viernes, 28 de junio de 2013

Del Cordobazo al Navarrazo. Guerra civil y autodefensa obrera




Hace poco más de un año escribimos este post señalando que las tendencias abiertas en las jornadas del Cordobazo superaban los marcos de la lucha anti dictatorial y ponían de manifiesto la apertura de una etapa revolucionaria donde las masas, con un protagonismo central de la clase obrera, tomaban la ofensiva. Decíamos “se expresa la tendencia a la emergencia autónoma de la clase trabajadora (…) Tabular al Cordobazo como “rebelión contra la dictadura” tiene el objetivo de segmentar el proceso social que se abre. Allí la clase obrera profundiza su insubordinación”.
Lógicamente, el desarrollo de esta etapa revolucionaria abría la perspectiva de enfrentamientos abiertos con la burguesía y sus fuerzas represivas (tanto estatales como para-estatales). En Córdoba, la fortaleza de un movimiento obrero combativo, implicaba que el accionar represivo debía tomar un mayor nivel. El Cordobazo había permitido la emergencia de una mayor insubordinación obrera expresada, por ejemplo, en el desarrollo de una fuerte tendencia clasista, centralmente alrededor de SiTraC-SiTraM. Este proceso permitía que, hacia 1973, los independientes y la izquierda dirigieran algunos de los gremios más fuertes de la ciudad.
Precisamente por eso, Córdoba era una preocupación central para el gobierno de Perón. La necesidad de imponer orden a escala nacional tenía que basarse en haberlo logrado en la provincia. En esa contradicción tiene su origen el Navarrazo. Golpe policial, que también pasó a la historia como el Contra-Cordobazo. En esta nota escribimos una reseña de ese golpe. Aquí pretendemos dejar sentados algunas conclusiones de los límites que tuvieron las corrientes que influenciaban a la vanguardia obrera y juvenil para preparar una respuesta ante el ataque sobre la provincia y la clase trabajadora.

El Contra Cordobazo

Pablo Bonavena afirma que “El caso cordobés es el más impactante de todos. Es evidente que en conjunto de las jurisdicciones políticas Córdoba tenía una significación especial. La política encarada por Perón encontraba en la provincia la principal resistencia en sectores de la clase obrera, que lograron incluso alinear en más de una oportunidad al vacilante gobierno de Obregón Cano y Atilio López contra el Pacto Social (…) La forma que asumió, evidentemente, se correspondió con el peso y grado de desarrollo de la clase obrera local. Es evidente, asimismo, que Perón buscó un efecto ejemplificante (…) con el golpe dado en Córdoba trató de demostrar que la subordinación era la única alternativa que tenían los diferentes mandatarios provinciales” (Bonavena, pág. 234. Resaltado propio).
El 28 de febrero del ‘74 se lleva adelante el golpe policial instigado por Perón y encabezado por el Teniente Coronel (RE) Antonio Domingo Navarro. El golpe se apoya en la burocracia sindical peronista y el aparato del PJ local. Su “legitimidad” la aporta la campaña que venía desarrollando el peronismo de derecha contra el gobierno provincial. A eso se sumaban las declaraciones de Perón que había definido a Córdoba como un “foco de infección”. Señalemos además que, mientras Obregón Cano y Atilio López eran derrocados, se reunía el Congreso “normalizador” de la CGT provincial, con la presencia del Ministro de trabajo de la Nación, Ricardo Otero. Pocos días después, un decreto con las firmas del mismo Perón y de Benito Llambí, ministro del Interior, legalizaba la intervención federal. Así, el poder político pasaba al sector más reaccionario del peronismo. Éste, tomando el control del aparato de gobierno provincial, lo convertirá en una herramienta para intentar derrotar a la vanguardia obrera.

