jueves, 21 de marzo de 2013

CORREPI: el esqueleto de una organización anti represiva




Entrevista a María del Carmen Verdú, fundadora de CORREPI y autora del libro “Represión en democracia”. La historia de la coordinadora, sus tensiones con los organismos tradicionales de DDHH y la incidencia del kirchnerismo en la organización.

- ¿Cómo y cuándo se funda CORREPI?
No hay una fecha precisa. Fue un proceso durante los últimos años de la década del ‘80. Estábamos promediando la primavera alfonsinista, todavía retumbaban aquellos ecos de que con la democracia se come y se educa. Coincidimos en la vida un grupo muy chiquito: 4 ó 5 compañeros, que algunos nos conocíamos de la facultad. Teníamos conciencia de que era necesario construir una organización anti represiva que se abocara a organizar y pelear contra la represión en tiempos de democracia.
- ¿Tenías una actividad militante en la UBA?
No, ingresé en la Facultad de Derecho el 8 de marzo de 1976 así que no tuve mucha chance de militar ahí. Lo cierto es que ese pequeño grupo de compañeros teníamos inquietudes vinculadas con el ámbito de los derechos humanos por razones personales. Lo que veíamos era que las organizaciones que existían en ese momento (no existía la asociación de Ex Detenidos ni H.I.J.O.S. todavía) tenían una mirada muy acotada a lo que había sido la represión con el mecanismo del terrorismo de Estado hasta el ‘83. Hechos concretos con los que nosotros nos topábamos como casos de pibes fusilados por la policía, detenciones arbitrarias en los barrios, denuncias de desapariciones de personas con la policía en el medio, torturas tanto en las comisarías como en otros lugares de detención o muertes en cárceles que no tenían una explicación demasiado convincente. Entonces lo que empezamos fue una especie de peregrinaje juntando material y documentación.
- ¿Ustedes se acercaban a los organismos tradicionales a plantearles estas inquietudes y no conseguían ninguna respuesta?
Exactamente. Organizamos una ronda sistemática de visitas entre el ‘89 y el ‘90. Ahí les pedimos reuniones formales a cada organización y les explicamos cuál era el planteo. Buscábamos en definitiva un lugar orgánico desde el cual empezar a militar la represión policial. Tuvimos todo tipo de respuestas, todas negativas. Frente a la imposibilidad de meter el tema en la agenda de los organismos tradicionales fue que asumimos que éramos nosotros los que teníamos que fabricar esta herramienta que faltaba. De ahí que nos llamemos coordinadora: lo que tratamos es de coordinar todos los espacios de lucha anti represivos.
- ¿Y trataron de acercarse o dialogar con algún partido político?
Sí, esa fue la segunda etapa. Cuando vemos que no había posibilidad de insertarnos en los organismos existentes, de todas estas respuestas que tuvimos, la Liga Argentina por los Derechos del Hombre fue la que nos dijo “no entendemos bien esta cosa de policías y ladrones pero los martes a la noche nadie usa esa habitación, si quieren usarla para reunirse pueden”.
- ¿Qué era lo que no les entendían?
No entendían dónde estaba el problema de derechos humanos: hablábamos un idioma distinto. Lo que había en la base de esa incomprensión era un problema de visión de clase: cuando vos pensas que no es lo mismo el militante revolucionario que el negro tomando cerveza en una esquina, lo primero que no estás entendiendo es que la represión depende de lo que el que reprime necesita. Ahora había que mantener todo prolijo y no dejar cosas tiradas: ésa es la “represión preventiva”, que no se percibe como una política represiva estatal porque aparece como “mantener el orden” o “combatir la delincuencia”. Este rol policial es evitar que ese pibe crezca rebelándose. Que aprenda que por estar caminando en la calle lo pueden detener en cualquier momento y lugar. Imaginate si se pone a protestar porque en la salita del barrio no hay médico, porque la escuela no tiene vidrios en la ventana o porque no consigue laburo. Vos te encontrás con el primer caso de un pibe fusilado en un barrio, armado como un enfrentamiento. Pero si al segundo caso y al tercer caso ves que se repiten los mismos elementos, te preguntás: ¿Por qué? ¿Son todos delirantes que sacan el arma y disparan? ¿O es que hay algo detrás?
