martes, 12 de marzo de 2013
El cuento del Tío
El 11 de marzo se cumplieron 40 años del triunfo electoral de Héctor Cámpora. Aquella época marcada por el avance de una juventud que parecía incontenible tuvo como hito iniciático la impresionante campaña electoral que, acompañada por la movilización popular, encumbraría al “Tío”.
Cámpora no sólo fue figura de suma confianza de Perón sino que, por si fuera poco, resumía los sueños de aquella “juventud maravillosa” de alcanzar el tan ansiado “Socialismo Nacional”.
Como puede esperarse, en un año donde la batalla política decisiva para el gobierno se jugará en el plano electoral, la celebración de dicho aniversario por el gobierno o sus organizaciones afines se desplegará con toda la parafernalia para revalidar su autoproclamada aura setentista.
No obstante se pueden trazar algunas situaciones históricas análogas que pueden promover la discusión de los trabajadores y, sobre todo, de su juventud.
Luego del período de convulsiones abierto por el Cordobazo en 1969 se produjo la forzosa “apertura” del gobierno militar y el retroceso de las direcciones sindicales, en este contexto la juventud entra en escena. Esa es la razón por la que Perón necesitaba servirse de los jóvenes, y de paso ganarse el apoyo de los sectores medios. De esta manera el general se ponía a tono con el espíritu de la movilización popular.
Sin embargo su objetivo no era agitar las aguas contra la “oligarquía” sino frenar la efervescencia política, es decir detener el movimiento e implementar un plan de conciliación con la golpeada clase empresarial que se condensaría, luego, en el Pacto Social. Había que hacer efectivo este propósito, el golpe contra la incertidumbre y la “tolerancia” de Cámpora era una necesidad e iba a ser el primer paso de una larga serie de aberraciones. Por su parte, Cámpora y los “soldados de Perón” (como se hacían llamar los montoneros) no tenían otro plan que la lealtad al viejo caudillo.
Cuarenta años después, la tónica es la misma aunque con otros condimentos. La “recuperación de la política” por parte de la juventud emerge con fuerza de las entrañas de la rebelión popular del Argentinazo donde, en su mayoría desocupada, jugó un rol protagónico en esas heroicas jornadas.
Luego de aquellos turbulentos meses que continuaron con la masacre del Puente Pueyrredón las clases dominantes no tenían otra alternativa que desactivar al movimiento piquetero. Ahora como en el ´73 había que “sacar a la gente de la calle”, y esa es la función histórica que vino a cumplir el kirchnerismo.
Se requería un gobierno con cintura política. Enseguida sobrevino una estrategia de cooptación e integración estatal de organizaciones populares y de derechos humanos, acompañada de “gestos” y un discurso con un tono progresista. Mientras las bases del “modelo” sostenían los beneficios exorbitantes de la patria sojera, de la megaminería, las privatizadas, y del capital financiero la juventud era el principal blanco de la precarización, la trata y el derrumbe de la educación pública.
Para preservar este esquema se necesitaba una juventud organizada desde el aparato estatal, sin un programa e iniciativa independiente, que no cuestione absolutamente nada (las palabras Qom, megaminería, o los nombres de Gerardo “batallon 601” Martínez o Julio López, no estarían en su diccionario de los derechos humanos) solo a una organización de esas características le cabe un líder como Máximo Kirchner.
Por supuesto que no todas las organizaciones fueron cooptadas, en su mayor parte las ligadas a la izquierda y a sectores autonomistas mantuvieron su estructura y programa al margen de las presiones y la “seducción” del gobierno.
Además hay que destacar que desde la reactivación económica posterior al 2001 hubo un resurgimiento del movimiento sindical antiburocrático y clasista donde la mediación de la burocracia es quebrada incipiente pero constantemente por la tendencia de los trabajadores a reapropiarse de sus organizaciones. Los trabajadores del Subte, Kraft, del SITRAIC, “los dragones” y petroleros de Santa Cruz y la reciente recuperación del sindicato de docentes de Neuquén (ATEN) por un frente único de organizaciones de base antiburocráticas son algunos claros ejemplos de esto.
Perón, en aquella oportunidad, para derrotar iniciativas de este tipo promulgó en noviembre del ´73 la famosa Ley de Asociaciones Profesionales con el objetivo de fortalecer a las burocracias sindicales contra el desafío que aquel ascenso obrero les planteaba desde el Cordobazo. También por aquellos años –para reforzar esta tarea de ensañamiento contra los delegados de base- hacía su debut, apadrinada desde el Estado y asociada a la vieja guardia sindical, la nefasta Triple A.
Salvando las dimensiones, hoy la Ley Antiterrorista reclamada por el GAFI (y votada en el Congreso por todo el progresismo K! desde Sabbatella hasta Heller y el camporista Larroque); el plan de espionaje del Ministerio de Seguridad “democrática” de Nilda Garré contra organizaciones de DDHH, populares y políticas conocido “Proyecto X”; y la tercerización de la represión a cargo de bandas de matones y barrabravas vinculados al oficialismo (Htal Francés, Caso Mariano Ferreyra) van en el mismo sentido y pintan la analogía de cuerpo entero.
Si la historia no se repite sino como tragedia o farsa aquí están los elementos. En ambas coyunturas donde una crisis económica se agudiza, gobiernos entrelazados con el capital intentan montarse sobre un movimiento popular con organizaciones sin un programa nítido, para absorberlas o destruirlas, que para el caso es lo mismo.
Cuando la crisis apremie y los tiempos se aceleren el gobierno intentará no perder el favor de los grandes capitales y la burocracia sindical como hasta ahora, no a costa de la Cámpora y demás organizaciones adictas, como si ocurrió con la JP y los Montoneros en los 70 que tenían ciertamente mas autonomía, sino contra todo tipo de expresión independiente que levante las reivindicaciones de los trabajadores y el pueblo.
Probablemente, si los K fracasan en ese intento, los Camporistas postreros tendrán que tragarse con el disimulo acostumbrado no ya el golpe de Perón, sino el de sus primos de “la Juan Domingo” para completar el trabajo.
Remo Veronelli.
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