Wall Street se relame por el plan multimillonario de regalos del equipo de Bush
Los sabios del mercado financiero, que estaban temblando de terror, ahora están borrachos de esperanza. Se recuperan explosivamente porque piensan que han tenido éxito en asustar a Washington para que acepte la solución del Wall Street Journal a la crisis. Descarguen todo sobre los hombros de los contribuyentes. Eso es lo que significa el masivo rescate que el Secretario del Tesoro Henry Paulson ha buscado. Liberaría a los principales bancos y firmas inversionistas de sus enormes activos podridos y haría que el público asumiera sus pérdidas --cientos de miles de millones de dólares, quizás más. ¿Cómo no les va a gustar a los titanes financieros amenazados con la extinción?
Si Wall Street se sale con la suya en esto, significará una estafa histórica al pueblo norteamericano --todo el azúcar para los villanos, dolor y daño duraderos para las víctimas. Mi consejo a los políticos de Washington: Deténganse, respiren profundo y examinen lo que la llamada "opinión responsable" les ha dicho que hagan. Si este asunto tiene éxito, les pronostico que será un hecho transformador de la política norteamericana, revelará las grandes deformidades en nuestra democracia y provocará un maremoto de justificada indignación y rebelión popular. Como he estado diciendo durante meses, esta crisis tiene el potencial para destruir a uno o a los dos partidos políticos --escojan.
Christopher Whalen, del Análisis de Riesgo Institucional, un valiente crítico conservador, lo dijo claramente: "El alegre recibimiento que los demócratas en el Congreso dieron a la más reciente propuesta de rescate masivo por parte de Paulson se parece mucho a un romance corporativo más entre el gobierno de un solo partido de Washington y los bancos inversionistas de Sell- Side".
Un crítico similar, Josh Rosner, de Graham Fisher en Nueva York, definió a los patrocinadores de esta estampida: "Permítannos ser claros, no son los grupos de ciudadanos, inversionistas privados, inversionistas de valores o inversionistas institucionales los que han pedido este fondo gubernamental de compra. Lo están cabildeando casi en exclusiva precisamente las instituciones que creyeron que eran 'más inteligentes que todos nosotros', instituciones que necesitan sacar esos activos de sus balances a un valor inflado para evitar arriesgar mayores pérdidas o cosas peores".
Permítanme ser claro: El escándalo no es que el gobierno esté actuando. El escándalo es que el gobierno no está actuando con la suficiente fuerza --usando sus poderes de emergencia para tomar el control total del sistema financiero e imponer orden a los bancos, firmas y mercados. Detengan la música, por así decirlo, en vez de permitir a los financieros y operadores individuales de tomar medidas oportunistas para salvarse ellos a costa del sistema. Los rescates paso a paso que la Reserva Federal y el Tesoro han ejecutado hasta la fecha han fracasado totalmente para revertir la tendencia de los inversionistas y banqueros en todo el mundo a no prestar o comprar en tiempos dudoso. No existe una razón evidente para suponer que esta propuesta de rescate les haga cambiar de opinión, aunque ciertamente hará que las casas financieras se sientan bien por descargar en el gobierno sus papeles inservibles.
Una intervención seria en la que Washington se haga cargo requeriría en primer lugar de una nueva autoridad central que supervise las instituciones financieras y las obligue a apoyar las acciones del gobierno para estabilizar el sistema. El gobierno puede ejercer una influencia obligatoria en los actores financieros: Acepten nuestros objetivos y sigan nuestras instrucciones o se quedan solos --alejados de la espita de préstamos del gobierno y sin derecho a ninguna asistencia directa. Si se niegan a cooperar, los tipos del dinero se quedan atascados en su propio desorden. Si se resisten a las órdenes del gobierno de seguir prestando a la economía real de productores y consumidores, los bancos y los corredores quedarán definitivamente aislados y, por tanto, condenados.
Solo bajo estas condiciones, y algunas otras, debe el gobierno federal estar dispuesto a tomar posesión --temporalmente-- de los podridos activos financieros que están debilitando a los fondos, bancos y agencias de corredores. Paulson y la Reserva Federal están tratando de jugar de nuevo al enfoque del rescate utilizado en la década de 1980 cuando la crisis de las instituciones de ahorro y préstamos, pero esta situación es totalmente diferente. Aquellas instituciones de ahorro y préstamos poseían activos verdaderos --propiedades, casas, centros comerciales--que podían ser vendidos de inmediato por la Corporación de Fondos de Resolución (CFR) a precios de ganga. Esta crisis implica a instrumentos financieros etéreos de valor desconocido –no solo los notorios valores de hipotecas, sino varios contratos derivados y otros negocios esotéricos que pueden no tener valor alguno.
A pesar de lo que piensan los políticos en Washington, el rescate por parte de la CFR fue también un escándalo en Wall Street. Muchas de las firmas financieras que habían financiado los imprudentes préstamos de la industria de ahorros y préstamos lograron comprar de nuevo las mismas propiedades por unos centavos de manos de la CFR --ganando en el alza y luego también en la baja. ¿Saben quién pagó la cuenta? Sospecho que Wall Street espera un filón similar --la oportunidad de obtener nuevas ganancias provenientes de su propio fraude e irresponsabilidad criminal.
Si el gobierno actúa responsablemente, impondrá a los banqueros algunas otras condiciones a cualquier rescate amplio. Primero, aceptar las facturas vencidas de manos de cualquier firma financiera que le permita salir de sus activos dañados; es decir, un contrato firme que le devuelva fondos al gobierno a partir de cualquier ganancia, una vez que la crisis termine. Segundo, cuando los políticos decidan reformar las regulaciones financieras y se deshagan de los trucos y las instituciones "demasiado grandes como para permitir que fracasen", a las firmas de Wall Street se les debe prohibir que hagan sus manipulaciones acostumbradas del sistema político. Eliminen a los cabilderos, prohíbanseles la entrega de soborno disfrazado de contribuciones de campaña. Cualquier contacto o conversaciones entre los banqueros y casas financieras con las agencias gubernamentales o políticos elegidos debe ser reportado de inmediato al público, igual que a las industrias reguladas se les requiere que hagan cuando contactan a clientes gubernamentales.
Mientras tanto, puede que el gobierno tenga que crear otra agencia de emergencia, algo como el Nuevo Trato, que preste directamente a la economía real --negocios, bancos solventes, compradores y vendedores en mercados de consumo. No sabemos cuánto daño se ha hecho al crecimiento económico o cuánto durará este período, pero no confío en los banqueros para que mientras tanto suministren capital de inversión y créditos. Si fuera necesario, Washington también debe cumplir ese papel.
Finalmente, es evidente que la crisis es global, y requiere de una concertada acción global. Robert A. Johnson, un veterano de las finanzas globales que trabaja ahora con la Campaña para el Futuro de Estados Unidos, sugiere que nuestros socios comerciales globales puede que reconozcan la necesidad de una cooperación en beneficio propio y puedan negociar temporalmente --quizás de forma permanente-- reformas para balacear el sistema de comercio y mantenerlo funcionando, mientras que las principales naciones trabajan para devolver su eficacia al sistema financiero global.
La agenda es impresionante. Estados Unidos no está preparado para tratar el asunto de manera inteligente, mucho menos de manera sabia. Tenemos en la Casa Blanca a un cero a la izquierda en estado de coma. Los dos candidatos presidenciales están atrapados por los hechos, tratando de decir algo pertinente sin que les echen la culpa del desastre. La gente debe hacerse oír en Washington, aunque sea solo para compartir su indignación.
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