- ¿Cómo continuó el crecimiento de la organización a partir de ahí?
La segunda etapa fue salir a convocar. Estábamos entrando en el reino del menemismo, con una desmovilización absoluta. Con estas ideas rudimentarias en la cabeza fue que empezamos a convocar organizaciones y partidos. Lo que nosotros planteábamos era que el problema de la represión atraviesa horizontalmente a todo el activismo y a toda la clase trabajadora, con lo cual necesariamente tiene que ser un punto del programa de todas las organizaciones.
En el ‘91, entre estos casos que nos llegaban, aparece el papá de Walter Bulacio. Entonces, de la nada, de ser 5 tipos nomás nos convertimos en esos 5 tipos que estábamos al frente de la mayor movilización que se había visto en los últimos años en la Argentina, marchando con 10 mil pibes a Plaza de Mayo contra la represión policial. Un montón de organizaciones políticas nos empezaron a prestar atención, porque eran las únicas movilizaciones que había. Lo cierto es que eso nos dio una visibilidad que nos permitió salir un poco de la situación en la que estábamos.
- ¿Cómo incidió el arribo del kirchnerismo al gobierno dentro de la organización?
Fue muy difícil. En el primer período sufrimos un grave éxodo de compañeros. Hubo organizaciones enteras que se fueron o las excluimos a partir de establecer reglas y criterios bien claros en los plenarios. Fue durísimo, quedamos absolutamente diezmados: CORREPI quedó con un solo abogado y nadie se dio cuenta. Por suerte hubo un grupo que nos mantuvimos firmes con las convicciones. Hubo que salir a reconstruir y se reconstruyó. Siempre digo que el máximo mérito de CORREPI es la prepotencia del trabajo.
- ¿Cómo se define políticamente la organización?
CORREPI no es una organización con una definición política en términos estratégicos, más allá de las definiciones estratégicas que cada uno de sus integrantes tenga. ¿Por qué? Porque desde el lugar donde planteamos la necesidad de la lucha anti represiva evitar eso es lo que nos permite que seamos una organización con fuertes definiciones pero que a la vez convivan marxistas-leninistas, trotskystas, anarquistas e independientes. Eso es lo que nos permite coordinar con las demás organizaciones. En la génesis de la organización está la siguiente idea madre: todo Estado dividido en clases necesita de la represión para garantizar su continuidad y la profundización del sistema de explotación. Por lo tanto, cualquier gobierno que administre una sociedad de esas características va a tener que reprimir tenga que el color que tenga y descuelgue el cuadro que descuelgue. Nuestra relación con el Estado siempre fue de confrontación. Esto significa que no cooperamos ni colaboramos. Este gobierno viene desesperado desde el 2003 porque no nos puede pescar en una: yo sola con la lista de cargos que me han ofrecido tengo para escribir un libro.
- Respecto al futuro de CORREPI, ¿qué perspectivas trazas de acá en adelante para la organización?
A partir de estos últimos años nosotros vemos que hay un crescendo represivo importante con una particularidad: el acompañamiento de esa política represiva de un fortalecimiento muy grande del consenso. Pocos gobiernos como el actual le han dado tanta importancia a la construcción del consenso y con tanto éxito. Esto nos obliga a redoblar el esfuerzo en la difusión del tema de la represión preventiva y también en la que apunta a casos específicos. Hay una enorme cantidad de trabajadores represaliados por salir a la calle a luchar, que no los había hace 15 años. Nosotros le dedicamos todos los esfuerzos porque concebimos la política represiva como una sola. Y lo que vemos hacia el futuro es que la mano viene oscura y que hay que capacitarse y organizarse.

Guido Turdera.

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