La “parálisis” de las masas

En un artículo publicado en el libro Lucha de clases, guerra civil y genocidio en Argentina, Pablo Bonavena señala que, frente al Navarrazo “no se registraron acciones de masas importantes en defensa del gobierno” (Pág. 226). Podemos agregar que tampoco se registraron acciones de la vanguardia combativa del movimiento obrero, influenciada por sectores de izquierda. La ciudad donde dos veces las masas habían golpeado sobre el régimen, derrotando a la policía en las calles; donde las barricadas se habían mostrado como la hoguera que iluminaba a todo el país, se veía ahora completamente impotente para dar una respuesta al Golpe de Navarro.
Los independientes, con Luz y Fuerza a su cabeza, dirigida por Agustín Tosco, tenían peso en 11 gremios. Desde el año 1972, el SMATA, uno de los tres gremios más poderosos de la provincia (junto a UTA y Luz y fuerza) se hallaba dirigido por la lista Marrón, lista clasista de René Salamanca (PCR). A su vez, los sectores alineados dentro del peronismo legalista (Atilio López), tenían peso de conducción en más de 20 gremios. Esto, de conjunto, expresaba una fuerte combatividad en sectores del movimiento obrero, incluso a pesar de la derrota de SiTraC-SiTraM en Octubre de 1971.
Es evidente la contradicción entre el peso del movimiento obrero combativo y su incapacidad de reaccionar ante el golpe. ¿Cómo se llegó a esta situación? Las fuerzas de la izquierda entre la clase trabajadora no tuvieron la perspectiva de desarrollar una política independiente frente al peronismo que permitiera enfrentar el accionar contrarrevolucionario que éste desplegaba desde el 20 de junio de 1973, con la masacre de Ezeiza. Allí se mostró parte del “programa” de Perón para frenar el ascenso revolucionario en Argentina. Ante este escenario, las corrientes combativas y de izquierda (que incluso se definían como revolucionarias como el caso del PCR) evidenciaron notables limitaciones políticas.

La confianza en Perón desemboca en el pacifismo

Aquí hemos apuntado nuestras críticas sobre Tosco, incluyendo los límites con los que el Sindicalismo de liberación se enfrentó ante el Navarrazo. Señalamos allí lo que consideramos una visión etapista de la lucha revolucionaria, en la cual la clase obrera peleaba junto a los sectores de la burguesía nacional contra el imperialismo y la oligarquía aliada a ella. Esta perspectiva alejaba a la vanguardia obrera de la dinámica real de la lucha de clases en curso, impidiéndole ver el rol que jugaba Perón como actor determinante de la ofensiva contra la clase trabajadora.
La concepción de Tosco lo llevaba a presionar sobre el peronismo, buscando aliarse a su ala izquierda para combatir a la derecha y ganar la dirección del movimiento. Pero sólo podía llevar adelante esa política si se abstenía de denunciar a Perón, con el que Montoneros no quería romper. Esto se expresará de manera trágica alrededor del Navarrazo y el rol jugado por Perón. Si antes del golpe, el MSC (Movimiento Sindical Combativo) se negaba a denunciar abiertamente a Perón y sólo atacaba a la derecha del gobierno, días después del Golpe Policial seguirá repitiendo lo mismo. Tosco llegará a afirmar que “lo que el gobierno central no entiende es que apoyando a Navarro está dando carta blanca a muchos “navarros” que en el día de mañana no van a alzarse ya contra un gobernador sino, precisamente, contra el mismo presidente” (resaltado propio). El 15 de marzo de ese año, en una entrevista en la Voz del Interior dirá “Perón es un especulador (…) sensible en grado máximo ante las presiones de la derecha. Y la derecha peronista tiene su convalidación en Perón”. La realidad es que Perón no tenía un problema de “comprensión” sobre la situación o un exceso de “sensibilidad” ante la derecha peronista. Era quién dirigía la política tendiente a derrotar, apelando a la fuerza, a las corrientes que izquierda que influenciaban en el movimiento obrero. Por eso había que denunciar activamente su papel y aportar a que las masas obreras avanzaran en su experiencia con el peronismo en el poder, algo que no llevaban adelante ni Tosco ni Salamanca como parte del MSC.
Esta ausencia de preparación política influye, en el terreno militar, en el momento del Navarrazo. En este post reflejamos una entrevista a Tosco, en el cual, éste señalaba “Se están haciendo actos relámpagos, algunas asambleas de fábrica, etc. (…), pero hay una relación de fuerzas básica que está dada por el teniente coronel Navarro y su policía con las armas en la mano. Centenares de fascistas armados y entrenados bajo la conducción de organismos policiales y parapoliciales”. Esta relación de fuerzas no era el resultado de grandes derrotas del movimiento obrero y de masas, sino de la ausencia de una preparación de las mismas para este tipo de ataques. La lucha de clases superaba las fronteras de la legalidad burguesa y las corrientes de izquierda seguían actuando dentro de las mismas.

