Norma Kennedy, Alberto Brito Lima (del siniestro Comando de Organización-CdO). Y los burócratas sindicales del SMATA, la UOM, la UOCRA y la Carne.
Este puñado de fascistas había organizado ya la masacre en las dependencias de Bienestar Social, los campings sindicales y hasta el hotel Internacional de Ezeiza, en cuyas habitaciones torturaron posteriormente a detenidos. [Finalmente Perón aterrizaría en un aeropuerto militar lejos de Ezeiza, y en su discurso de esa noche echaría la culpa de la violencia a la izquierda].
El aparato de "seguridad" estuvo nutrido por "la pesada" sindical, policías y militares retirados. Hasta un grupo de mercenarios franceses,torturadores en Argelia, intervino en los tiroteos. El palco y los puestos de sanidad estaban repletos de armas largas, algunas de las cuales eran escopetas con cartuchos 'brenneke' para cazar elefantes.
El sentido de la matanza que había preparado el peronismo fascistoide era demostrarle a Perón [lo que él ya sabía:] que el Justicialismo estaba controlado por la derecha. Los millones de jóvenes que en todo el país se pronunciaban junto a la JP por la Patria Socialista eran pura espuma... como tal, serían aniquilados.
Por su parte, el general retornaba con la idea de un gobierno moderado. Quería extender una mano hacia la oligarquía, mostrando su vocación renegociadora de una dependencia "mitigada". Con tal propósito había permitido que se "filtrara" un supuesto acuerdo con varios países europeos, para sustituir al capitalismo yanqui por otro que otorgaría mayores concesiones a la Argentina.
Perón [ahora que ya no lo necesitaba] quería poner punto final al proceso revolucionario inaugurado por el Cordobazo y la guerrilla. En vez de "Liberación o Dependencia" venía a decir que "para un argentino no había nada mejor que otro argentino". En otras palabras: "basta ya de luchas".
Ratificaba ahora que el programa del peronismo eran "Las 20 verdades justicialistas" -sin socialismo de ningún tipo. Y desautorizaba la ola de ocupaciones obreras de empresas y dependencias estatales, ocurrida luego del 25 de mayo de 1973 [cuando asumió como presidente Cámpora].
Perón desconfiaba profundamente de Montoneros. Estimulado por López Rega -o no-, había tomado ya una fatídica decisión. La de "meterlos" en caja... o, de no ser esto aceptado por ellos, aniquilarlos.
La masacre comenzó a las 14 de aquel 20 de junio, cuando la Columna Sur de la Juventud Peronista y Montoneros-FAR, compuesta por unas 50.000 personas, quiso acercarse al palco. Allí mismo fue tiroteada por los fascistas, comandados en el terreno por el ex militar y guerrillero Ciro Ahumada, quien por ese tiempo anudaba sus contactos iniciales para la formación de las AAA.
Montoneros y jóvenes de las FAR, ingenuamente, habían atendido las recomendaciones de los líderes históricos del peronismo: sólo tenían palos y armas cortas. Concurrían con ánimo conciliador y otra idea sobre lo que podría ser la disputa por acercarse al palco, para que los viera "el General": suponían que, a lo sumo, sería una cinchada de palos y empujones.
Por eso llevaron la peor parte. Desde el palco los fascistas tiraban con poderosas escopetas y fusiles, no sólo a los montoneros sino también a todos los que se cruzaban en sus miras. Especialmente a quienes se habían subido a los árboles, para ver mejor el acto.
Uno de los primeros en caer fue quien marchaba delante de la Columna Sur, Horacio Simona, herido de bala y rematado a cadenazos por los fascistas. Una vez provocado el choque, varios detenidos fueron arrastrados brutalmente, para ser torturados en la habitación 108 del Hotel Internacional, según declaró Leonardo Favio, locutor oficial del frustrado acto.
Favio sufrió un ataque de desesperación, pero aun así, llorando, poniéndose de rodillas ante los fachos e implorando el apaciguamiento por micrófono, logró salvar a varios jóvenes de ambos sexos que estaban siendo torturados.
Como una ironía sangrienta, la consigna que los jóvenes habían venido voceando hasta el momento había sido: "Atención, atención, ha llegado un montonero que se llama Juan Perón".
Montoneros denunció a los integrantes ya citados de la Comisión Organizadora, en "El Descamisado" Nº 6, del 26 de junio de 1973. Pero en dicha nota [por increíble que parezca] no cuestionaban a Perón que, según escribían, habría sido totalmente ajeno a los hechos. Toda la responsabilidad recaía sobre el dúo fascista Osinde-Norma Kennedy, según el editorial firmado por su director, Dardo Cabo (quien durante la posterior dictadura militar sería asesinado durante un "traslado" de presos).
La tragedia de Ezeiza tuvo, además de su ominoso resultado en sangre derramada, un simbolismo político. El poder, ya en manos de Perón, estaba enviando un lúgubre mensaje sobre el diverso camino político que a partir de entonces iba a seguir.
Se había terminado la Primavera "socialista" de Cámpora. El presidente constitucional fue obligado por Perón a renunciar el 13 de julio de ese mismo año. Al día siguiente iba a asumir la presidencia un inepto, ignorante y grosero político fascistoide: Raúl Lastiri, diputado, yerno del ultrafascista ministro de Bienestar Social, José López Rega.
En septiembre se votó por la fórmula Perón-Perón (Isabel Martínez). Lo cual consolidó el curso derechista y antipopular que había adoptado, definitivamente, el gobierno peronista.
En este periodo nació la Triple A (AAA, Alianza Anticomunista Argentina), que comenzó a matar militantes populares. Pero no de cualquier modo: se los asesinaba luego de torturarlos salvajemente, sus cadáveres comenzaron a aparecer por doquier, con treinta o cuarenta balazos en los cuerpos.
El 12 de octubre de 1973, Perón asume la presidencia, con su mujer como vicepresidente. Otro símbolo ominoso: lo hace protegido por un cristal antibalas, colocado en el balcón de la Casa Rosada. Su figura apenas se ve tras el vidrio blindado.

Julio Carreras

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