lunes, 10 de junio de 2013
La Alianza
Distintos partidos de la centroizquierda lograron alcanzar un acuerdo con Carrió, la Coalición Cívica y la Unión Cívica Radical en la ciudad y la provincia de Buenos Aires. El acuerdo revive los peores recuerdos. ¿Cómo se explica esta política?
En la Ciudad de Buenos Aires Pino Solanas, el Partido Socialista, Libres del Sur y el GEN lograron confluir en un acuerdo electoral con la UCR, Carrió y la Coalición Cívica para disputar las próximas elecciones. Se trata de una alianza que dirimirá sus candidatos utilizando el mecanismo de las primarias obligatorias del 11 de agosto. El acuerdo indudablemente tiene una alta potencialidad electoral, ante un escenario caracterizado por la preeminencia absoluta de tres grandes espacios: esta alianza, el PRO y el kirchnerismo. Completan el panorama en la Capital principalmente el ex ministro Lavagna, sostenido por la estructura del PJ opositor, el acuerdo entre Lozano, Marea Popular y otras fuerzas de izquierda y finalmente el Frente de Izquierda. Recordemos que el electorado porteño elegirá dos senadores por la mayoría y uno por la minoría, junto con 13 diputados nacionales.
Por otro lado, en la provincia de Buenos Aires el GEN, Libres del Sur y el Partido Socialista replicaron un acuerdo similar con la UCR. En este caso, con la lista armada por consenso, encabezaría Margarita Stolbizer y el segundo lugar sería para Ricardo Alfonsín. No se elegirán senadores en este distrito. Con esta coalición esperan poder dar pelea ante las dos variantes del peronismo, el kirchnerismo que aún no explicitó sus candidatos y el peronismo opositor conducido por Francisco De Narváez.
Sin embargo, más allá de las potencialidades electorales, este acuerdo es difícil de explicar desde la coherencia política y las convicciones ideológicas. Por esa razón generó importantes contradicciones en el espectro de la centroizquierda.
En primer lugar, tanto Claudio Lozano como Víctor De Genaro, referentes de Unidad Popular, declararon que “el FAP fue dinamitado”. Ambos dirigentes, que expresan políticamente a la CTA opositora, plantearon que implica un corrimiento hacia la centroderecha incompatible con la construcción de una alternativa progresista al kirchnerismo. Además cuestionaron el intento de aliarse con una de las dos estructuras tradicionales de la política argentina como la UCR y asociaron este acuerdo con la experiencia fracasada de los sectores progresistas en la Alianza de los años noventa.
En segundo lugar, Proyecto Sur estalló en pedazos. Primero fue el MST el que tomó distancia denunciando el acuerdo con Carrio. Después lo acompañaron la Juventud de Proyecto Sur y la mayoría de los comuneros electos en 2011. Y finalmente Jorge Selser, ex candidato a vicejefe de gobierno porteño de Pino, y secretario general del Partido Socialista Auténtico, publicó ayer su alejamiento del espacio político. Es decir que a cambio de la posibilidad de ser electo senador, el ex cineasta prefirió perder la gran mayoría de su fuerza militante. No llama la atención, en consecuencia, que una vez producidas estas rupturas, en el día de ayer Solanas haya declarado que “la alianza táctica con los radicales y Prat-Gay no seguirá más allá de octubre”, intentando contener a lo que queda de su propia tropa, desilusionada por un dirigente que se construyó apelando a superar al bipartidismo pero que más temprano que tarde terminó aliado a la UCR.
Ante esta situación, en la Capital el partido de Claudio Lozano y la agrupación de izquierda Marea Popular sellaron un acuerdo a partir del que buscan reagrupar al resto de sectores de la centroizquierda decididos a no aliarse con la centroderecha y a otros espacios de izquierda. Mientras que en provincia de Buenos Aires Unidad Popular replicará la misma apuesta.
Las razones de la sinrazón
Varios elementos explican esta alianza. En primer lugar, existe una fuerte influencia de los grupos mediáticos opositores, que sostienen la idea de la unidad de la oposición a cualquier costo para vencer al kirchnerismo, a pesar de haber experimentado en 2009 la impotencia de esa política. Esta demanda, instalada tarde, mañana y noche a través de los medios de comunicación masivos, caló hondo en importantes sectores opositores de la sociedad, que a su vez terminan generando a los partidos políticos una importante presión.
En segundo lugar, una cuestión nada despreciable es que la mayoría de estos partidos sufrirán el final del mandato de los diputados y senadores electos en 2009, cuando el conjunto de la oposición hizo una muy buena elección y, por ejemplo, el propio Néstor Kirchner perdió contra De Narváez. Teniendo en cuenta que en su mayoría se trata de agrupamientos políticos que viven y sobreviven a partir de sus cargos institucionales, la sola posibilidad de quedar afuera del Congreso pone en peligro la propia supervivencia.
En tercer y último lugar, pueden buscarse razones más profundas en el hecho de que el kirchnerismo logró ocupar una parte importante del espacio político de la centroizquierda, sobre todo a partir de 2008. Y que frente a esa realidad, la única oportunidad de ganarle una elección presidencial es con un perfil de centroderecha. Las trayectorias de Elisa Carrió y Pino Solanas muestran claramente esa lectura, lo mismo que la de Binner y el FAP. No se trata solamente de un problema subjetivo de estas formaciones políticas y de sus dirigentes, sino de un problema político objetivo. No casualmente en ningún país de América Latina existen pujantes oposiciones por izquierda a los diversos partidos progresistas o nacionalistas que gobiernan desde hace una década. Ahora bien, en nuestro país el progresismo enfrentó un dilema similar en los años noventa, que terminó con un recordado viaje en helicóptero por Buenos Aires.
Quizás sea tiempo de que este sector asuma que es preferible apostar a acumular fuerza política antes que gobernar a toda costa con quienes siempre criticó, para terminar dilapidando el capital construido durante años.
Ulises Bosia
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