Lo político y lo militar en el Navarrazo

Desde el punto de vista de la derecha, el Navarrazo, presenta un alto nivel de preparación en el terreno militar y en el político. Leemos “A las cero horas del 28 de febrero de 1974 comienza la asonada golpista cuando la policía asalta la Casa de Gobierno, tomando como rehenes a varios funcionarios. El jefe de la sedición, Navarro, permanecía mientras tanto en la Central de Policía ubicada en la Plaza San Martín, cuyos accesos habían sido cortados por efectivos policiales colocando coches de pasajeros aportados por sus propietarios (…) la policía ocupa dos radios de la ciudad y sabotea otras dos, dejándolas fuera de servicio. Emite además un comunicado informando que Obregón Cano había sido detenido en el mismo momento en que estaba proveyendo de armas a civiles de “conocida militancia marxista”, y que era “un infiltrado, un hombre de Cámpora, un criptomarxista” (…) se colocan bombas contra el local de SMATA, en la vivienda del ministro de Gobierno y de un juez que investigaba la participación policial en el asesinato de cinco dirigentes agrarios en Laguna Larga. El golpe continúa con el asalto policial al local del diario La Voz del Interior y con la puesta bajo custodia policial y de civiles armados de la sede del Sindicato de Luz y Fuerza. Avanzada la mañana, las 62 Organizaciones deciden un paro en apoyo al movimiento golpista e informan que, no obstante la situación que se vivía, realizarían un plenario normalizador de la CGT”.
En esta breve crónica pueden verse los elementos de preparación político-militar: la toma de la sede de gobierno, el copamiento de los medios de comunicación y su utilización para intentar legitimar el golpe, la utilización de la ideología peronista en sus aspectos más reaccionarios y macartistas. Al mismo tiempo, su reivindicación del “peronismo auténtico”, permitía encontrar un cierto punto de apoyo en las ilusiones de sectores de masas que todavía confiaban políticamente en Perón.
La relación de fuerzas a la que aludía Tosco se había preparado políticamente. No había caído del cielo, sino que era el fruto de meses de ataques políticos y físicos por parte de la derecha peronista que no tuvieron respuesta por parte del movimiento obrero combativo y la izquierda. En octubre del 73, un comunicado de Luz y Fuerza describía “los atentados a las organizaciones sindicales combativas, a otros locales e instituciones, la “toma” de la legislatura provincial, el Banco Social, el explosivo colocado en el domicilio del diputado Fausto Rodríguez y el criminal ametrallamiento de una asamblea de trabajadores de la construcción en el local de la CGT regional son la dramática y trágica evidencia del claro objetivo de crear un clima de intimidación y terror”.
A los golpes de la derecha, desde el movimiento obrero combativo se respondía con declaraciones y la defensa del gobierno provincial. El 8 de febrero del ‘74, un comunicado del MSC declaraba la “Defensa institucional del gobierno de Córdoba”. En octubre del ’73, Luz y Fuerza había afirmado que se perseguía “la intervención al gobierno de Córdoba”. Esto no iba de la mano con una preparación para dicho escenario. Así, la derecha avanzó casi sin obstáculos en la provincia, lo que fue inclinando la relación de fuerzas a favor del golpe.

