El padre Francisco Jalics dio a conocer el jueves un comunicado donde señala que “es un error afirmar que nuestra captura ocurrió por iniciativa del padre Bergoglio” y que “alguna vez yo mismo estuve inclinado a creer que éramos víctimas de una denuncia”. Agregó que “a fines de la década de 1990, tras numerosas conversaciones, me quedó claro que esta sospecha era infundada. Por lo tanto, es un error afirmar que nuestra captura ocurrió por iniciativa del padre Bergoglio”. Con esa declaración se pretende seguir descalificando a quienes hemos recordado los hechos que demuestran no solo la responsabilidad de Bergoglio como parte de la jerarquía de la Iglesia Católica en la indiscutible complicidad con la dictadura y la represión masiva sino más en particular la vinculación del entonces Provincial Jesuita con los secuestros de numerosos catequistas y dos sacerdotes de la congregación, el mencionado padre Jalics y Orlando Yorio, por parte de los grupos de tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Entre las variadas pruebas de esa complicidad se encontraban las denuncias anteriores del mismo Jalics, cuyos textos eran precisos y concordantes con otras pruebas en igual sentido. La más importante es un texto contundente que incluyera en un libro de ejercicios de meditaciones de su autoría y que como todo libro, publicado en 1994, es resultado de conclusiones precisamente meditadas. Esta nueva declaración rectifica aquel texto. La justificación del cambio se basaría en “numerosas conversaciones”, que no precisa pero que hacen que “la sospecha de antes era infundada”.
Es necesario aclarar que el cambio del padre Jalics no demuestra ninguna desvinculación de Bergoglio con los secuestros. Solo opone una declaración de Jalics de hoy contra un texto de ayer escrito por el mismo Jalics. Cada uno puede valorar si ésta o aquélla es la que tiene mayor vínculo con la realidad. Así actúa la Justicia cuando tiene dichos contrapuestos de la misma persona. Ve la más creíble. Especialmente cuando ahora el padre Jalics se refiere como “sospecha de antes” a lo que en realidad era, según el mismo Jalics, una sólida y firme denuncia fundamentada “en declaraciones de un oficial y treinta documentos”, nada menos. Textualmente Jalics denunció en su libro que “nosotros sabíamos de dónde soplaba el viento y quién era responsable por estas calumnias. De modo que fui a hablar con la persona en cuestión y le expliqué que estaba jugando con nuestras vidas. El hombre me prometió que haría saber a los militares que no éramos terroristas. Por declaraciones posteriores de un oficial y treinta documentos a los que pude acceder más tarde pudimos comprobar sin lugar a dudas que este hombre no había cumplido su promesa sino que, por el contrario, había presentado una falsa denuncia ante los militares”. Nótese que Jalics no sospechaba sino que “sin lugar a dudas” había comprobado –con “treinta documentos”– que “ese hombre” había presentado “una falsa denuncia ante los militares”. (El nombre de Bergoglio se lo pone el otro sacerdote, Yorio, en denuncias varias, en especial en una escrita a sus superiores en el Vaticano y el mismo Jalics en otras oportunidades. Y ahora, en su nueva declaración, Jalics confirma que a quien imputaba antes era Bergoglio). Varios sacerdotes y catequistas coinciden en afirmar que Jalics y Yorio siempre consideraron que había sido Bergoglio el que los había “entregado o denunciado” a la represión de la dictadura.
Jalics sostiene ahora que ya a fines de los ’90 había llegado a la conclusión de que estaba equivocado respecto de Bergoglio. Sin embargo, habría tardado 18 años en hacer pública esta aclaración a pesar de que en ese lapso varias veces fue requerido y nunca señaló esa rectificación, limitándose a expresar que no “quería remover el pasado”. ¿Es así o el poder del Vaticano le exigió a un hombre honorable, respetado y sufrido como Jalics, hacer esa rectificación para la que no da ni tiene fundamentos?
No es cualquier poder el del Vaticano. Su historia tenebrosa es extensa así como los escándalos últimos. Sin ir más lejos, es el mismo que viene de hacer renunciar a un papa a la fuerza por primera vez en la historia y todavía no ha logrado aclarar la sospechosa muerte de Juan Pablo I, hace 25 años, luego de un papado de sólo 38 días.
Nada cambia de todo lo denunciado y todos los elementos de juicio que responsabilizan a Bergoglio siguen tan firmes como antes. Con el agregado de que a Yorio no podrán presionarlo para que rectifique lo que testimonió. Rodeado de angustia e impotencia por no poder lograr una reivindicación de la Iglesia a la que entregó su vida, y por la que casi la pierde a manos de la Marina, murió de un infarto en Uruguay en el año 2000. Pero sus denuncias y su indignación nunca perdieron firmeza y su destinatario tampoco. Todo no se puede tapar.
Por Luis Zamora
Ex abogado del CELS en el momento de los hechos, ex diputado nacional y querellante en la causa ESMA.
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