martes, 26 de marzo de 2013
En el jardín de la iglesia de la Santa Cruz
Los familiares de Daniel Bombara junto al cura Saracini.
El periplo que comenzó con su secuestro y desaparición culminó ayer para otra víctima del terrorismo de Estado y sus familiares, del modo que no hubieran querido sus victimarios. En una emotiva ceremonia, fueron enterrados en la iglesia de la Santa Cruz los restos de Daniel Bombara –-militante de la Juventud Universitaria Católica y de la Juventud Peronista detenido en 1975 en Bahía Blanca– que habían sido identificados hace dos años en una tumba sin nombre en Merlo. Hubo una misa muy particular y su esposa, Andrea Fasani, y su hija, Paula, depositaron luego, junto con varios de los presentes, las cenizas en la misma tierra del jardín de la iglesia donde ya descansan una de las monjas francesas, Léonie Duquet, e integrantes del grupo fundador de Madres de Plaza de Mayo.
“Estamos aquí, honrados de recibir a Daniel”, dice el padre Carlos Saracini antes de dar inicio a la misa “que para él hubiera sido importante”. Al rato toma la guitarra y canta, luego invita a meditar sobre la letra de la canción de Fernando Delgadillo, con los ojos cerrados, la mano en el corazón y respirando profundo, “para conectar con Daniel, Paula, Andrea, con los 30 mil desaparecidos”. No será el único momento de silencio en un acto en el que se percibe una profunda emoción contenida. El padre Saracini pasa el micrófono para que el público –entre otros, estaban el fiscal Abel Córdoba y el sociólogo Fortunato Mallimaci–- cuente qué siente. La esposa de Bombara agradece al Equipo Argentino de Antropología Forense que en junio de 2011 identificó los restos carbonizados y politraumatizados del primer desaparecido de Bahía Blanca. Y define como un “militante apasionado por sus ideas” a quien fuera su compañero, tras cuyo secuestro –como reveló ayer Página/12– el diario La Nueva Provincia difundió una disparatada versión para encubrir los hechos con el título “Robaron el cadáver de un extremista”.
Sigue la lectura colectiva de los poemas de Bombara, mientras Saracini explica en qué parte de una misa tradicional se encontrarían en ese momento. Consciente de contar con varios ateos o agnósticos entre los presentes, el cura va proponiendo la liturgia “para aquellos que les hace sentido”. Se reparten a continuación pequeñas copias de fotos del ex detenido-desaparecido y sus compañeros de militancia gremial evocan su recuerdo. Antes de dirigirse al jardín para “sembrar” las cenizas de Bombara, el cura entona, e insta a todos a cantar, “La canción es urgente”, de Teresa Parodi. Con la bellísima iglesia de San Cristóbal como marco, que supo contener a aquellos primeros luchadores contra el terror de Estado y hoy mantiene viva su memoria, y bajo una llovizna nocturna, el grupo acompaña el entierro de las cenizas en el jardín de la Santa Cruz. Y antes de despedirse comparte la paz con un abrazo colectivo.
Adriana Meyer
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