De las barricadas a la autodefensa

Lo que ponía en escena esta situación era la ausencia de una política para desarrollar las tendencias autónomas que se habían expresado en el Cordobazo y que habían creado una relación de fuerzas a favor de las masas. Esto no era el resultado “natural” de la conciencia de las masas mismas sino la ausencia de una perspectiva estratégica de las corrientes que dirigían. La clase obrera es potencialmente revolucionaria, pero es la acción de determinadas corrientes (con sus estrategias) la que impulsa qué elementos pueden potenciarse en su actividad y cuáles no.
En el debate sobre la huelga general en Alemania, a inicios del siglo XX, Parvus señalaba que “El significado de la barricada debe visualizarse en dos direcciones. En primer lugar era un punto de reunión y un medio organizativo (…) en segundo lugar, era una construcción de defensa: protección del lado del pueblo y obstáculo del lado de los militares. El poder de esta obstrucción sobre los militares no estaba solamente determinado por su aspecto material sin principalmente por su efecto moral”. Engels había señalado algo similar, escribiendo que “hasta en la época clásica de las luchas de calles, la barricada tenía más eficacia moral que material. Era un medio para quebrantar la firmeza de las tropas”.
Las barricadas durante el Cordobazo y el Viborazo habían aportado a esa cohesión de las masas, golpeando moralmente a las fuerzas represivas. Esas batallas les habían permitido un reconocimiento de la potencialidad de sus fuerzas a la vez que “educarse” en el arte del combate callejero. Pero esto sólo podía ser el germen de una política de autodefensa consciente que superara el estadio de la espontaneidad. Esta política fue la que estuvo ausente en las direcciones combativas del movimiento obrero. En el caso del peronismo legalista era el resultado “lógico” de su raigambre peronista. En el caso de Tosco, su política de presión sobre la izquierda peronista lo llevó a confiar en la existencia de “soluciones por arriba” dejando limitada la perspectiva de la organización “por abajo” del movimiento obrero.
Aquí podríamos tomar la definición de Gramsci que señalaba “La crisis crea peligrosas situaciones inmediatas porque los diversos estratos de la población no poseen la misma capacidad de orientarse rápidamente y de reorganizarse con el mismo ritmo. La clase dirigente tradicional (…) cambia hombres y programas y reasume el control que se le estaba escapando con una celeridad mayor de cuanto ocurre en las clases subalternas”. Desde el Cordobazo, la clase dirigente había cambiado a su personal político (retorno de Perón) pero además había iniciado los preparativos para enfrentar las tendencias a la guerra civil con el accionar de las Tres A.
Las “clases subalternas” o, para ser precisos, sus direcciones, estaban lejos de ver este cambio de escenario. La existencia de organizaciones contrarrevolucionarias como las Tres A no era nueva. A la experiencia internacional del fascismo se le podían sumar las conformaciones locales, de las cuáles la Liga Patriótica pasó a ser una de las más emblemáticas. Es decir, la apertura de un ascenso revolucionario, preanunciaba la necesidad de pasar de los “triunfos morales en las barricadas” a nuevos triunfos político-militares contra la derecha y esto no estaba en la perspectiva de las direcciones combativas del movimiento obrero.

Autodefensa y vanguardia obrera

Haciendo un paralelismo con una situación que contenía elementos similares, citemos a León Trotsky quién señalaba que “la lucha física no es sino uno de los “otros medios” de la lucha política (…) es imposible detener la lucha política cuando se transforma, por la fuerza de su desarrollo interno, en lucha física” (Adónde va Francia). Precisamente, frente a esta transformación de la lucha política en lucha física, la preparación política asume un rol central. El resultado de los enfrentamientos físicos depende (en sus nueve décimas partes, según Trotsky) de la preparación política. “¿En qué consiste la preparación política? En la cohesión revolucionaria de las masas, en su liberación de las esperanzas serviles en la clemencia, la generosidad, la lealtad de los esclavistas “democráticos””.
Como ya lo señalamos, en los meses anteriores al Navarrazo, las organizaciones que influenciaban a la vanguardia obrera no habían preparado a la clase trabajadora para el enfrentamiento político el gobierno nacional y al mismo Perón. Frente a cada acción de la derecha se había respondido con comunicados pero no se habían dado pasos en la organización concreta de la autodefensa de las organizaciones obreras. De conjunto, frente a la “guerra civil de baja intensidad” que estaba en curso desde el Cordobazo en adelante, las distintas corrientes políticas que influían a la vanguardia no se habían preparado para una respuesta a la altura de los ataques. Aquí reside centralmente la explicación de la “parálisis” de las masas y la vanguardia frente al golpe de Navarro.

Los límites de las corrientes guerrilleras ante el Navarrazo

Frente al Navarrazo, las organizaciones armadas de la izquierda revolucionaria (peronista y marxista) también fueron impotentes. Citamos una vez más a Bonavena: “Por la noche se produce un recio intercambio de disparos (…) miembros de Montoneros atacan con pistolas y fusiles automáticos a militantes peronistas ortodoxos y comandos civiles nacionalistas” (Pág. 226). Montoneros, a pesar de contar con peso en sectores de masas, fue incapaz de preparar destacamentos de combate para enfrentar una acción como la de Febrero del 74’.
Por su parte, el PRT señaló, después del golpe, “Reiteradamente habíamos advertido que se aproximaba la intervención a nuestra Provincia. Lo señalamos públicamente y lo planteamos expresamente ante los más importantes funcionarios provinciales (…) Después de la masacre de Ezeiza, después del autogolpe del 13 de julio, o sea, o sea, a partir de los principales acontecimientos que marcaban la contraofensiva de la derecha y del continuismo, nadie podía engañarse-salvo que pecara de ingenuidad política-de que Córdoba (…) podía escapar a una intentona” (La Historia del PRT-ERP por sus protagonistas. Daniel De Santis). Precisamente esto demuestra la falta de orientación estratégica o, como mínimo, la discordancia entre las definiciones generales y la práctica político-militar de esta organización que tampoco se preparó para esta perspectiva.
Como señaló Juan Carlos Marín “En el “Navarrazo” sucedido en Córdoba, la misma ciudad donde meses antes el presidente cubano Dorticós fuera llevado en andas al palco que recordaba los acontecimientos de mayo de 1969, se repite en forma ampliada pero con mayor dramatismo político el mismo “desarme político” y la misma “prescindencia” de las organizaciones revolucionarias ante hechos que se inscribían en el desarrollo específico y concreto que tomaba la lucha de clases, y en la que el peronismo oficial volvía a tener la iniciativa”. Precisamente este conjunto de elementos demuestra la limitación estratégica de las organizaciones guerrilleras para aportar a la organización de la autodefensa de masas.
Marín también señala que “En forma quizás desordenada, errática y a veces errónea pero permanente, las organizaciones revolucionarias buscaron generar y mantener las condiciones de desarrollo del armamento del pueblo”. Creemos que la respuesta ante el Navarrazo evidencia que esto no fue así. Las organizaciones revolucionarias en lugar de batallar por el desarrollo de formas de autodefensa (milicias, grupos especiales, etc.) al interior de las organizaciones obreras de vanguardia, (que se sostuviera sobre los triunfos morales conquistados en las barricadas del ‘69) desarrollaron una política alternativista de “guerra de aparatos” contra las fuerzas represivas, dejando de lado el necesario armamento y preparación de los sectores combativos del movimiento obrero.
De conjunto, la situación abierta por el Cordobazo, planteaba la necesidad de la organización de la autodefensa obrera y popular. En este sentido iba lo que citamos antes de Trotsky. Éste, en el Programa de Transición establece una dinámica de las tendencias al armamento del proletariado para los momentos de ascenso revolucionario. Señala que “La burguesía no se limita en ninguna parte a utilizar solamente la policía y el ejército oficiales (…) Las bandas fascistas sólo pueden ser contrarrestadas victoriosamente por los destacamentos de obreros armados que sienten tras de sí el apoyo de millones de trabajadores. La lucha contra el fascismo no se inicia en la redacción de una hoja liberal, sino en la fábrica y termina en la calle. Los elementos amarillos y los gendarmes privados en las fábricas son las células fundamentales del ejército del fascismo. Los piquetes de huelgas son las células fundamentales del ejército del proletariado. Por allí es necesario empezar” (resaltado propio).
Como queda en evidencia en las descripciones que hemos realizado, ni la perspectiva de las direcciones combativas del movimiento obrero (Tosco, Salamanca, etc.) ni la estrategia de las organizaciones guerrilleras pudo desarrollar las tendencias que se habían expresado en el Cordobazo para convertirlas en organización para la autodefensa consciente. Éste fue uno de los límites centrales a la hora de enfrentar la asonada golpista de Febrero del 74’.

Eduardo Castilla

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